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| Trilogia de Alby: Capítulo 1: El Hechicero, el ángel caído y el mago [Privado] | |
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alby Divinidad
926 856 Fecha de inscripción : 22/11/2008 Edad : 26 Localización : El Sabio no me permite decirlo
Hoja de personaje Nombre del personaje: Alby Rocnus nivel: (8/20) Monedas: 189
| Tema: Trilogia de Alby: Capítulo 1: El Hechicero, el ángel caído y el mago [Privado] Miér 17 Oct 2012 - 18:37 | |
| Primera Trilogia de Alby: Renacimiento y redención
Capítulo 1: El Hechicero, el ángel caído y el mago
Mis hechizos me había protegido de haber agotado la arena de mi reloj en aquella caída, aunque solo había conseguido salvarme yo puesto que mi compañero de caída, aquel cancerbero infernal había sufrido los efectos del impactar contra el suelo desde la cima de un acantilado. Mientras su cuerpo yacía aplastado a los pies del gran monte de piedra, mi escudo había conseguido librarme del impacto aunque eso sí, caí de lleno en un canal de agua, lo que hizo que la esfera al tocar el fondo se rompiera y yo comenzara a empaparme, aquello había sido inesperado por tanto tardé unos instantes en reaccionar hasta que el agua empezaba a colarse entre mi ropa. Nadé, ascendí mientras cogía el poco aire que había podido tomar de la esfera que ahora el oxigeno ascendía como burbujas, tenía que ser rápido, lo menos que quería era morir ahogado después de haber sobrevivido a aquello, sería demasiado sarcástico, sobrevive a una caída desde un acantilado, pero muere ahogado. Quizás era la adrenalina lo que me estaba haciendo pensar estas cosas, quizás la que comenzaba a ser la escasez de oxigeno hasta que por fin llegué a la superficie, salí casi al límite, mientras mis pulmones se vaciaban completamente para después llenarse de nuevo con una gran bocanada que di. Avancé exhausto hacia la orilla, donde se hallaba el cadáver de mi enemigo, que ya podía descansar en paz en el infierno del que provenía. Salí de las frías agua y me desplomé boca arriba sobre las rocas, aun con los pies colgando en la orilla y sumergidos en el agua, estaba empapado, tenía frío y me latía el corazón como nunca lo había hecho, aquello no podía ser sano, yo no estaba hecho para un mundo de sobresaltos y continuos peligros, al menos, todavía. Por unos segundos pensé en mi vida, en mi vida como líder de los Buscadores, continuamente desapareciendo, siendo amenazado e incluso intentado de asesinar por mi situación en el escalafón más alto del clan, todo aquello, incluso, cuando buscaba la paz he encontrado conflictos, ya fuera en Telenius por profanadores, como por un viaje por la llanura con compañeros, perturbado por una manada de bestias provenientes del averno. Supuestas llamadas falsas de auxilio que acababan en trampas y emboscadas, ¿por qué tenía que ser todo así? Conflicto tras conflicto ¿Acaso es que la paz es solo un falso pensamiento temporal? ¿Acaso estamos condenados a librar batalla tras batallas? ¿En qué tiempos oscuros nos encontramos? Cuando volví a abrir los ojos empezaba a alumbrar el sol trayendo consigo un nuevo día, era momento de avanzar, salir de esta fisura que daba a un afluente de agua. Me reincorporé con el cuerpo entumecido por el tener que dormir sobre la fría roca, por lo que convoqué a mi báculo Lunius para ayudarme a caminar y avanzar, solo había dos posibles caminos, a mi derecha o a mi izquierda, puesto que uno de los llevaba al origen del agua y el otro tenía que llegar a una desembocadura, donde se encontraría el mar por la proximidad a la costa de fuego. El “pasillo”, si se le podía llamar a ese sendero, se estrechaba o agrandaba en puntos concretos, dificultando el avance, además de que la humedad en las rocas me podría ocasionar algún que otro accidente devolviéndome a las profundidades del río, por tanto tenía que estar constantemente apoyado en la pared rocosa de uno de los dos acantilados mientras que usaba mi báculo como apoyo para evitar inclinarme hacía el canal. Este sitio no me resultaba familiar, puesto que parecía que nadie lo hubiera usado como camino, no había ni cuevas ni grietas en las que pudieran caber personas, y mucho menos dragones, seguramente aquello fuera un simple canal que atravesaba la tierra. Empezaba a sentir las manos insensibles, seguramente por una mala postura al descansar, o quizás por la cantidad de polvo o tierra que se me podía quedar pegado a las palmas de las manos tras una “pequeña sumersión” en el agua. Me hubiera resultado más fácil crear un portal y regresar a mi hogar, pero temía que las fuerzas me flaquearan, un portal era algo que requería concentración y energía, cosas que se me estaban empezando a agotar además de que empezaba a temer de que el agua hubiera hecho mella en mi salud, tosía de vez en cuando y mi respiración era agitada, debía de estar cogiendo un resfriado o una pulmonía, cosa que se podría curar fácilmente de no ser que la magia en estados anormales podría resultar peligrosa. Podría descontrolarse, extraerme energía hasta dejarme en los huesos, o en un portal, dejarme flotando en la nada, atrapado eternamente. Por ello siempre se ha recomendado a los aprendices e incluso se ha visto en maestros el emplear la magia con el estomago lleno y repletos de energía, en las mejores condiciones posibles para poder emplear la magia, incluso magos poderosos temían el usar la magia con el estomago vacío, puesto que consumía energía, calorías, por tanto podrías llegar adelgazar hasta llegar a consumir todo tu cuerpo. Incluso los maestros podían sucumbir bajo aquello, por ello empleamos báculos con cristales o recipientes, para almacenar energía y emplearla sin tener que gastar la nuestra propia, para así evitar este problema y durar más en combates o realizando conjuros poderosos o prolongados. Cuando uno se está enfermo, el cuerpo no responde correctamente, por tanto no puedes manejar bien, concentrarte en la magia, causando bastantes fallos que pueden llegar a acabar con la vida del hechicero. Por tanto, ahora mis principales objetivos eran salir de esa estrecha fisura, posiblemente conseguir hacer un fuego para calentarme y por último, contactar con los Buscadores para que me vinieran a buscar, seguramente me esperaría más de una bronca por su parte. | |
| | | alby Divinidad
926 856 Fecha de inscripción : 22/11/2008 Edad : 26 Localización : El Sabio no me permite decirlo
Hoja de personaje Nombre del personaje: Alby Rocnus nivel: (8/20) Monedas: 189
| Tema: Re: Trilogia de Alby: Capítulo 1: El Hechicero, el ángel caído y el mago [Privado] Sáb 29 Dic 2012 - 0:57 | |
| La salida cada vez se encontraba más próxima, cerca, cerca, por fin podría escapar de ese monótono camino serpenteante. Por fin podría ponerle punto final a esta caminata en la que en cada momento corría el riesgo de resbalar y volver a sumergirme en las frías aguas que corrían por aquella fisura en la cual había caído desde su cima. Aunque resultaba algo irónico que las aguas que me habían salvado de haber quedado reducido a papilla en un choque directo contra el suelo, ahora eran la principal causa de mi mal pues a medida que el tiempo avanzaba, podía sentir en mis carnes como algo no andaba bien, algo no marchaba nada bien en mi organismo, y no era otra cosa que una enfermedad que debía haber contraído por mi prolongado tiempo expuesto con las ropas húmedas al frío de la noche en aquellas tierras.
Todavía era incapaz de concretar qué era lo que me causaba aquel mal, si se trataba de un simple resfriado o si era algo más grave, pero de todas formas tenía que alejarme de ese sitio cuanto antes, cuanto más permaneciera allí sería peor puesto que los síntomas se agravarían terminando, quizás, con mi vida y eso era algo que no me hacía ninguna gracia. De todos los finales que hubiera podido imaginar, este era el menos indicado, perdido en una grieta, muerto quizás de hipotermia en una costa que se llama la costa de fuego. De haber imaginado algún final para mi vida quizás hubiese sido en un enfrentamiento con uno de los muchos asesinos que me han estado acosando desde que restauré el clan de los Buscadores, nunca pensé que ser líder de un clan como este fuera tan peligroso.
De haber imaginado otro final quizás se tratara de uno más pacífico, en la cama de una casa postrado, con mi hija ya crecida sosteniéndome la mano y con mis nietos a su alrededor, esperando a que la parca viniera para acabar el trabajo que una vez comenzó, llevarse mi vida y quizás convertirme en una de las almas de la fortaleza de cristal. Pero no, no sería un alma atrapada, de morir así hubiera sido una muerte bonita y me hubiera podido marchar en paz, sin nada que me atase a este mundo y sin quedarme eternamente en la fortaleza de cristal, hubiera podido atravesar la puerta y quizás llegar al cielo si es que existía realmente un lugar más allá de la fortaleza la cual había comprobado que era más que cierta.
Pero todavía quedaban cosas por las que no me rendiría, por las que lucharía hasta el último momento sin tirar la toalla, sin rendirme, puesto que todavía podía haber luz al final del túnel ¿No se suponía que yo iba a ser la luz que iluminase nuestro camino? Sería un insulto y una ofensa si terminara de esa manera, todavía me quedaban muchas cosas por vivir, muchas personas que conocer, amigos con los que reencontrarme, enemigos con los que batirme en el fragor de la lucha, tierras que ver, maravillas que ver, cosas que aprender, libros por leer. Y sobre todo aquello, no iba a dejar que mi hija creciera huérfana sin un padre que la viera, por mi hija lucharía, por mis amigos lucharía, por todos a los que he conocido, amigos, enemigos, buenos, malos, por todos ellos, lucharía. Y con ese pensamiento en la cabeza y la esperanza en el corazón, por fin alcance la ansiada salida de aquel estrecho corredero que solo podría traer disgustos y accidentes. El es escenario que se abría ante mí era justamente lo que se podría esperar de un lugar con aquel nombre. Una extensa playa de arena infinita que se perdía en el horizonte en ambas direcciones, daba igual donde mirase solo se podía ver arena, más arena y las olas del mar que bañaban la costa arrastrando, llevando y trayendo todo lo que encontrasen en su camino, como un juego, una danza repetitiva en la que avanzaban y retrocedían. Era casi hipnótico, pero había cosas más importantes que hacer que pararse a admirar la naturaleza de las aguas del mar y los océanos. Puesto que ahora que había alcanzado uno de mis objetivos actuales ahora debía ponerme con el siguiente puesto que al comprobar con el antebrazo al remangarme el brazo de mi túnica, mi frente empezaba a notarse ardiendo mientras parte de mi sudor la bañaba. Necesitaba urgentemente una fuente de calor que pudiera evitar que aquel virus siguiera extendiéndose, calentando mi cuerpo y con ello lográndolo.
Hubiera continuado mi camino en busca de algo con lo que pudiera hacer fuego si no se me hubiese pasado por la cabeza en un momento dado el pensamiento de que quizás con mi forma de lobo podría ir más rápido de lo que voy ahora, apoyado en un báculo mientras camino y empieza a estornudar y a toser. Era una idea, era una buena idea puesto que mi cuerpo lupino estaba separado de mi forma humana y por tanto no estaría enfermo, y bajo ese cuerpo podría desplazarme mejor y con mayor velocidad además de poder conseguir las cosas de una manera más sencilla aunque se tratase de la fuerza bruta.
Por lo que no dudé ni un instante y di paso a la transformación en la que, como era costumbre, mi cuerpo empezaba a crecer mientras los músculos se estiraban y se expandían hasta que dejara de ser un humano para al fin adoptar la figura de un gran lobo negro.
Una vez hecho esto, di paso a mi carrera bordeando el acantilado que se alzaba, majestuoso, a uno de los lados de la costa mientras en el otro estaba esa interminable superficie azul que se movía de un lado a otro. Sobre mis cuatro patas pude sentirme libre corriendo por aquella playa, mientras que disfrutaba de una ilusión que se desvanecería cuando volviera a mi cuerpo original. No me sentía enfermo, no sentía el cansancio que antes me acosaba, me sentía lleno de energía, como si hubiese estado descansando durante horas, listo para emplearla en mi aventura.
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