Boda Nathan & Arwen

Era una locura.
Lo sabía desde que me había comprometido con Nathan, desde que sus labios habían rozado los míos por primera vez en aquella batalla en el bosque. Pero mi decisión estaba tomada, y por eso había aceptado convertirme en su esposa, a pesar de la oposición de mi familia, lo que suponía la desaprovación de toda la casa real élfica.

Mas no había vuelta atrás ahora que ya había llegado el día en el que me uniría a Nathan hasta el fin de mis días. No iba a negar que estaba un poco nerviosa, pues jamás habría imaginado que fuera a contraer matrimonio con un Hombre, aunque eso era lo de menos.

En un acto de rebeldía, decidí que la ceremonia sería en Erenh, para, además de ser un gesto claro de rebelión, daba la oportunidad de que si algún miembro de la familia quería pasarse después de todo, podría hacerlo.
Había hablado con un conocido, Alby, para que oficiase la boda, dado que los dos éramos adoradores del Dios Blanco.

Así pues, cuando llegó el momento, me dirigí a la Iglesia donde tendría lugar la unión. Ya portaba el clásico vestido nupcial élfico, completamente blanco y adornado con bordados de plata, y entré en el templo, a esperar a los demás. Sabía que en las bodas humanas la novia solía retrasarse, pero entre mi pueblo no se apreciaba esa costumbre.

Había sido expresamente solicitado ser el sacerdote que oficiara la ceremonia de la boda, me lo había pedido la novia en persona, una de las miembros de mi clan, no podía negarme a una ceremonia del Dios Blanco, eso me traía nostalgia de mi propia boda.

Ahora acababa de llegar a la capilla pero quería dar una gran felicitación a los novios, algo para dar alegría en un día tan especial como era hoy, antes de entrar en el lugar donde seria la boda prepare un hechizo especial…

Las puertas de la iglesia se abrieron y cientos de esferas de luz entraron por la puerta, revoloteaban por el lugar cambiando de colores como los del arco iris, con un chasquido las esferas adoptaron forma de mariposas de colores, varias se posaron en el vestido de la novia haciendo que el vestido fuera una fantástica combinación de colores.

Las demás esferas adoptaban formas, pequeñas danzarinas que saltaban por encima de los bancos de la iglesia bailando en una danza de colores, de pronto todas se unieron en un punto concreto, tras el altar formando una figura angelical y ahí hice mi entrada, con la gente distraída con las luces yo me cole detrás del altar y cuando el ángel desapareció, allí me encontraba yo.

Hermanos y hermanas, seguidores de nuestro dios… estamos hoy aquí reunidos para unir en una ceremonia de amor a dos jóvenes almas, ante los ojos del Dios Blanco la ceremonia da comienzo-dije recordando algún que otro verso.

El sonido de los pies de Nathan hizo que me diese la vuelta, mientras que esbozaba una sonrisa para recibirle, al mismo tiempo que lo examinaba de arriba abajo con un leve gesto de aprobación: no estaba habituada a verle sin su armadura, pero el cambio me agradó, parecía más cercano, por así decirlo, y más relajado también.

-Es costumbre de los Elfos el venir antes de lo previsto para reflexionar-dije con una leve sonrisa-Sé que esperabas esto vacío, conozco algunas costumbres de tu raza respecto a las uniones. Estás muy elegante-añadí.

Mis pensamientos volvieron a ser interrumpidos por unas esferas de luz, que asombraron a los presentes, y a mí con ellos, a pesar de saber que eran producto de un hechizo de Magia Blanca.
Pese a todo, mi sorpresa fue mayúscula al ver como se posaban en mi vestido, pues este parecía ahora hecho de distintas luces de colores, en lugar de ser una prenda de tela. Sin duda Alby se había lucido con los hechizos lanzados.

Pocos segundos más tarde se encontraba el mentando ante nosotros, recitando los clásicos versos que daban la introducción al matrimonio. Nerviosa, sonreí levemente mientras que agachaba la cabeza, esperando.

Observe a la pareja a la que estaba casando, vi la felicidad en sus ojos, una felicidad que me recordó el día en el que me había casado yo, con el amor de mi vida, Aira, la echaba mucho de menos, después de aquella misión la había perdido de vista pero sabía que estuviera donde estuviera estaba sana y a salvo.

Ante los ojos de los dioses una pareja decide reforzar su vinculo con el matrimonio y aun sean diferentes sus razas el amor verdadero no distingue de edad, raza o genero…-dije recordando algún verso y añadiendo algunas partes pues tantos versos de que el mestizaje no era bueno había que empezar a cambiarlos pues ya hacía años que se habían aceptado los mestizos en la sociedad- Ahora es el momento en el que si alguien tiene algo que decir antes de que esta pareja se una en la ceremonia sagrada que hable ahora o calle para siempre.

Escuché las palabras de Alby en silencio, mientras que sentía todo mi cuerpo tenso a más no poder, debido a mis últimas palabras con mi familia: había escuchado a mi padre chillarme durante más de media jornada, argumentando que era una deshonra el que yo contrajese matrimonio con alguien que no fuera de nuestra raza. Siempre le había tenido por una persona tradicional pero razonable, sin embargo tras aquella discusión, la imagen que siempre había tenido brillaba por su ausencia.

Sabía que, si mi padre se encontraba entre los asistentes, saltaría justo ahora, que tenía la oportunidad de hacer oír su opinión sin que esta sonase fuera de lugar. Casi se escuchaba la sutil amenaza en el silencio que reinaba, el cual no se quebraba en absoluto, ni por una respiración o similar.

Cruzando los dedos para que continuase como hasta ahora, mientras que alzaba el rostro con una especie de orgullosa sensación de victoria. Ya era hora de que comenzase a decir mis votos, y un tanto nerviosa, debido a la importancia que esas palabras iban a tener para mi futuro, comencé a hablar.
-Yo, Arwen Undomiel, te tomo por esposo para el resto de mis días, prometiendo serte fiel y no traicionarte jamás.

Escuche el silencio en la sala, con los brazos alzados observe como los miembros de la pareja pronunciaban sus votos, era algo tan bonito, sentí como una lagrima me salía del rabillo del ojo y me caminaba por la mejilla, era una lagrima de felicidad pues me recordaba aquel bonito momento en el que yo estaba delante de un altar junto a mi esposa que aun no lo era.

Los dioses han visto que vuestro amor es puro y me han escogido a mi… ellos y la novia...-dije con un tono humorístico para luego volver a la seriedad- me han escogido para otorgarme el poder de uniros en esta ceremonia, nadie se opone a esto pues callad para siempre y observad como un nuevo matrimonio ha surgido, puedes besar a la novia.

Tras las palabras de Alby noté como si mi corazón fuese un pájaro que revolotease contra los barrotes de su jaula, debido a los nervios. Me sentía como si la que estuviera allí no fuese yo, sino otra persona muy diferente a mí, pero que había adoptado mi misma imagen. Era un poco extraño, pero así me encontraba en esos momentos tan trascendentales, durante el cual me había convertido en una mujer casada.

No debía olvidar, a pesar de todo, la oposición de mi familia, además del hecho de que Nathan no sabía aún que yo era una princesa. Desconocía si este dato le agradaría o no, pero esperaba que supiera encajarlo lo mejor posible.

"Ya está todo hecho" pensé mientras sonreía levemente "Por mucho que mi familia me lo eche en cara, ya no pueden hacer nada. Hemos ganado nosotros".
Mientras estos pensamientos revoloteaban por mi cabeza, esperé pacientemente a que Nathan besase mis labios, sellando así la unión.

Finalmente, todo terminó como yo había deseado, nadie se interpuso y ahora me encontraba casada. Era un poco extraño pensar en mí misma como en una mujer desposada, pero no dejaba de serme agradable, después de todo lo pasado.
Mientras correspondía al beso de Nathan, no pude evitar esbozar una leve sonrisa de triunfo. Habíamos ganado a las férreas tradiciones de mi familia.