Agradable tarde en la Mansión [Alby y Akira]

ROL OFF: Hará aprox. 11 años atrás, teniendo yo 5 años y tú 6, Alby.

Otro aburrido día... La abuela me dijo que no podía salir de mi cuarto a partir de las cinco de la tarde, porque ya hacía frío. Así que estaba encerrada en mi habitación, mientras con aire despreocupado servía té a mis muñecas.

Cuando ya creía la tarde perdida, llamaron a la campana gigante. Alguien había llegado para hacer una visita a la abuela, pero, como siempre no me dejaría salir... Así que decidí asomarme un poco, y con precaución por la ventana.

No podía bien quienes eran, pero se veía claro que uno era mayor que otro.
Me gustaría poder ver quienes eran...

En ese momento, unos sirvientes llamaron a la puerta, y me comentaron: -Señorita Hikari, la señora le llama para que acuda abajo al gran salón, ha llegado visita para usted.
¿Para mí? La verdad, no me esperaba visita para mí.

Baje abajo con mi oso de peluche de costumbre, y allí se encontraba un niño de más o menos mi edad, con el cabello negro como el ala de un cuervo, y esos profundos ojos azules.

Siempre de pequeño me había gustado ver más allá de mi casa, me parecía demasiado aburrido siempre estar dentro del recinto que constituía la mansión en la que vivía junto a mis padres y mis dos hermanos.

Perol hoy era diferente, hoy iba a visitar a mi abuela junto a mi hermano que después de tanto trabajo, ya que tarde o temprano acabaría heredando el trabajo y negocio de padre, por fin había conseguido un hueco en la agenda para poder llevarme a la casa de mi abuelita, la madre de mi madre.

Ella vivía fuera de Rosbasha, por ello nunca me habían dejado ir a su casa, ella siempre tenía que venir ya que su casa quedaba en el Valle del Paso. Pero ya estaba allí, aunque algo más abrigado que de costumbre por el frio que hacía, hoy era un día especial ya que me quedaría por primera vez a dormir en casa de la abuelita, o eso me había dicho mi hermano, esperaba que no me hubiera mentido porque si no…

Daba igual, la puerta se abrió dejando ver el interior de la estancia y a mi abuela, rápidamente salte a sus brazos diciendo: ¡abuelita!

Fui correspondido por otro abrazo de afecto mientras mi hermano pasaba y murmuraba por lo bajo: Estos críos…

En ese momento mi abuela me susurró al oído: Tengo una amiga que presentarte.

La miré extrañado pero aun así, una amiga con la que jugar estaría bien. Entonces ordenó a uno de sus criados ir a buscar a alguien mientras nosotros nos íbamos al gran salón, se notaba el dinero en la familia.