El juglar itinerante está aquí

Nada mas llegar a la ciudad, después de haber caminado varios días desde el Jardín de la paz, me dirigí hacia un gran cartel, de madera gastada y con florituras en las esquinas, en la cual se podía leer: Gremio de los Juglares.
Tras inspeccionar un poco el lugar, decidí trabajar como juglar, ya que era un trabajo con el que estaba familiarizado después de trabajar de cuenta cuentos en varias aldeas. Además, un poco de oro extra no me vendría mal, ya que mis ropas estaban completamente destrozadas y enmohecidas.

Decidí que mis precios serían: 10 monedas de oro por hacer una biografía para cualquiera que me la pidiese, eso si, una solo a la semana, porque tampoco pensaba eslomarme a trabajar.
También, en el caso de que el trabajo fuera escaso, recitaría una vez a la semana, un trozo de mi autobiografía, y con ello puede que consiguiera un poco de dinero que me fueran dando las gentes que la escucharan.
Ya que las rimas no se me daban muy bien, ese servicio decidí dejarlo para mas adelante.

Una vez pregonado todo esto, continuaré con mis aventuras, hasta que alguien me reclame alguna biografía.
Encantado de servirles: Dielf, el juglar itinerante.

Mi historia comienza cuando tenía tan solo 6 años. Con esa edad ya era consciente de todo lo que pasaba a mi alrededor, y me gustaba escribir todo lo que veía en mi cuaderno, mas o menos como ahora. Vivía felizmente con mi padre y mi madre en una vieja cabaña en las cercanías de un bosque, en la parte norte del Jardín de la paz. Nunca fui a ninguna academia de magia ni de lucha, aprendí a escribir de mi padre, y un poco de magia de naturaleza por parte de mi madre. Nunca me relacioné con otras personas que no fueran mis padres y sus amigos, por lo menos hasta los 12 o 13 años, ya que mis padres me advirtieron de que un mestizo como yo, y especialmente uno tan extraño como un semi-silfo seria marginado por los demás niños y me metería en problemas. Cuando me decían eso siempre les respondía lo mismo: "No importa padre, y yo lo único que quiero es contemplar las nubes y vivir pacíficamente, sin complicaciones, y si para ello tengo que aislarme en el bosque, que así sea". Ahora que lo pienso mas detenidamente, era muy maduro para mi edad, pero estaba tremendamente equivocado. El día de mi séptimo cumpleaños, mi padre me regaló una pluma para que continuara escribiendo en mi cuaderno, una pluma cuya tinta me dijo que nunca acababa. También me dijo que en esa pluma residían su alma y la de mi madre, entrelazadas con el único deseo de protegerme y cuidarme. Inmediatamente salí disparado hacia el bosque, después de darle las gracias a mi padre, y me dispuse a estrenarla, escribiendo todo lo que sentía en cada paso. Por una casualidad del destino, el bosque ese día estaba tremendamente bello, todas las flores me mostraban sus colores y aromas, los animalillos se paseaban a sus anchas por delante de mi, y miles de sonidos inundaban mis oídos, entremezclándose en una misteriosa melodía. De repente, en medio del estado extasiado en el que me encontraba, me dirigí hacia un río cercano, buscando refrescarme un poco, y cuando llegué, hundí mis manos en su fría agua y bebí despacio. Súbitamente escuché un ruido que provenía de las aguas, y cuando me quise dar cuenta tenía ante mi un Kelpie de un tamaño considerable. Mi madre me había hablado de ese tipo de criaturas, y sabía que era muy raro que uno de ellos emergiera durante el día. El Kelpie me hizo una señal con la cabeza, como indicándome que montara a su lomo; sus bellas crines ondulaban al ritmo de la corriente del río, provocandome una sensación de sopor, y unas enormes ganas de acercarme a él y montar en su lomo. Mi mano se estiró hasta que rocé su piel, la cual era suave como la superficie del agua, y mientras le acariciaba el lomo, se agachó hasta mi altura, para que pudiera montar en él. Mi madre también me había prevenido de que nunca montara sobre un Kelpie porque en el momento en que montara, este se sumergiría y me ahogaría en el fondo del río, pero en ese momento no pensaba que fuera a ocurrir nada malo, así que monté en él, ya que creía que algo tan hermoso no podía contener maldad alguna. Pero en el momento en que estuve montado en él, de golpe empezó a sumergirse, arrastrándome a las profundidades. En ese instante me desperté completamente del sopor, e intenté contener la respiración, mientras el Kelpie me arrastraba hasta lo mas profundo del rio...

Si quereis saber como continua, la parte 2 llegará la próxima semana (que así me saco mas pasta XD)
Un saludo a todos
P.S.: me añado las 10 monedas recolectadas al contar la historia.

Creí que iba a morir, pero de repente se escuchó una voz melodiosa que sonaba como un arroyo, que susurraba palabras que no pude entender. De repente el kelpie volvió a subir a la superficie, y pude respirar de nuevo. A continuación, me restregué el agua de los ojos con la manga, y poco a poco bajé del kelpie, el cual se sumergió otra vez. Entonces miré hacia todos los lados buscando el origen de la voz, pero no encontré a nadie por los alrededores. Me acordé de que llevaba encima mi cuaderno y mi nueva pluma, así que preocupado metí la mano en el bolsillo, y saqué la pluma, que misteriosamente se encontraba seca. De seguido miré hacía mi cuaderno, el cual se encontraba desastrosamente mojado e inservible, pero eso no me importó en absoluto ya que todas mis historias las tenia en la memoria. Por el contrario me importaba mas el origen de esa preciosa voz, ya que mi alma me decía que ella me había salvado la vida. Me puse a buscarla en el agua, ya que era ahí donde la había oído. Después de unos 20 segundos buscándola, escuché de nuevo la voz, pero esta vez a mis espaldas:
-No te acerques demasiado, no sea que te caigas.-
Cuando miré en la dirección, vi a una pequeña hada, del tamaño de una niña de 8 o 9 años. Mis pupilas se clavaron en ella. Era realmente hermosa, incluso mas que mi madre, solo que era de un color azulado con tonalidades de un azul muy claro, casi como el del cielo. Me quedé anonadado y casi no puede responder:
-¿T...tu me has sa..salvado?- dije medio tartamudeado.
Como única respuesta, soltó una risita, que sonaba como el gorgoteo de una fuente, aleteando con sus pequeñas alas de mariposa azulada, y se dirigió hacia el río. A continuación sumergió su mano en las aguas, susurró una palabra en otro idioma, que no entendí, y a los pocos segundos el kelpie emergió de nuevo. Después el hada se puso a acariciarle las crines, mientras me dijo:
-Es un poco juguetón, pero es mi mascota, se llama Sblash- dijo todavía riendo, se giró hacia mi y añadió- ¿La sangre de mi raza corre por tus venas verdad? ¿Cuántos años tienes?-
-Siete, hoy es muy cumpleaños. ¿Y tu?, las hadas siempre aparentáis los mismos años. -
- Tan solo tengo 9, aunque ya casi aparento la edad de los 10. Así que hoy cumples los 7 años... - Diciendo eso se acercó a mi y agarró mi cuaderno. De repente el cuaderno brillo con luz azulada y se secó completamente. A continuación el hada se alejo por el bosque, y justo antes de desaparecer de mi vista me dijo: -Me llamo Dayana, ven alguna vez más a verme, solo tienes que llamarme y vendré.-
Después desapareció. Yo agarré el cuaderno y volví a mi casa, dispuesto a volver a visitar a Dayana mas adelante.

Si queréis saber como continua, colgaré la tercera parte la semana que viene
Un saludo. (me añado las 10 monedas )