(Off Rol: Siento mi inactividad. Entre las vacaciones y demás cosas apenas tengo tiempo para rolear)
En cuanto miré al horizonte y parecía que la arena nunca acababa me puse a pensarlo más detenidamente: Ese no era un lugar donde un licántropo pudiera encontrarse cómodo. ¿Quién me aseguraría que encontrara algo de alimento? ¿Y quien dice que encontrase algo de agua? No podía arriesgarme a perder mi vida por no querer dar un rodeo y eso era el otro dilema, no quería perder más tiempo.
Giré la vista atrás, observando las pequeñas colinas que parecían olas de piedra en el horizonte... Era hermoso, esa sensación de tranquilidad que no sentía desde hacía ya mucho tiempo...
Pero no podía quedarme allí más tiempo, debía tomar una decisión. En ese momento fijé mi vista en algo del desierto. No sabía que podía ser, así que me adentré en él para verlo de cerca. Cuando lo tuve suficiente cerca vi que se trataba de un puñado de béstias despedazando el cadáver de un hombre. Grité a esas béstias esperando espantarlas con mis manos en alto con el fin de parecer más grande, y en efecto huyeron atemorizadas. Me acerqué a lo que quedaba de aquél pobre hombre y comprové si llevaba algo que pudiera serme útil. Cogí su cantimplora que estaba suficiente llena como para aguantar un par de días, una brújula con un pequeño golpe pero que aún funcionaba y le quité su túnica, me la puse en la cabeza para protegerme del sol. Cuando empezaba a alejarme volví atrás y enterré aquél pobre hombre, aunque a mí me apetecía bastante más darle un buen bocado... pero me retuve, no querría que me hicieran lo mismo.
Empecé a caminar sobre aquél mar de arena que parecía no tener fin. Había oído tantas cosas acerca de aquél inhóspito lugar... Suspiré un segundo y miré la brújula para comprobar que llevaba el rumbo correcto, hacia el norte, hacia Rosbasha.
Caminé y caminé y lo único que veía era arena y más arena, además un calor incesante recorría todo mi cuerpo. No corría nada de brisa y me sentía fatigado. Parecía que el día no acababa nunca en ese lugar, el atardecer se hizo de rogar. Por la noche era todo lo contrario, un aire gélido corría por la arena y la única luz que habitaba en aquél lugar era la de la luna. Oía ruidos extraños, como movimiento entre las dunas... No me apetecía convertirme en bocado de nadie así que no descansé, todo lo contrario, apreté el ritmo hasta correr como loco por las ahora frescas dunas. Esto si era agradable, y encima estaba ganando mucho terreno. La luna estaba llena y mis ganas por convertirme en animal íban en aumento, pero tenía miedo a perder la cordura y olvidarme de seguir el rumbo. Seguía corriendo a un ritmo bastante fuerte e incesante hasta que no pude retenerme más, me convertí en béstia una vez más... En ese estado corría a una velocidad increíble, y lo mejor de todo era que estaba pensando! Por primera vez tenía control sobre mi forma lobuna. Me sentía el ser más poderoso de todo el desierto, nadie se atrevería a acercase a mí y campaba a mis anchas por aquél lugar, dejando una nube de polvo y arena detrás mío.
A poco de amanecer, la arena iba desapareciendo y había cada vez más hierba. Cuando llegué a lo que parecía el primer prado de hierba después del desierto, bebí lo que quedaba en la cantimplora y caí rendido al suelo. Estaba oiendo el típico bullicio de una ciudad... alcé la vista un segundo y vi una gran torre y murallas... Había llegado a Rosbasha. Volví a caer al suelo y me quedé profundamente dormido...