Mi hibridación con un vampiro

Hacía ya mucho tiempo que había meditado sobre hibridarme, pero no me había decidido nunca a intentarlo, ya que al ser un mestizo, las posibilidades de algún fallo eran altas. Ahora por fin ya me había decidido a hacerlo. La verdad es que también estuve pensando mucho tiempo en que raza sería la que escogería. Cuando estuve pensando en ese tema, no se por que algo se revolvió en mi interior, como una voz que me decía: -Hibridate con un vampiro y déjame salir otra vez, como cuando te enfadas, juntos seremos mucho más poderosos, déjame controlarte.... Recordé todas las veces que en el pasado me había ocurrido esa extraña transformación, en la cual mi pelo se volvía blanco y mis ojos rojos y me volvía extrañamente violento y despiadado, pero también conseguía poder. Al final la curiosidad pudo conmigo y decidí hacerlo, a pesar de que pudiese salir mal.
Cuando me presenté en la torre pregunté por un alquimista y esperé.

De repente me pegué un susto de muerte: una ángel con un mantel blanco y sucio se presentó ante mi gritándome y lanzándome una batería de preguntas. Empecé a plantearme que quizás no había sido buena idea, solo de ver las pintas de la ángel que se encontraba ante mí, con el ceño fruncido y el mantel manchado de cosas que yo esperaba que no fuesen sangre. Estaba pensando en largarme de allí sin hacer la hibridación cuando la voz volvió a mi interior: -Venga cobarde, no irás a echarte a atrás ahora, ¿no?, ¿o es que te da miedo ese pajarito? Anda, no seas gallina, que ella no es para tanto, además, es bastante guapa ¿no crees?- Intenté deshacerme de la voz de mi interior, que cada vez me incordiaba más, no se por que en estos últimos años no me había molestado nunca y ahora aparecía sin parar. Quería comprobar que era lo que me ocurría, y si para ello era necesario hibridarme, pagaría el precio.
-Emm... si, estaba buscando a un alquimista que pudiese hibridarme con un vampiro. Me llamo Dielf, semisilfo, encantado de conocerte... esto... señora alquimista.- Esperé ansiosamente su respuesta.

Las preguntas que me hizo la examinadora eran realmente difíciles, por lo que necesité unos minutos para pensarlas, haciendo acopio de todo lo que sabía y lo que había aprendido en mis viajes. Parecía que la examinadora tenía prisa, pero la verdad es que me lo había puesto bastante complicado...Cuando creeí saber las respuestas, me aventuré a decirlas, mientras en mi interior resonaba de nuevo la voz: -Venga listillo, que esas te las sabes.-
Entonces, y haciendo caso omiso de la voz, respondí:

La primera creo que se refiere a la nada...

La segunda a una fotografía, esa es la más sencilla.

La tercera, que me parece la mas complicada creo que es... la muerte.

Una vez respondidas, esperé ansioso la contestación de la alquimista.

Sentí una extraña sensación, cuando el vampiro salió de mi interior, dentro del circulo dibujado en el suelo. me miró y sentí un escalofrió por toda la columna; con una macabra sonrisa, nuestras almas se fusionaron y me sentí tremendamente mareado. Me quedé extasiado, sin notar nada especial, después desparecieron las marcas. La alquimista me indicó que esto ya había acabado y se fue rapidamente, dejándome solo y desorientado, por lo que le di las gracias, todavía mareado y salí lentamente a la calle. Pero de repente, nada mas salir a la calle, noté un impulso en el estómago, que me hizo caer de rodillas; vomité mientras notaba como mi espíritu se retorcía y volví a escuchar la voz, pero mucho más fuerte y clara que antes: -Hey, ¿que tal compañero?. Con cada palabra mi espíritu se revolvió intentando asimilar completamente la nueva alma, estabilizándose poco a poco.
Decidí que si a partir de ahora eramos iguales, debía de tratarlo con más respeto: -Jejeje, ahora mismo un poco jodido-
Se escuchó una carcajada, como de ultratumba y de repente la sensación de mareo desaparecí y me sentí mucho mejor, me levanté y pensé: -Gracias por hacerlo parar-
-De nada, pero a partir de ahora tenemos que hablar sobre ciertas cosas.- me respondió. Me imaginé una sonrisa en su cara. Podría haber sido de cualquier raza, incluso una mujer, pero había tenido la suerte de que se trataba de un silfo-vampiro. Pensé de nuevo:
-Claro, hablaremos, pero tengo algunas condiciones para nuestra convivencia.
Respondió riendo:
-Por supuesto compañero, y yo también tengo algunas..- Con esto comenzó un diálogo incesante de términos y condiciones, mientras yo avanzaba como un fantasma por las calles...