Persecucion en el bosque [Nathan/Arwen]

Loc: Bosques
Tiempo: Al amanecer

*Habia estado persiguiendo desde el dia de ayer a un grupo de Orcos y Goblins que habian causado estragos en una pequeña aldea, habian quemado las casas, robado objetos de valor y cobrado algunas vidas inocentes, pero no era la primera ves que esto sucedia, asi que el reino habia decidido que habia que ponerles fin, habia partido desde Robasha desde hacia ya dos dias y en solo uno habia logrado rastrearles, no eran unas criaturas muy listas tampoco pero si tenian un buen numero, por eso se habia designado a mi ayuda a 2 personas mas, una de ellas una hermosa elfa de quien ya habia escuchado hablar anteriormente, y en lo personal me encantaba la compañia de la gente de su raza, el otro compañero un hombre lagarto, experto en magia del fuego, bueno almenos tendria apoyo, permaneci cerca del grupo, vigilandoles habian montado un rudimentario campalmento en un claro cercano a un riachuelo, tenian alimentos y vino y algunos que otros peleaban entre si para probar que eran mas machos que el otro, los demas se dedicaban a mirarles, y a apostar pertenencias sobre cual ganaria la pelea*


Juegos de bestias...

*Murmure en voz muy baja, solo tendria que esperar a mis compañeros, esperar un poco mas y estas criaturas no irian a ninguna parte, por parte de la elfa seguro que sus espiritus de la naturaleza le darian mi ubicacion, permanecia a la sombra de un gran arbol oculto entre la espesa hierba a unos 100 metros del campamento*

Los tiempos cambiaban, y yo misma me daba cuenta de ello. Y una prueba evidente de ese cambio era que ya no me aislaba del mundo, encerrándome en mi vivienda y sin apenas dejarme ver. Había surgido en mí un deseo de hacer algo más que mirar y anotar en mis libros todo lo que sucedía; soñaba con abrir mis ojos a otros lugares fuera de mi bosque.
Por eso había decidio unirme a misiones, con la esperanza de que mi ayuda sirviera para algo.

Como era habitual en mí, no me puse en camino hacia el lugar fijado para aquella nueva misión que emprendería hasta que cayó la noche, momento de la jornada en el que mis pensamientos se encontraban más lúcidos y mis sentidos se agudizaban. Así pues, con el rostro oculto bajo una capucha gris, mis pies se pusieron en camino, mientras que mantenía todos mis sentidos alerta, para poder dar con el humano que nos había convocado.

Ya despuntaba la aurora cuando finalmente noté una perturbación en el bosque que me rodeaba: una de ellas, la más notable, procedía de lo que, por lo que podía astibar, parecía un campamento de Orcos; la segunda alteración, mucho más leve, venía de un poco más lejo del campamento de aquellos seres.

Así pues, hacia esta última caminé, y comprobé con alegría que había acertado: un humano se encontraba allí, agazapado entre las hierbas.

-Que hermosas criaturas...-musité con sarcasmo mientras me situaba a su lado, procurando también que fuera imposible de ver desde el campamento.

Sonreí ante su comentario, mientras que analizaba el campamento de aquellos seres, calculando mentalmente las opciones de huida que podrían tomar cuando los atacásemos. No quería que ninguno de ellos profanase los bosques donde moraba parte de mi pueblo.

-No soporto verlos en las tierras de mis antepasados; su presencia corrompe la tierra-repuse un tanto fría, debido a que no soportaba esas razas inmundas; su mera presencia alteraba mis nervios. Supuse que mis palabras tal vez hubieran incomodado al humano, por lo que me apresuré a quitarle hierro al asunto-No hace falta que me trates con tanta cortesía-añadí con una sonrisa-Puedes llamarme Arwen.

OFF: I'M SO SORRY!! no he podido hacerlo más largo porque me llaman para cenar; prometo que el siguiente lo haré en condiciones!

Agradecí su cumplido con una sonrisa mientras que me preparaba para usar la magia en el momento en el que fuera necesaria; contaba con la ventaja de que al estar en un sitio que para mí era conocido podría bloquear los posibles caminos de huida que tomasen aquellos seres, como antes analizaba, de tal forma que se vieran encerrados.

-Yo aún no conozco vuestro nombre-repuse con calma, pero sin apartar los ojos del campamento-y eso nos situa en desigualdad de condiciones, ¿no creéis?

La llegada de aquellos dos orcos fue el detonante que dio inicio a la desbandada del campamento. Temí que mi reacción fuese tardía, pues de darse ese caso, aquellas huestes podrían destruir mi hogar y los de otros elfos silvanos, lo cual no podía permitirlo bajo ningún concepto. Por eso, con un brillo decidido en la mirada, corrí con agilidad hasta situarme a una distancia conveniente, para luego comenzar a crear barreras de luz que cercasen a aquellas bestias.

-¡No podéis pasar!-grité en élfico, mientras que mi rostro se tornaba frío y severo-¡No profanaréis las moradas de mi pueblo, escoria!

Mantener las barreras era difícil, pero necesario; el humano lo tendría mucho más fácil si aquellos seres estaban encerrados, como si fueran reses.

Aunque la cortesía de mi gente me instaba a responder al comentario de Nathan, en aquella situación tan cruenta me costaba la misma vida centrarme en otra cosa que no fueran los hechizos, los cuales ya me estaban agotando psíquicamente; los orcos y los Goblins no dejaban de hacer presión para destruír mis conjuros, y yo debía estar concentrada al máximo, para evitar que cedieran a sus envites.

-No puedo hacer mucho más-jadeé-¡Si lanzase un conjuro más fuerte destruiría también el bosque, y eso no puedo consentirlo!

Estrujé mi cabeza, pensando en qué podríamos hacer para terminar con aquellos seres cuanto antes, sin que se internasen entre los árboles. Era necesario emplear medidas drásticas, por lo que reuní mis fuerzas para invocar un hechizo ya no defensivo, sino que aniquilase a aquellas bestias.

-Tal vez esto sea una locura, o tal vez no-musité con los dientes apretados-¡Pero no viviréis para conocer el interior del Bosque!-bramé mientras que suplicaba al Dios Blanco que me ayudase a aniquilarlos. Mis esfuerzos se vieron recompensados, pues una salva de rayos cayó sobre las hordas de monstruos, aniquilando a la gran mayoría.

Miraba a los caídos con aire ausente, mientras que en mi interior la rabia que había sentido al imaginarlos entrando en las tierras de mis gentes se iba desvaneciendo. No sabía por qué había tenido ese acceso de ira, cuando siempre me había tenido por una persona calmada y serena; lo cierto era que a mí misma me había sorprendido el verme tan capaz de mostrar tanta rabia.

Algo positivo de aquel ataque de emoción había sido que mis poderes se veían intensificados, como si la energía que el odio hacía surgir ayudase a la hora de convocar el hechizo. Eso era algo que debería tener en cuenta si seguía colaborando en tareas de este tipo; si me enfadaba o me enfurecía sería capaz de crear encantamientos mucho más superiores que lo normal.

Pero ahora que ya regresaba a la calma, mi derroche de energía me estaba pasando factura; sentía mis piernas y mis brazos mucho más pesados de lo normal; estaba segura de que solo mi determinación me impedía ahora mismo caer rendida al suelo. Si teníamos que perseguir a los demás, no sabía si podría aguantar mucho más tiempo, aunque esperaba que sí.

-Me encuentro bien-contesté a la pregunta con un hilo de voz-Aunque he tenido días mejores-añadí, agradeciendo que el leve temblor de mis piernas no se notase. No quería parecer débil.

Aunque mi intento de disimulo no fue lo perfecto que yo esperaba; pues el humano formuló un hechizo que me permitió recuperarme en parte; al menos ya no me sentía a punto de caer al suelo.
-¿Aún quedan más?-dije con una nota de rabia en la voz-¿Han osado entrar en los Bosques? ¡Lamentarán haber tenido esa idea!

Me sentía de nuevo furiosa, pero no como antes. Seguramente los que habrían escapado estarían más preocupados en huir de aquellas tierras que de intentar saquear los hogares de los Elfos cuando diesen con ellos, pero siempre tenía la sospecha de que esas inmundas criaturas quisieran seguir cometiendo pillajes incluso cuando dos personas les estaban pisando los talones con claras intenciones asesinas para con ellos.

-No perdamos el tiempo entonces-repuse echando a correr, aunque no con la velocidad máxima que podría dar de mis piernas, pues sabía perfectamente que un humano no podría seguir el ritmo de un Elfo.

Mis pies eran tan ligeros que casi no tocaban la hierba mientras corría, apartando las ramas que me molestaban el paso con gestos apresurados, pero eso sí, sin dañar a ninguna planta. Tenía el presentimiento de que algo horrible me esperaba un poco más adentro de la espesura, y, como esperaba, mi presentimiento era real: unos humanos con un aspecto repulsivo, además de un miembro de mi raza.

Con el corazón oprimido, avancé hacia el Elfo, temiendo que fuese algún conocido o amigo, lo cual me supondría un verdadero golpe. No podría soportar que un congénere y un ser querido hubiera perecido por culpa de una falta cometida por mí en la lucha anterior.
Hubo suerte, no le conocía, pero pese a todo era un Elfo, y me afectaba más de lo que podría admitir. No era que los humanos fallecidos tampoco me diesen pena, todo lo contrario, pero jamás mis ojos habían visto a uno de los míos en tal estado, y deseé fervientemente no volver a ver algo semejante.

-Reuníos con el Dios Blanco-musité en élfico, mientras apartaba la vista, con los puños apretados-¡Soy una inepta! Si me hubiese concentrado más antes, esto no habría pasado... ¡y no muy lejos hay otra lucha!-añadí.
Desconocía si Nathan me habría entendido, pues era tal mi estado que no podía hablar otra cosa que no fuera élfico, com siempre me pasaba cuando me obnuvilaba.
-Tenemos que darnos prisa-dije, pero esta vez para que el Hombre me comprendiese-No puedo consentir que más gente muera por culpa de estos seres.

Dicho esto, volví a correr, mientras que iba preparándome para usar la magia en cuanto me fuese posible. En efecto, unos pocos metros más adelante, llegamos a un claro donde un grupo de orcos luchaba contra algunos elfos, que mezclaban en su combate tanto las armas como el uso de la magia del Bosque. Prácticamente ganarían, pero estaba segura de que mi ayuda sería necesaria, pues podría reforzar sus poderes y crear barreras.
Así pues, me uní a ellos, ayudándoles a dañar a aquellos seres, y sin dejar de vigilar a Nathan, levantando a su alrededor más barreras mágicas de las necesarias. No quería que mi compañero fuese dañado.
-¡Mátalos!-le grité-¡Que ninguno de ellos sobreviva!

Aquello se me estaba escapando de las manos, pues lo que había imaginado como una escaramuza en el Bosque se había convertido en realidad en una persecución, en la cual yo me estaba quedando sin fuerzas debido a que no cesaba de emplear la magia. Sabía de sobra los riesgos que corría si seguía actuando de aquella manera; si desfallecía podía quedar tan débil que cualquier orco me podría capturar sin que yo fuera capaz de oponerle resistencia alguna.
Sin embargo no cesé, viendo que apenas quedaban tres orcos más, por muy fuertes que fueran podríamos con ellos. Estaba segura de que si había sido capaz de pasar por batallas mucho peores, como la acontecida en la Fortaleza de Cristal, podría superar aquella.

Lo que necesitaba era un descanso momentáneo, cortar la conexión con la magia para permitir a mi mente recuperarse un poco y luego dar el último golpe a aquellos seres. No tenía ningún arma a mano, pero contaba con la de los combatientes que ya se encontraban extenuados, tomándose unos segundos para volver luego a la lucha.
Dejando que las barreras cayesen, tomé un arco que no encontré excesivamente lejos de mi posición. Lo cierto era que habían hecho un gran trabajo, pues el claro estaba sembrado de orcos muertos, ahora yo dejaría a los que aún vivían listos para fallecer.

Tensé la cuerda, apunté y solté. La flecha sobrevoló el claro con rapidez y se clavó en el cuello de un orco, el cual soltó un grito de dolor. No me paré y volví a disparar, así hasta que quedaron medio moribundos.
-¡Rematadlos! ¡Rematadlos!-gritaba, mientras me preparaba para volver a alzar barreras si era necesario.

Miraba al humano luchar mientras que mis manos temblaban, incapaces de sostener las armas que portaban. No sabía bien que era lo que me hacía estar tan nerviosa, pero era incapaz de seguir mirando por más tiempo, sentía la imperiosa necesidad de hacer algo, por estúpido o inútil que fuese, para evitar que Nathan acabase de malas maneras aquella pelea en la que se había enfrascado.

No dudé más tiempo y me dispuse a crear barreras, cuando el humano fue herido por un orco. No pude evitarlo, y solté un fuerte grito mientras que me llevaba las manos al rostro, crispadas por el miedo y la rabia. Mis congéneres me miraban un tanto sorprendidos, sin comprender muy bien mi desmedida reacción.
-¡Lo van a matar!-musité, para luego mirar a los demás elfos-¿No podéis hacer nada más que mirar ahí como pasmarotes?

Para rematar las cosas, el otro orco levantó una pared de fuego que impedió al Hombre de seguir su lucha. Aquello se estaba poniendo feo, y lo peor era que me afectaba sobremanera lo que estaba pasando. Tal vez aquel humano había logrado hacerse con mi afecto, dado la preocupación que me embargaba de pensar que pudiese perder la vida a manos de aquellos orcos.

Estaba desesperada por hacer algo, y a mis pies continuaban el arco y el carcaj. No sabía si tendría éxito o no, pero no perdía mucho si lo intentaba. De modo que tomé una flecha y apunté, mientras me maldecía por estar tan nerviosa, de modo que me costaba apuntar al blanco con exactitud. Disparé, y por suerte, acerté. Volví a repetir el gesto y de nuevo mi flecha volvió a alcanzar su objetivo, y ambos seres cayeron al suelo. Era un poco extraño que unas flechas los matasen, pero no iba a quejarme de la suerte que habíamos corrido.

No sabía si habría más orcos cerca o no, pero me daba igual, que se encargasen otros de ellos. Corrí hasta donde se encontraba Nathan, y una vez a su lado, me dejé caer de rodillas mientras inspeccionaba su magullada armadura, en busca de cualquier lesión que pudiera tener. Lo que más me sorprendía de todo aquello era que estaba llorando mientras trataba de curarle.
-¿Estás bien?-musité, mientras las lágrimas seguían cayendo por mis mejillas-¿Te han herido? Dime que no, por favor, dime que no...

Me limpié los ojos con el dorso de la mano, mientras que intentaba sonreír, pero con escaso éxito; estaba demasiado alterada, por lo que cualquier intento de expresar otra expresión que no fuera mi preocupación era, cuanto menos, imposible. Nunca me había encontrado en una situación similar, siempre había sido capaz de dominar mis sentimientos y de controlar mi cuerpo a voluntad, pero ahora ese control brillaba por su ausencia.

-Por muy delicado que parezca un Elfo, siempre tendrá más fuerza de lo que aparenta en realidad-repuse mientras que con mis ágiles dedos examinaba la zona abollada de la armadura, percatándome de que el golpe había traspasado el metal y había dañado la carne. No era una herida especialmente cruenta, pero tenía la capacidad de alterarme, lo cual seguía siendo una novedad para mí.

-Si tuviese hojas de Mithrill podría usarlas para curarte-musité mientras me intentaba tranquilizar-Pero me temo que voy a tener que emplear la magia, pues no me atrevo a internarme mucho más en el bosque de momento. Creo que no hay ningún orco más, pero nunca se sabe...
Aguantando un suspiro, me concentré mientras que empleaba la magia para sanar aquel corte. Intenté no pensar en todo lo ocurrido, pues corría de nuevo el riesgo de ponerme nerviosa, lo cual no quería que sucediese; bastante me había costado el conseguir el suficiente control sobre mí misma como para perderlo ahora de nuevo.

-Esto ya está-repuse cuando el corte se hubo cicatrizado, mientras que me sentaba en el suelo, puesto que me encontraba bastante agotada-Ahora solo tienes que descansar. Tal vez deberías regresar a Rosbasha-añadí, a sabiendas de que era la capital del reino de los Hombres, aunque si había de ser sincera, no me agradaba la idea de que se marchase del reino élfico.

Intenté ponerme en pie, pero por desgracia estaba casi extenuada de todo lo que me había esforzado. Tendría que haber sido más cuidadosa a la hora de emplear la magia, pero no había sido capaz de controlarme, por lo que ahora estaba pagando las lógicas consecuencias.
-Mejor no te vayas-dije de repente-Quédate. O, si te quieres marchar, yo iré contigo.

Sabía que aquello era una locura, y me arrepentí de haber dicho aquellas palabras, no porque no quisiera que Nathan se quedase o yo no estuviera predispuesta a irme, sino por el hecho de que ambos éramos de razas diferentes: yo era una elfa, el un humano... y el mayor problema era que yo era muy longeva, lo cual a la larga me traería un dolor más grande del que ahora mismo me pudiera imaginar.

Pero por otro lado, me daba igual el futuro, me importaba lo mínimo el sufrimiento que podría pasar cuando los años continuasen su avance... ya estaba harta de estar siempre viviendo con los ojos puestos en el porvenir, como los demás miembros de mi raza. Los elfos siempre actuaban con comedimiento, a sabiendas de que al tener una existencia tan larga, los conflictos se podrían eternizar por siglos...

Todo aquello me daba vueltas en la cabeza, pero no podía negar que realmente sentía algo por Nathan, algo mucho más fuerte que la camaradería entre dos compañeros en una misión. Y cuando finalmente sentí sus labios levemente posados sobre los míos, tuve las cosas más claras de lo que antes habría imaginado: me había enamorado de él.

Le abracé mientras le devolvía el beso, mientras que intentaba acostumbrarme a aquella sensación. A pesar de mis numerosos años, jamás me habían besado o me había enamorado; era una novata en ese tema.
-Esto es una locura-musité mientras que, por unos instantes, rompía el beso-Pero, ¿sabes qué? Me da igual, no me importa lo que piensen o lo que digan... Te quiero. Desearía poder ser tu esposa y compartir mi existencia contigo...
En mis 540 años de vida nunca había pronunciado semejantes palabras, y me sorprendía que yo las estuviera diciendo ahora.

El torrente de emociones que sentía no dejaba de correr, abrumándome por completo, haciéndome sentir cosas que jamás había experimentado. Nunca me había enamorado, y me arrepentía de ello, puesto que era una sensación maravillosa.

-Acepto ser tu esposa-dije, para acto seguido devolverle el beso. Ya arreglaría cuentas con mis padres, ya hablaría con todo el reino si hacía falta, pero ya había tomado una decisión, y era unirme a ese Hombre para el resto de mis días. Mis padres se enfurecerían, pero ya estaba harta de ser la elfa comedida que siempre había venido siendo.