El diente negro del bosque

Regla número siete del código de honor mercenario: No hagas promesas ni las aceptes. Pasando por la infancia me contaban muchas cosas, sobre todo, relacionadas con guerras, tensiones y algunas costumbres de mercenarios. Así pues, le respondí a la chica:

- Calma, procuraré que no te pase nada mientras estés a mi lado... - me gustaba hablar con cierta sinceridad. Yo no prometía las cosas, sino que las intentaba solventar para que saliesen como yo quería...

Alywe me avisó de que se oían más voces. Nos agachamos los dos y afinamos el oído para entender algo... ¿Era acaso una reunión de bandidos?

Bueno, no era un "te lo prometo" pero me sonó muy parecido, mientras no saliese corriendo como un cobarde si la cosa se torcía me valía. Aunque me había arriesgado demasiado sin conocerle de nada, y puede que estuviera en el mismo bando que la gente a la que estábamos siguiendo. Pero, ¿qué otra cosa si no podía hacer? Estaba sola y poco me importaba ya lo que pudiera pasarme en el mundo. Cada día me deprimía más y más.

Nos agachamos y en cosa de cinco minutos pude ver a más hombres que iban llegando, a veces por parejas y a veces solos, desde distintos puntos de esa zona de árboles, sólo esperaba que nadie viniera por detrás nuestra o estaríamos perdidos, aunque al menos yo, casi ni me distinguía la piel del suelo y ramas de los arbustos, sería sencillamente que la noche era muy cerrada.
Algunos de esos hombres llevaban antorchas, y todos tenían el mismo tatuaje en diferentes partes del cuerpo, unos en los brazos, otros en la cara o el cuello. Repasé poco a poco a todos los que iban apareciendo para ver si podía reconocer alguna cara, pero era algo inútil, así que esperé a que comenzara su reunión o lo que fuera para escuchar atentamente sus voces.

Me acurruqué cerca de un árbol con un buen tronco, de manera que aparte de impedir mi localización, un puñado de arbustos y otros árboles aseguraran nuestra posición. Advertí que llevaban antorchas y no era una simple reunión de dos hombres. Gracias a las voces, pude distinguir que había más, pero desconocía el número...

Me di cuenta de que Alywe parecía bastante interesada en los asuntos de aquella gente. Quizá ellos tuvieran algo que ver con la muerte de sus padres... Me quedé estático para no ejecutar ningún movimiento e intentar escuchar lo que decían.

Por fin parece que se habían juntado. Pude contar unos diez y creo que uno de ellos se situó en el centro, posiblemente sería el que más rango tuviera, si es que los bandidos en su estructura tienen rangos. A ese que se colocó entre los demás no lo logré ver con claridad pero su voz era áspera y grave, algo ronca,... algo familiar.
Se me revolvió el estómago y me llevé la mano a la boca, estuve a punto de devolver el zumo de uvas que había tomado en la taberna hacía una hora escasa. Aguanté el mal cuerpo y de forma refleja apreté los puños. Quería verle la cara, pero no lo lograba por culpa de los que le rodeaban.

- Están planeando hacer más daño- dije entre dientes y resoplando para intentar calmarme. Me sentía como un animal enjaulado, que quería ser liberado y dar caza a los que lo aprisionaron. Yo era el animal, ellos los furtivos y mi jaula la soledad y la pena.

No me enteraba mucho de lo que decían, pero su día a día era como el de un mercenario corriente y moliente: viajes, peleas y saqueos... Diferían de los mercenarios en que ellos hacían emboscadas, no pasaban por ciudades, atracaban a mano armada a ambulantes y su trabajo no estaba ni siquiera retribuido, dados sus crueles y violentos actos. Agudizando la vista, conté menos de una docena de ellos. Me giré a ver a la chica. La veía tensa...

Yo tenía agarrada la bolsa de las cosas compradas. Sabía que el tiempo corría en contra mía y los otros tres a los que acompañaba no tardarían en ir a buscarme. Sin embargo, esto de ir averiguando lo que tramaban aquellos tipos tatuados añadía intriga al asunto y quise quedarme, no tanto por descubrir sus planes, sino por... ejém... cuidar de Alywe hasta que la situación no estuviese tan insegura.

Noté que estaba siendo observada y le devolví la mirada. Seguramente parecía desesperda. Puede que fuera lo más cerca que iba a llegar a tener a esos individuos, pero ahora no tenía los medios. Era imposible hacerles frente y salir vistoriosa. No, no era el momento y quién sabe cuándo llegaría. Pero al menos tenía claro que no me iba a rendir, no después de haber estado tan cerca y haber memorizado sus voces, gestos, marcas... todo lo necesario para ir cazándoles cuando estuviera libre y preparada.
Me fijé en que Vorpal tenía agarrada con fuerza la compra que había realizado antes en la taberna. Puede que se metiera en un lío por mi culpa, aunque no sabía si tenía que entregárselo a un señor de unas tierras o a sus padres.

- Si quieres podemos irnos- le dije en un susurro casi inaudible- ya he visto todo lo que necesito ver y oír

Al menos había tomado la decisión de estar segura de querer vengarme. Lo demás ya vendría, la venganza se sirve fría.

No me imaginé que el espionaje fuera tan efímero y aburrido. Abrí los ojos como platos ante lo que me dijo la chica. ¿Ya está? ¿Sólo era un poco de mirar y salir por patas? Era consciente de que 2 contra 10 era una lucha desigual, sobre todo si la decena va preparada y el dúo apenas se ha introducido en el mundo de las armas.

- Creía que sólo acabábamos de empezar... - mi susurro sonó bastante audible en mi alrededor, por lo que Alywe llegaría a oírlo.

No atendía mucho a razones de alguien más pequeño que yo, pero por una vez, hice una pequeña excepción y le indiqué con la mano que saliésemos cautelosamente de ahí. Entre los dos iniciamos la marcha para salir del bosque.

A menos de media centena de la pradera, nos detuvimos en seco en un pequeño claro al escuchar el forraje de los arbustos. Había alguien o algo que se estaba acercando hacia nosotros, pero yo aún no lo vislumbré.

Vorpal parecía que se había quedado con la miel en los labios, pero yo quería vengarme en condiciones y no morir en el intento. Comenzamos a caminar con mucho cuidado de no hacer ningún ruido. Era vital al menos tener espacio y ventaja para correr en el caso de que nos pilalran y echaran a correr detrás nuestra.
Con la distancia fuimos poco a poco dejando de ser tan cautelosos, y puede que ese fuera el problema. Nos habían seguido. Aunque no sonaba muy ruidoso, pero puede que vinieran dos con la intención de saber quién había estado observando y sabía demasiado.
Me di la vuelta y escruté los árboles con la mirada

- Oh no...- dije dándo un pequeño golpe a Vorpal en el brazo y señalándole los dos hombres.

Uno de ellos iba con la cabeza cubierta por una bandana de color rojo que estaba manchada de vete tú a saber qué, y portaba una espada larga. Tenía el pelo largo que le caía por debajo de la bandana, la mirada negra y oscura como seguramente lo fuera su alma y armadura de cuero endurecido de color negro. El otro, con la cara y la cabeza tatuada iba rapado, sus ojos azules cortaban como el frío con sólo una mirada. Éste llevaba dos espadas, una en cada mano, y su armadura era sólo un panatalón de cuero, el pecho lo llevaba semidescubierto. ¿Sería tan duro como para no llevar ningún tipo de protección?

- ¡Pero si son unos mocosos!- se jactó el de la bandana que era el más joven y se relamió los labios
- Mejor, así acabaremos antes, y podremos volver...- dejó caer el otro, el resto no pude llegar a oírlo porque bajó la voz.

- Buenas noches, señores, es que estábamos dando una vuelta por aquí y... - bah, al cuerno con las excusas, eché mano a la espada y me encaré a ellos.

Eran dos, iban armados y su cara mostraba desprecio y diversión, pues se tomaron a broma al verme empuñar la espada.

- ¿En serio? - se mofó el de las espadas dos espadas.

Junto con las risas de aquellos dos, le dije a Alywe:

- Aléjate, no permitiré que te pase nada.

Vi que el de la espada larga iba a por mí con un contoneo vacilón. Yo me lancé a por él sin pensármelo dos veces y dirigí la espada a su cadera. La paró sin dificultad y me contestó con una patada en el vientre, que me hizo retroceder.

A tiempo estuve de levantarme y ver que su espada iba a caer sobre mi cráneo. Mi cerebro, en momentos críticos, actuaba a la velocidad del rayo. Yo no tenía fuerza para detener esa caída en vertical, por lo que me aparté a cuatro patas de aquel letal filo. No me daba cuenta de dónde estaba Alywe, pues ahora me centraba en sobrevivir. La mejor táctica era la huida, pero debía cerciorarme de la posicióm de la pequeña...

No tenía armas, no tenía tampoco experiencia en combate ni conocimientos de estrategia. Sólo podía fiarme de mi agilidad y puntería. El más viejo vino a por mi al ver que me quedaba atrás, sabía que no tenía nada que hacer y que era una presa fácil. Vino a por mí corriendo y yo finté hacia un lado, si había algo bueno en ser una "enana" como me había llamado Vorpal en la taberna, era que me podía escurrir por casi cualquier sitio como un pez.
Encuanto pude, cogí piedras y se las fui tirando a lo loco, una acertó en su cabeza y eso le enfureció, se tocó la frente, el canto que le había alcanzado estaba partido y le había hecho un pequeño corte, cuando se miró los dedos estaba sangrando. Seguramente habría tocado un vaso sanguíneo pero no era un golpe mortal ni mucho menos. La sangre lo alentó aún más si cabía.

- ¿Vas a llorar por un cortecito de nada?- me atreví a burlar. Iba alejándome del combate personal de Vorpal. Así ni el otro iba también a por él ni me llevaba yo un golpe colateral.

Mientras corría intentaba inspeccionar todo lo que podía el terreno, sin el sentido de la vista, pero sí con el olfato y el oído, y había oído agua... ¿pero dónde? No recordaba haber pasado cerca de un río...

Al de las dos espadas y a Alywe los perdí de vista. Temí por su vida en un primer momento, pero pronto me di cuenta de que quien tenía que buscar apaño era yo, pues el otro bandido me iba a matar. A duras penas, lograba esquivar sus monstruosos golpes de espada larga. Aquel tío iba en serio y mis fuerzas no eran suficientes para acabar con él.

En uno de mis movimientos, rodé por el suelo e intenté cortarle en la rodilla, pero él respondió con antelación y me volvió a dar una patada más. Caí al suelo y me incorporé de nuevo. El moratón saldría pronto.

- Te voy a curtir a patadones... - me comentó de un modo muy natural.

Apenas podía maniobrar con la espada para poder impactarle, pero procuraría ser cuidadoso en cuanto a los ataques de su arma. Advertí que se me abalanzaba encima y salí corriendo a un lado:

- Deja de jugar conmigo, mocoso. Sabes que vas a morir.

- Sé muchas cosas. Por ejemplo, que apestas a perro mojado.

Mi comentario no le importó demasiado, pero vi que se tiraba a por mí como si fuera un autómata. Probé la descabellada idea de parar su golpe de espada. La fuerza fue tal que mi espada salió volando, arrancada de mis manos. Como respuesta, me dirigí a toda pastilla hacia él. Quería, además, probar algo nuevo: lo dura que era mi sesera.

El cabezazo dio de lleno en las partes íntimas de aquel tipo y yo me aparté para ver el efecto. Al parecer, le dolió bastante, pues se llevó una mano a la entrepierna.

- Me estás hartando, criajo - dijo tras acabar de quejarse a causa del golpetazo en los pendientes reales.

Pese a los primeros momentos de tensión, cada vez iba burlando mejor los ataques de ese viejo bruto, pero sin olvidar que además de eso estaba furioso y era peligroso. Sin darme cuenta, poco a poco fui acercándome a un lugar del que no tenía demasiada salida, porque me había aproximado a uno de los límites de ese prado y había varias piedras grandes de paredes lisas y árboles.

- Ya te tengo, pequeña- dijo mientras se relamía y movía las espadas de forma demostrativa. Creí que era mi fin, pero entonces en una mirada rápida a mi lrededor en busca de una salida desesperada, encontré un hueco entre las piedras lo sificientemente grande para entrar, así que cuando se abalanzó contra mí me aparté en el último momento haciendo que tuviera que frenar bruscamente para no darse de bruces con la roca, y yo me metí de cabeza en ese hueco, eso sí, el golpe que me dí me provocó una brecha y un buen moratón, por no hablar del hinchazón que me saldría por encima de la ceja, parecería un monstruo. Lo importante es que me había escapado, al menos, por unos momentos. Aunque ahora, me encontraba atrapada. Notaba las pisadas fuera del bandido, como el zorro que acecha una madriguera sabiendo que el conejo está atrapado

¿Qué podía hacer ahora? Por lo menos, asegurarme de que ese hombre no volvía con su compañero para ocuparse de Vorpal, mi penosa misión era ahora la de distraer y ayudarle a ganar tiempo.

Enarbolé la espada con las dos manos. No sé de qué me serviría, pues yo me limitaba a esquivar y apartarme con la finalidad de dar un tímido ataque. Advertí que el cabreado bandido se lanzaba de nuevo a por mí.

Dirigió vagamente su espada contra mi cabeza, pero yo me aparté a un lado. Sin embargo, pagué caramente el precio... El bandido ya sospechaba de mi cutre estilo de combate. Su espada dio un vertiginoso giro y fue directa a mi pecho. Yo no me lo esperaba, pero respondí saltando hacia atrás. La punta de su espada me hizo un serio corte en diagonal en mi pectoral izquierda. El barrido del golpe me hizo caer de espaldas. Solté un quejido de dolor y me llevé la mano al pectoral. La herida se teñía poco a poco de rojo. ¡Pero no tenía tiempo para eso! Mis ojos se desviaron hacia la espada que caía hacia mi cabeza. Rodé por el suelo, incorporándome gracias al apoyo de la espada y salí corriendo como alma que lleva el Oscuro en la dirección en la que había visto por última vez a Alywe. Era una evasión estratégica: intentaba convencerme de que no huía como un acobardado, sino que cambiaba de campo de batalla.

El bandido iba a perseguirme, pero alguien se lo impidió. Por sorpresa, una espada le atravesó por detrás, sobresaliendo por el ombligo. Emitió un grave gruñido y cayó pesadamente al suelo. No tuve tiempo para reconocer a aquellos tres individuos, pero uno de ellos, como si intentase mirar mi espalda, resopló y dijo en voz baja:

- Imbécil...

Dejé de oír pisadas... ¿dónde se había metido? El tiempo que estaba allí me hacía dudar de si se había ido con su compañero para acabar primero con él y después venir a buscarme o de si se había ocultado en algún sitio. Decidí salir, aunque recogí un puñado de tierra por si acaso con una mano y con la otra una piedra y repté hacia la salida. Me asomé como pude, pues sólo veía lo que tenía de frente y algo a los lados, pero casi nada de lo que me gustaría. Justo cuando llevaba la cabeza completamente asomada, como la de una culebra me sujetó por el borde de la camisa y tiró de mi hacia arriba. Resulta que había esperado en lo alto de la piedra y alzarme no era muy difícil para alguien como él.
- Vaya, vaya... la rata sale de la madriguera- dijo sonriendo y apuntándome con su espada- suelta esa piedra niña o te abro en canal ahora mismo- dijo con un tono que me hizo inconscientemente obedecerle... claro que... recordé que en la otra mano tenía arena así que ese fue el momento en el que se la arrojé, haciendo que agitara la mano de la espada para retirarse la arena y le mordí la mano que me tenía cogida con todas mis fuerzas. Esto provocó que me soltara desde una altura de metro y medio y cayera sobre mi tobillo.
Afortunadamente era bastante flexible, así que no me lo rompí. Gateé hacia campo abierto, ese agujero no me convenía mucho más, y luego me puse en pie para salir corriendo como si tuviera que ganar una carrera. Aunque el motivo por el que corría era mucho más importante, salvar la vida.
Las pesadas huellas venían tras de mi como una jauría de lobos o un jabalí muy cabreado. Zigzagueé y cuando estuvo a punto de trincarme de nuevo, me agaché, haciendo que el otro frenara en seco y dándome tiempo a cambiar de dirección.

Me fui corriendo sin mirar atrás hacia donde se suponía que estaba Vorpal, pero ahí había más personas ahora... ¿qué? No sabía hacia dónde correr, sólo sabía que no podía parar

Ya no sentía al bandido, pero por un momento me preocupé por la suerte corrida de la niña. Apenas sabía de su posición cuando de repente oía a alguien correr por entre las matas que había. Sus pisadas no eran tan fuertes y parecía ser de algo que no fuera de gran tamaño:

- ¡Enana! - vociferé mientras iba corriendo.

Estuvimos a punto de chocarnos de frente por culpa de la oscuridad, pero conseguí detener su avance abrazándola. ¡¿Pero qué pepinos estaba haciendo?! La solté a tiempo antes de que pensara otra cosa... No pude preguntarle nada, pues el bandido de las dos espadas hizo acto de presencia y yo empuñé las dos espadas y me interpuse entre Alywe y él, dispuesto a lidiarlo.

¿Qué íbamos a hacer cuando aquel bandido de la espada acudiese? Las posibilidades de sobrevivir caerían. Sin embargo, dsismulé mis cavilaciones y me preparé para lo peor. Esperaba que Alywe me avisara en el caso de llegar por atrás un ataque traicionero. Me sentía peor a causa del limpio corte en el pectoral e intentaba aguantar el dolor...

Iba corriendo tan a lo loco que perdí un poco el sentido de la orientación. Es increíble cómo reacciona el cuerpo cuando está en peligro. En una de esas vueltas de zigzags y sprints, choqué de frente con Volpar que evitó que cayera cogiéndome entre sus brazos y me colocó a un lado rápidamente mientras él se encargaba de prestar batalla al de las dos espadas que había estado persiguiéndome. Por suerte mi huida había servido para agotarlo, ahora estaba exhalando grandes bocanadas de aire y le caían goterones de sudor por la frente.
Como ahora tenía a Vorpal frente a él dejó de prestarme atención

- No os saldréis con la vuestra mocosos- nos dijo en un tono de querer acabar pronto con esa pelea.

Por mi parte, en cuanto pude desaparecí entre la oscuridad y la maleza para situarme justo detrás del viejales y colocar un tronco que había por ahí caído. Eso le haría tropezar en el caso de que reculara, lo malo era si se cambiaban de posición y era Vorpal el que cayera. Así que al volver a mi sitio le hice una señal para que permaneciera en el lado en el que yo estaba y no se colocara en ese lado.

Por otra parte, las siluetas que se veían al fondo permanecían quietas por el momento, quizás esperando un desenlace para actuar luego ellos. Para qué desgastarse pudiendo rematar una faena. Sólo pude acertar a decir - ¿los conoces?

Bueno, a ver lo que podía hacer. Este llevaba equipado dos espadas, era doblemente ofensivo, pero me fijé en que iba con el pecho al descubierto. Apreté más las manos con las que sujetaba la espada. Advertí discretamente que la chica me señalaba algo, como si no me moviera de ahí.

El bandido se me lanzó y, al parecer, tropezó con algo. Quizá era esa la treta de Alywe, por lo que quise ayudar y me abalancé sobre él, descargando el filo sobre su hombro. Lamentablemente, sólo perdió el equilibrio y fue capaz de bloquearme con una de sus espadas.

La otra espada, a pesar de retirarme lo más rápidamente posible, me hizo un corte en el antebrazo, pero no tan serio como el que tenía levemente sangrando en el pectoral en aquel momento. Me escocía y la sangre empezaría a rezumar, pero yo no quería dar la pelea por terminada. Apenas oí lo que dijo Alywe, pues estaba inmerso en el fragor de la batalla, pero tenía algo que ver con el retraso del otro bandido, ya que estaba tardando demasiado...

Luchaba mejor esquivando, así que probé un último intento. Cuando se me acercaba el bandido armado de dos espadas, arrojé con ambas manos la espada. No llegó a hincarse en su carne, pero le hirió en el muslo izquierdo.

- Criajo...

Confié en que la delgadez de mi cuerpo y mis piernas no me defraudasen, pero había un agravante: el corte en diagonal del pectoral izquierdo me estaba molestando más de lo que yo pensaba.

El tronco había llevado a cabo su misión, pero el hombre no estaba tan cansado como yo esperaba, y sólo perdió momentáneamente el equilibrio e hirió en el antebrazo a Vorpal. Después de esto me fijé en que no era la única herida que tenía, había otra que le cruzaba el pecho y estaba sangrando. Puede que si se prolongaba más el combate y perdía más sangre se agotara, y aunque la herida no era mortal (o no lo parecía desde donde estaba situada) suponía una gran desventaja. Fue en ese momento, cuando ni siquiera sabía qué harían esos hombres cuando decidí participar en la lucha aunque de un modo más traicionero y sucio. Cogí el primer palo fuerte que encontré y de largo lo que un bastón aproximadamente.
Como el grandullón estaba frente a Volpar yo quedaba en su espalda y no podía verme, porque procuraba ponerme en su punto muerto de visión, siendo tan pequeña eso no resultaría ningún problema. Cuando se me dió la oportunidad, golpeé con fuerza el palo entre sus piernas, ya que era la parte más delicada que no requería de mucho esfuerzo y no alcanzaba la cabeza, ni había nada a lo que pudiera subirme para llegar a darle tan arriba.
Di el golpe y el hombre emitió un grito que le hizo girar la cabeza hacia mi posición

La chica entró en escena y me auxilió distrayendo al bandido. Advertí que se había girado hacia ella, por lo que, sin pensármelo dos veces, me tiré a por ese tipo.

- ¡BASTA!

''Veamos lo dura que es mi cabeza...'', con un pequeño impulso, arremetí un cabezazo en el costado del bandido. Aunque no superaba la fuerza de un simple puñetazo, sí consiguió hacerle retroceder casi tres zancadas. El movimiento me provocó un agudo dolor en el pecho, pero contuve el quejido a duras penas.

Y una vez más volví a interponerme entre Alywe y el enemigo. ¡Qué podía hacer? Se me acababan los recursos de distracción y de lucha. El bandido fue hacia mí, pero yo me quedé quieto, como si ya fuera a dejar que me matase tal cual.

El bandido levantó la espada, triunfante ante mi rendición. Yo le miraba sin encontrar ojos humanos. Súbitamente, una saeta silbó en el aire y se clavó en la frente del bandido. Este soltó un gutural sonido y se desplomó en el suelo. Yo me quedé perplejo, pero el dolor del pectoral izquierdo hizo que volviese a la realidad... Ese dardo vino detrás de mí y un hombre armado parecía acercarse, pero no lo reconocía a causa de la oscuridad. En vez de eso, me giré hacia Alywe:

- ¿Ningún hueso roto? - le pregunté mientras intentaba disimular mi dolor en el pecho. La herida se me podría infectar, así que tendría que buscar vendaje y plantas curativas pronto.

¿Qué pasaría con ese que nos venía encima? Esperé a ver quién era...

Vi cómo Volpar se había lanzado contra él, y que la herida que tenía lo había debilitado, cuando todo parecía que estaba perdido, de repente una flecha que volaba en dirección a su diana impactó con eficaz precisión en la frente del bandido. Yo me quedé pálida de miedo, estaban por todas partes, la "aventura" había llegado a su fin.
Casi ni oí la pregunta que me hizo Volpar, tardé unos segundos en contestar

- No- dije negándo con la cabeza y llevándome la mano a la frente donde tenía el golpe- sólo una brecha... concluí.

Mi tono de voz era agudo a causa del miedo y bajo como si pretendiera que nadie me oyera y la tierra me tragara para no estar en ese sitio y vivir la situación en la que estaba.

- ¿Y tú?- le dije preguntando por su herida- ...gracias... pero...vamos a morir, de poca importancia tiene nuestra integridad física- dije en un tono pesimista

- Bah, un corte de nada... - mentí.

Noté que alguien se acercaba. La espada quedaba lejos de mi alcance, por lo que sólo podía encararme con el que venía. Esa noche, la sopresa me pudo, pero no tuve tiempo de mostrar mi alegría, pues de repente el mercenario fue y me agarró de la oreja.

- ¡Ayayay! ¡Suelta! - me quejé a causa del brusco tirón.

- ¿A por qué hemos pedido que fueras? ¡A por ron y pan! - me quitó el zurrón y siguió tirando de la oreja - Vorpal, un día sin comer...

- Nooo... - dije vagamente.

No me iba arrastrando, pero yo le seguía el paso como podía pues la oreja estaba casi despegada de mi sesera. Fuimos a reunirnos con los otros dos. No sabía que uno de ellos llevaba ballesta, y gracias a los dioses que acertó en aquel bandido.

Antes de alejarme de Alywe, me despedí:

- Hasta siempre, Alywe... ¡Ay! - la oreja se estiraba demasiado. Contra ellos, poco podía hacer, pero al menos suspiré al saber que la chica ya no estaba tan en peligro, pues con la persecución se había alejado bastante.

Nada más llegar al campamento al alba, me pusieron vendas y me dieron un par de amargas plantas medicinales. Recuerdo que aquel día, seguí pensando en Alywe y en su destino. Esperaba que las cosas le fueran mejor y todo eso, pero pronto me fui olvidando de ella, puesto que al año siguiente, contando yo los 14 años, maté a mi primer enemigo: uno de esos bandidos con tatuaje. Me recompensaron tatuándome el actual Deathbat que llevo en el bíceps derecho. El recuerdo de Alywe se enterró en mi memoria bajo la tierra de la vida mercenaria...

[OFF-ROL: Termina el rol, Alywe]

Afortunadamente esos hombres eran parte de la vida de Vorpal, y se lo llevarón a rastras entre quejidos y con el morro torcido. No les había hechomucha gracia tener que posponer su cena y su borrachera, pero al menos estaba viva.
Me despedí de él tímidamente con la mano - ¡muchas gracias por todo! - grité cuando ya estaba algo más lejos. Saqueé a los dos muertos, y me hice con una daga que después vendería en una casa de empeños, eso me daría para comer bien un mes.
Me dediqué desde ese momento a pasarme por la taberna y atender sus recados para llevar la comida a la guardia, así tenía excusa para colarme y ver sus entrenamientos, luego ensayaba esos movimientos por la ncohe con un palo de madera. Y según fui creciendo les iba metiendo más florituras que a mi me resultarían más fáciles para aplicar la suficiente destreza en un combate, porque no era muy fuerte. Además gracias a los encargos de la taberna me ganaba un plato caliente y un lecho.
Mi suerte cambió cuando un día, decorando la vivienda de los dueños de la taberna con flores y plantas, un matrimonio me hizo una mejor oferta para trabajar como su jardinera particular...Pero eso es otra historia.

Me acabé olvidando de ese nombre tan raro y del chico, aunque siempre pensaba qué había sido de él. Y que si algún día lo volvía a ver y lo reconocía, ya no me volvería a llamar enana tan airadamente.

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[OFF ROL] Este tema se puede cerrar ya!