La oportunidad de conocer un mundo totalmente distinto al que siempre había visto era tentadora a más no poder... ¡habría tanto por investigar y explorar en ese lugar desconocido y distante...!
Mi misma ignorancia sobre ese sitio me impulsaba a viajar, pues se me hacía indigestible que yo, sierva de la sabiduría, apenas tuviera un vago conocimiento de aquel mundo que ahora se abría ante nosotros.
No quise compañía en mi primer contacto con la Tierra; quería ir sola a explorarla, por lo que cuando el portal se abrió ante nosotros, me separé de los demás para internarme en ese lugar desconocido, pero que soñaba con conocer en su totalidad.
Aparecí en una animada calle, abarrotada de humanos que iban rápidamente de un lado para otro, ataviados con los ropajes más extraños que jamás hubiera osado imaginar y que me dedicaban ciertas miradas socarronas, debido a mi largo vestido gris y a mis orejas picudas.
-¿De donde te has escapado tú, de una novela de Tolkien?-me espetó un joven ataviado de la cabeza a los pies con ropajes negros y con pinchos, mientras me dedicaba una mueca burlona.
Solo tras ese comentario me percaté de que mis orejas puntiagudas, que tan normales parecían en Gold, en la Tierra no eran comunes para nada; seguramente me estaban tomando por loca o algo similar, debido a mi aspecto tan diferente. Tapándome mis orejas con las manos, corrí de un lado a otro, intentando pasar lo más desapercivida posible; pero fuera a donde fuese, varios pares de ojos se posaban en mí.
¡Había sido una locura haberme precipitado tanto a la hora de acudir a aquel lugar! Debería haber caído en la cuenta de que me iba a enfrentar a un mundo que casi nada tenía que ver con el mío, como ya nos habían advertido. Primero tendría que haberme preparado para parecer una humana, y luego, una vez lista, adentrarme en esos lugares desconocidos con un buen camuflaje para no llamar excesivamente la atención.
Por eso regresé a Gold sin perder ni un instante más, agradeciendo momentáneamente la imagen familiar de los árboles que componían el bosque en el que habitaba. No es que me hubiera rendido, pues pensaba volver a la Tierra otra vez en cuanto me hiciera con los materiales necesarios; pero tras aquel instante de caos y desorientación, me agradaba volver a casa.