El libro y el espadón[PRIVADO: DeathAlquemist y Dragunov]

Esto ocurrió hace cosa de tres años antes de mi instalación definitiva en Rosbasha. Contaba por aquel entonces 16 años y varios meses, lucía un remendo espadón y me situaba en el Jardín de la Paz, en el reino de los elfos. Estaba destinado a ir de cacería y recolecta de milenas. Padre me dijo que su néctar era dulce y que la planta tenía propiedades curativas si se preparaba. En fin, y allá fui por el Jardín, una zona extremadamente maavillosa, pero demasiado recargada de flores para mi gusto.

Ya había recolectado un buen ramo de milenas, las tenía guardadas en un ancho zurrón. Ahora tendría que buscarme algo que cazar, pero por aquí todo era aparente tranquilidad.

Decidí encaminar mis pasos al reino humano, allí podía encontrar cualquier cosa relacionada con la cacería, y por supuesto, sin coto de caza privado. Un par de jabalíes vendrían estupendamente, pero en aquellos momentos yo quería darle a mi padre adoptivo una buena inmpresión de mí...

Hace ya tres años, antes de mi confinamiento en la cueva, pasaba las horas en el Jardín de la Paz, observando las miles de flores que se juntaban en armoniosa comunión, y cuyos aromas embriagaban mi mente, haciendo que las ideas brotaran rápidamente de ella. Estaba escribiendo ya mi tercer libro, y había decidido cambiar la temática de este. Para hacerlo mas interesante, decidí escribir sobre una gran batalla provocada por una disputa entre niños de distintos reinos, para alertar a la gente de Gold, que cualquier pequeña tontería podría desembocar en un desastre. Pero, aun con toda esa exuberancia de plantas y flores, no me sentía inspirado para escribir sobre una guerra. Después de mucho pensarlo, decidí que la única forma de escribir sobre los combates era vivirlos, pero nunca tuve la determinación como para marcharme yo solo de aventuras. Entonces la solución apareció delante de mis ojos: un mercenario paseaba tranquilamente recogiendo milenas. Me lo pensé un rato antes de acercarme, ya que los mercenarios, y en especial ese, siempre me daban miedo, porque me parecían toscos y agresivos. Pero después de observarle recoger flores no me pareció tan malo, asi que me levanté, dispuesto a iniciar una aventura que me inspirara para mi libro. El mercenario ya casi habia salido del Jardin de la Paz, cuando le grité:
- ¡Hey tú, el mercenario, espera un momento porfavor!

Tenía planeado en un principio salir de aquel lugar de naturaleza encantada y profusa, cuando sin apenas percatarme, una voz me llamó la atención. Dijo ''mercenario'', por lo que me disponía a agarrar el mango de mi espadón cuando, al girarme observé a un joven alto y supuestamente humano, como yo. Mi mano no llegó a coger el arma, pero quizá ese chico pudiese malinterpretar. Ante su aclamación, respondí parando los pies en seco y volviéndome hacia él.

Le eché un vistazo de arriba a abajo. Tenía una particular túnica y en su mano llevaba un libro. Deduje, por lo pronto, que era o un mago o un escritor. La duda la resolvería después, pues espré a ver lo que tenía pensado hacer aquel individuo.

El mercenario se freno en seco, y hizo ademán de agarrar su espada, por lo que yo también me frené, asustado. Pero pronto su mano retrocedió y yo me tranquilicé un poco. Parecía que me analizaba con la mirada, pero no dijo nada, por lo que decidí tomar la iniciativa:
-Hola, me llamo Dielf, soy un semi-silfo escritor, encantado de conocerte.

Parpadeé un par de veces ante su presentación. Supuse que querría algo más que un simple intercambio de identidades. ¿Un semi-silfo? Eso me sonaba a medio silbo o silbido, pero para no parecer arisco o descortés, probé imitarlo y le respondí:

- Pues, igualmente, Dielf, mi nombre es Dragunov y soy un humano mercenario - lo último lo mencioné a un veloz ritmo y a continuación proseguí - ¿Necesitas algo en particular?

El semisilfo parecía tener más dinero que yo, o eso creí por su túnica, así que no me pediría nada realcionado con su manutención. A lo mejor, seguridad. De cualquier forma, me quedé contemplando sus ojos fijamente a la espera de una respuesta...

La pregunta me pareció quizás demasiado directa, pero era lo que esperaba de un mercenario: directo al grano. Yo también lo prefería así. Para no hacerle esperar, contesté enseguida:
-Pues... me gustaría pedirte un favor..., ¿podría acompañarte por un tiempo? Es que no me atrevo a ir yo solo por ahí, pero necesito inspiración para mi próximo libro, y para ello tengo que combatir, para poder sentir esa experiencia y después plasmarla en papel.
Me había quedado un poco cursi, pero esperaba que fuese suficiente como para convencerle y que me dejara acompañarle.
-Además, también puedo ayudarte, se algo de magia del bosque
Dicho esto, esperé ansiosamente su respuesta.

Quería acompañarme, a lo cual yo respondí sin tapujos:

- Me da igual, si quieres, vente conmigo, pero antes te digo que yo en estos momentos voy de cacería, en dirección al reino humano, porque me han encargado esta tarea y quiero terminarla cuanto antes.

Me limité a girar sobre mis talones y encaminar mis pasos a la frontera que separaba el reino elfo del humano. ¿Así que magia del bosque? Por ahora decidí no pronunciar nada, pero pronto mi curiosidad se impondría...

Me dio una respuesta algo obtusa y me dijo que él iba de cacería y quería acabar la misión cuanto antes. Antes de que pudiese reaccionar, Dragunov ya se habia puesto en marcha hacia el reino humano. Decidí seguirle a paso rápido, bueno, lo mas rápido que podía con mi túnica. Cuando me puse a su nivel, ambos continuamos caminado sin decir ni una sola palabra. Al ver que el Dragunov no parecía ser demasiado hablador, saqué mi pluma y mi libro y me puse a escribir mientras íbamos caminando. Nadie dijo nada hasta que cayó la noche. Como vi que me estaba empezando a quedar sin luz suficiente para escribir, decidí que era un buen momento para enseñarle a Dragunov mis poderes, por lo que, manchando con tinta la hombrera derecha de mi túnica pronuncié el hechizo, susurrando lo mas bajo que pude: -Blodau Lilin.
Inmediatamente, una pequeña flor empezó a crecer en mi hombro apuntando hacia mi cuaderno. Dicha flor, absorbió un poco de la escasa luz solar que todavía quedaba y, trás un leve ruidito, se encendió, dandome la luz suficiente como para seguir escribiendo.
No sabia que opinaría Dragunov sobre esto, pero le observé atentamente esperando una reacción.

Apenas hubo algo interesante que decir durante todo el trayecto diurno. Yo me mantenía con la vista al frente, yendo a ritmo acompasado y sin pausas, mientras que Dielf me seguía al lado mía, pero un poquito atrás.

Al caer la noche, yo proseguía mi rumbo cual autómata sin hobbies cuando el semisilfo se puso a escribir algo. Me dio la impresión de que susurró no se qué de ''Blodau'', lo demás no lo percibí. Una flor iluminó su hombro y le dejó seguir escribiendo.

Mi reacción, siendo bastante descarada, no pudo ser controlada a pesar de mis leves esfuerzos. Estallé en carcajadas, no muy sonoras pero audibles por Dielf:

- Ja ja ja ja ja ¿Magia del bosque? ¿Con eso a quién vas a herir, tío de las flores? - el mote me llegó casi instantáneamente - Venga ya, Dielf, esto de la magia del bosque no parece tener buen uso para la pelea...

En fin, que en aquellos tiempos, yo era impulsivo, inexperto y un poco descarado y arrogante. En cuanto terminé mi comentario, no cesé en caminar. Seguramente, Dielf se mostraría molesto y se daría media vuelta, pero yo no tengo el poder de leer mentes semisilfas...

La reacción de Dragunov fue la que yo esperaba. Siempre era la misma reacción, tanto en mis aliados como en mis enemigos, lo que siempre acababa siendo bueno para mi y catastrófica mente malo para ellos. No me ofendió en absoluto, ya que estaba acostumbrado, pero debido a que estaba aburrido, y a que Dragunov no llevaba intenciones de proseguir con la conversación, decidí picarle un poco:
-Bueno, señor mercenario, deberíamos hacer un descanso para dormir ¿no?-
Dragunov hizo como si no me oyese, y siguió caminando. Decidí subir un poco el tono de la conversación, asi después podría escribir bien sobre las disputas, y retrocediendo dos o tres pasos de dije:
-¡Hey, gorila, aquí el tío de las flores, responda!.
Atentamente esperé una respuesta.

No pareció afectarle mi opinión sobre esa magia... Poco después, el semisilfo propuso la idea de parar pues estaba anocheciendo, pero yo a él ni caso. Continuaba tranquilamente mi andar, pero el tío de las flores decidió provocarme al interponerse en el camino. Incluso tuvo la osadía de insultarme, pero levemente, más o menos como mofándose de mí al igual que yo anteriormente.

Detuve mis pasos y contemplé fijamente uno de sus ojos, pues la planta que hacía iluminación portable impedía ver el otro a causa de las sombras. Podría desencadenar pelea y dejarlo ahí tirado, alguna cosa debía hacer. Sin embargo, como bien me educó mi padre adoptivo, tenía que dar oportunidades a la gente que se presentaba cordialmente. La luz surgió en mi cabeza al pensar en los alrededores:

- Estamos en Reino Humano, chaval, aquí la fauna y la flora son más escasas y menos amistosas, sobre todo, los animales salvajes. El peligro acecha cual prostituta por clientes en cada rincón de las inmediaciones, salvo en las ciudades. - alargué la mano izquierda para quitar la ''Blodau'' que le creció en el hombro - Si lo que quieres es dar señales de dónde estamos y cuántos somos, enhorabuena, lo has conseguido. La suerte dirá si nos han localizado bandidos o cosas peores. Y respecto al descanso, pues... - miré agudizando la vista hasta llegar a ver un árbol solitario, al cual me dirigí - podemos instalarnos aquí, pero dormiremos por turnos, jardinero. Ahora, ya puedes ir a descansar.

No acostumbraba a hablar tanto. Debió ser el discurso más largo de mis 16 años de vida... Dielf se recostó en el tronco del árbol, mientras que yo me alejé de él a unos metros para hacer de patrulla. Hmmm, ''en esta época los jabalíes están en celo...'', me dije a mí mismo mientras me acariciaba el mentón.

La cacería haría su aparición a la mañana siguiente, pero yo ignoraba eso entonces y me dispuse a vigilar nuestros alrededores aparentemente calmado.

No pareció responder a la provocación, pero a cambio, me soltó un buen discurso sobre los peligros del bosque, y apagó la flor de mi hombro. Después de esto, y para alivio de mis pies, dijo de descansar en un árbol cercano. También añadió que tendríamos que hacer turnos para dormir. Yo me limité a asentir y me tumbé apoyando la espalda en el árbol que me había señalado, mientras reía para mis adentros, pensando en lo fácil que habría sido hacer crecer una Observadora y dormir los dos tranquilamente mientras la Observadora vigilaría por nosotros y me enviaría una señal si hubiese movimiento, pero en venganza por haberme apagado la luz, solo la usé cuando me tocaba a mi la guardia, de tal forma que yo dormí toda la noche y Dragunov solo media. Si hubiese sabido lo que nos esperaba a la mañana siguiente, habría dejado dormir también a Dragunov...

La noche fue lenta y pesada durante la vigilancia y efímera y plácida en el sueño, pero la zona en sí parecía tranquila. Al alba, estaba yo manteniendo la guardia mientras Dielf estaría a punto de despertarse.

La impaciencia caló en mí y fui a despertarlo. A un paso del semisilfo, oí pisadas de hierba y gruñidos. Giré lentamente la cabeza y allí estaba: un gran jabalí adulto, el cual nos veía como intrusos en su territorio. Resopló violentamente antes de iniciar su embiste. Sacudí la capa del tío de las flores y vociferé:

- ¡Hora de despertarse, Dielf! ¡El jabalí no espera a nadie!

Cuando pareció desperezarse, desenvainé mi espada pesada y me encaré a mi trofeo de caza, si es que saldía vivo de allí.

Ya de mañana, Dragunov estaba haciendo su guardia mientras yo dormía tranquilamente. De repente oí un par de ruidos, y antes de que pudiese siquiera entreabrir los ojos, Dragunov me agarró y me zarandeó, gritándome que me despertara. Cuando abrí los ojos lo primero que vi fue la cara nerviosa del mercenario, que en cuanto me desperté un poco, se giró a plantarle cara a algo. Todavía con tono perezoso, me incorporé. Giré la cabeza hacia lo que fuera que nos hubiera despertado, y entonces lo vi: Un enorme jabalí, el mas grande que había visto nunca, que resoplaba con fuerza mientras miraba fieramente a Dragunov. Me levanté de un salto, me escondí detrás del árbol, asomando solo la cabeza, y exclamé:
- ¿¡Pero que demonios es eso?! Eso no es un jabalí, es un monstruo.
Pero, nada mas acabar de pronunciar la frase, recordé lo que había venido a hacer aquí, que era coger historias para mi libro, y ¿cómo iba a hacerlo si tan solo me escondía?. En ese momento supe que tenia que hacer algo, tenia que sentir el combate, tenia que sentir como el enemigo se arrodillaba ante mi asombroso poder. Dragunov ya habia esquivado la primera envestida del jabalí, pero parecía un poco agobiado, así que supe que ese era mi gran momento, que debía de hacer algo que fuera heroico y que salvara al mercenario. ¿Pero el qué?
De repente apareció en mi mente la respuesta:
Saqué la pluma del bolsillo, agarré fuertemente el libro para que no se me cayera, y... me puse a escribir la escena en mi libro, para no perder detalle.
Como el ruido del entrechocar de los colmillos del jabalí contra el espadón de Dragunov no me dejaba concentrarme, tuve que recitar en voz alta lo que iba escribiendo: Y entonces el héroe exclamó: enfrentate a mi o tu familia morirá... No, así no queda bien... mejor perecerá, umm, si, mucho mejor.
En ese momento, el mercenario se dio cuenta de lo que estaba haciendo en vez de ayudarle a luchar.

La primera carga del jabalí fue bastante potente, pero debido a su velocidad pude hacer un pequeño salto lateral con el que esquivarlo. El animal frenó y se giró lentamente. Me percaté de ello justo en el momento en el que los toscos colmillos del jabalí se detuvieron con la hoja de mi espadón. Apenas reparé en el semisilfo, pues me centré en poner los cinco sentidos en mi enemigo.

El jabalí no cesaba en sus intentos de embestirme y yo me apartaba como podía. Tras un buen número de intentos, me pareció oír la voz del semisilfo. Como mi mente permanecía mucho más atenta al fragor de la batalla librada con el jabalí, únicamente llegaron estas palabras a mi cerebro: héroe, enfréntate o morirás... no, así no...mejor, sí, mucho mejor.

Acabaría cansado de los embistes del animal. En uno de ellos, descuidé mis reflejos de esquiva y, a pesar de interponer mi espada, el colmillo del jabalí me golpeó magullándome en la rodilla derecha, además de hacer un pequeño corte superficial. Me retiré a toda prisa y fui hacia donde planeé mi ataque. Mientras se giraba, tuve tiempo de coger una piedra y tirársela. Esta impactó en su velluda frente y pareció intimidarlo. Con una última gran carga, se lanzó a por mí...

Giré despacio el arma de modo que la punta tocara suelo. Antes de estrellarse contra el tronco del árbol (haciéndolo temblar un poco), volví a quitarme, levanté el arma y clavé el filo en su lomo. La estocada alcanzó su arteria aorta al atravesar columna y parte de los músculos. Su último gruñido fue tan efímero como mi siguiente actuación, pues me coloqué detrás de él y le corté los testículos con la hoja. Padre dijo que eyaculaban salvajemente al morir...

Acto seguido, le cogí de las patas delanteras y lo sopesé. ¡Casi 60 kilos! Me lo eché al hombro y miré de lado a lado como si buscara a alguien en particular:

- ¿Semisilfo?

Las palabras que antes escuché de él procedían de cerca, así que fijo que no se había ido corriendo. Miré de sopetón al árbol, antes de que este saliera:

- Gracias por ayudarme - dije sarcástico.

Cuando acabé de escribir la última frase del párrafo, observé como había ido la pelea sin mi, y vi algo alucinante: con un combo dotado de precisión y fuerza, el mercenario atravesó a la bestia sin apenas dudarlo y con un sonoro crujido, el animal cayó al suelo. Después, le cortó los testículos y se lo echó al hombro. A continuación, me llamó y dijo con sarcasmo:
- Gracias por ayudarme.
Cerré el libro y volví a guardar la pluma. Me di cuenta de que le había subestimado, parecía tener mucha experiencia en combate, y se había desecho de ese jabalí en un tiempo récord. Para encubrir un poco el hecho de que no había hecho nada para ayudarle le dije:
-Hombre, sabía que podías de sobra con él, asi que... ¿para que iba a intervenir?
Esto no pareció convencerle del todo, pero me sirvió para redimirme.
- Bueno, ¿qué harás ahora?- le pregunté en tono más serio, mientras salía de detrás del árbol.
De repente se escuchó un ruido en unas ramas cercanas, y sin darle tiempo a responder mi pregunta, de ellas salieron tres bandidos, dos de ellos con espadas y otro con una porra. Detrás de ellos salió uno mas grandullón con un hacha enorme a la espalda. Dragunov dejó caer el jabalí, se puso en guardia y me miró, como si esperara que fuese a seguir sin hacer nada. En respuesta a su mirada le dije, mientras volvía a sacar la pluma:
- Me parece que esta vez no podré ponerme a escribir.-
El bandido del hacha avanzó un poco hacia nosotros y señaló el jabalí:
- Buena pieza la que tenéis ahí chicos, me parece que me quedaré con ella. Inmediatamente , los otros tres bandidos se acercaron a Dragunov para robarle el jabalí.
- Te dejo a esos tres- le dije- Del grandote me encargo yo....
Esperé su confirmación y me preparé para combatir.

Tras recoger mi preciada recompensa, el tío de las flores hizo acto de presencia. De alguna manera, logró que dejáramos el tema del jabalí, pues no pasaron más de 5 minutos con cuatro bandidos que vinieron como buitres.

Tres se acercaron para entablar gresca conmigo, mientras que Dielf probaría suerte con el jefecillo de este trío al que me enfrentaba.

- ¿Queréis el jabalí, mis malolientes amigos? -como respuesta, lancé el cadáver del animal al enemigo de en medio, al de la porra. Debía ser el más torpe porque hasta se cayó...

La batalla era inminente, así que mi espadón ya estaba desenfundado.

Ipso facto coloqué la espada pesada en horizontal y detuve los dos cortes verticales propinados por los bandidos en un estruendoso choque. Mis dos ''amigos'' parecieron sorprenderse, mas yo no dudé un instante y, apoyando mi arma en la espada del de la izquierda, arremetí un puñetazo con la diestra en el rostro del otro bandido con el que conseguí desestabilizarlo y hacerle retroceder.

El de la porra dirigió su ataque, por lo que tuve que avanzar hacia atrás, pero este siguió con su acometida. ¡Mala decisión! Su porra era mucho más corta, así que bastó una estocada en el pecho para dejarlo tieso. Mientras el del puñetazo se incorporaba, me abalancé sobre el otro.

A duras penas, bloqueó mi golpe vertical, pero su velocidad era pésima, la cual aproveché para soltar el espadón y darle un patadón en el vientre. Utilicé su propia espada ahora que estaba maltrecho y, gracias a mi fuerza física, se la clavé otra vez en la barriga, acompañado de fluidos de sangre y un leve chillido.

Casi no había presentido al de la derecha. Me agaché tan pronto como pude, cortándome el filo cinco o seis pelos de la cabeza. Una pequeña patada giratoria le hizo de zancadilla y volvió a caerse el tontorrón. Como una exhalación, agarré el espadón y lo levanté. A pesar de intentar esquivarla, la hoja cayó segando totalmente su rodilla izquierda. Su grito fue agónico y la sangre saltó manchando mi pantalón y mis botas. Levanté otra vez el arma y esta vez ya pude poner la guinda al pastel...

Observé como Dragunov comenzaba su lucha y decidí hacer yo lo mismo. Me eché dos o tres pasos hacia atrás y analicé a mi enemigo: parecía el típico matón, que lograba llegar a ser el cabeza de una pequeña banda gracias a su fuerza bruta y a matar al resto de aspirantes, pero por si acaso, decidí tomar precauciones y empecé con una pequeña provocación:
-Hey grandullón, mi compañero les esta metiendo una paliza a tus secuaces, ¿acaso no tienes la fuerza suficiente como para ir a ayudarles?.
Mi miró de forma furibunda, y alzando su hacha por encima de la cabeza, vino corriendo hacia mi, dispuesto a partirme en dos. Reaccionó tal y como yo había planeado. Con una sonrisa, dejé que mi pluma derramara un charco de tinta en el suelo, y después salté hacia atrás, haciendo que el charco quedara entre los dos. El bandido se detuvo en seco antes de pisar el charco.
-¿Qué pasa?, ¿se te ha roto la pluma? JAJAJA- Dijo riéndose- ¿O acaso pensabas que me iba a resbalar con eso?-
A continuación saltó tranquilamente el charco. Pero en el momento en el que tocó suelo, envié un poco de magia del bosque, en forma de viento hacia su cabeza, lo que le hizo desequilibrarse y caer de espaldas en el charco de tinta. -Ha sido demasiado fácil-pensé al verle levantándose con toda la armadura de piel llena de tinta. Decidí disfrutar un poco antes del toque final:
-Bueno, parece que si que te has resbalado, jajajaja- le dije entre risotadas.
Enfurecido me gritó: -¡¿Que demonios has hecho maldito escritor?!- a continuación agarró fuertemente su hacha y la blandió en horizontal, mientras se acercaba lentamente para no volver a caer en otra trampa como esa. En ese momento vi como Dragunov estaba a punto de darle el golpe final al último enemigo, por lo que pensé:- Bueno, ya va siendo hora de acabar con esto. Apunté con mi pluma hacia el bandido y pronuncié las palabras del hechizo: -Blodau Escupefuego. Inmediatamente empezaron a crecer unas 12 o 13 Escupefuego en la espalda de mi adversario, y cuando se quiso dar cuenta ya era demasiado tarde. Le envié una gran cantidad de aire, tanto que salió disparado contra un árbol cercano. Al golpear con la espalda en el árbol, toda la energía calorífica que guardaban las Escupefuego en sus semillas, se liberó de golpe, haciéndole arder en llamas. Mientras el bandido intentaba apagar el fuego inútilmente, me giré hacia Dragunov y le dije: - ¿Ya has acabado con los tuyos? Si pude ser me gustaría que no mataras al que he derrotado yo, no quiero ser el culpable de matar o que maten a alguien tan débil como él. Dicho esto, saqué mi libro y me puse a escribir.

Al terminar, contemplé dos cosas: cómo el jefe de bandidos era lanzado a un árbol y cómo unas simples flores de nada lo prendían en llamas. Fruncí el ceño, pero no dije nada. Volví a coger al jabalí muerto y me acerqué al semisilfo, que en estos momentos estaba escribiendo:

- Bonita forma de derrotarlo... En fin, ¿ha sido suficiente para tu historia? Lo digo porque yo ya me encamino a nuestra pequeña tienda mercenaria y allá no se acepta a extraños.

Esperé la respuesta de Dielf, el semisilfo.

De repente el mercenario se me acercó, y se despidió de mi de una forma bastante ruda, preguntándome si ya había conseguido lo que quería para mi libro. Le respondí que si, y añadí:
-Espero que nos volvamos a ver Dragunov, realmente me ha gustado trabajar contigo.
Diciendo esto, volví a ponerme en marcha hacia el Jardin de la Paz.

Me despedí de él mediante un ligero cabeceo y ambos tomamos sentidos contrarios, él alejándose hacia el reino élfico, supuestamente a donde antes estuvo, mientras que yo fui en pos de mi destino, concretamente, el río Aley, donde instalamos un pequeño campamento de recogida de avituallamiento y abastecimiento.

Tras unas pocas horas, antes de ser mediodía, llegué hasta mi destino. El campamento mercenario estaba en plena actividad. Muchos cargaban objetos ocultos de un lugar a otro, otros inspeccionaban las mercancías y las embalaban y los demás se limitaban a hablar. Había casi una docena de carruajes tirados por bueyes, donde unos acemileros los cuidaban y controlaban parsimoniosamente...

En cuanto dejé el jabalí y las milenas en los puestos de carga, me fijé en que había una serie de libros. La curiosidad me movió a rebuscar entre ellos. Cogí uno y leí el título: ''Sobre la Flora de Gold...'' Hmmm, no estaría de mal leerse un libro...

Tras la experiencia con aquel semisilfo, empecé a sospechar que mucha gente aparenta para ocultar su verdadera naturaleza. En fin, Dielf me pareció un tipo bastante espabilado. Probablemente, volvería a encontrarlo y la verdad es que no me importaría verle de nuevo en acción. Sonreí ligeramente y empecé a devorar concienzudamente la primera página de lectura...

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