Un alto en el camino.

Después de los duelos que había echado, y de haberme unido a Sangre Fría, cosa de la que aun no estaba muy convencido, decidí que quería descansar la mente y el cuerpo en algún lugar alejado de la ajetreada vida de las ciudades. Preguntando por todo Erenh, solo había conseguido direcciones de posadas de mala muerte, sucias y llenas de maleantes..., hasta que por fin me dieron la dirección de una posada que me parecía perfecta: Retirada de la ciudad, poco transitada, espaciosa y elegante.
Cuando llegué allí, era tal y como me la habían descrito: era perfecta para mi, pero parecía un poco deshabitada.
Me acerqué a la puerta, y cuando apoyé en ella la mano, esta cedió, abriendose lentamente con un suave crujido. Me adentré en lo que parecía un gran salón con mesas, y al no ver a nadie pregunté en voz alta:
- ¿Hay alguien?.
Esperé por una respuesta, sin llegar a pasar del todo de la puerta de entrada.

Tras meses sin tener noticias suyas volvía a llamarme para que me volviese a hacer cargo de la posada, él necesitaba ir de viaje junto a su familia a visitar a un familiar enfermo, cuando dejé mi caballo atado en un árbol a la entrada un chico abría suavemente la puerta, Sonreí sin poder evitarlo al fin y al cabo incluso cuando se iban tenían clientes.

-Hola- le dije al chico pasando le de largo pero dándole una sonrisa- disculpa, acaban de marcharse, tendría que haber llegado antes pero me fue imposible, disculpa.-entré a la cocina y volví a salir con un delantal puesto- bien, ahora abriré las ventanas, por favor pasa y siéntate, en cuanto pueda te atiendo.-le dije sonriendo- por cierto, soy Alanna, encantada de conocerte- le dije mientras me acercaba y le tendía la mano como siempre sonriente.

Cuando todavía me encontraba en la puerta, una elfa pasó a mi lado saludándome y pidiéndome disculpas por que no hubiera nadie. Yo que todavía estaba sorprendido de la repentina aparición, me quedé congelado en la puerta. A continuación, y mientras salía de la cocina con un delantal, la elfa me dijo que iba a abrir las ventanas, que pasara y me sentase. A continuación me dijo su nombre. En el momento en el que lo escuché, mi mente dejo de vagar y volvió a su cuerpo. Observé como se acercaba y me tendía la mano. Reaccioné lo mas rápido que pude:
-¿Alanna?, encantado de conocerte, mi nombre es Dielf.- dije mientras le estrechaba la mano, mientras intentaba recordar de que me sonaba ese nombre- ¿Puedo ayudarte con las ventanas?.- Me ofrecí sonriendo. Poco a poco su nombre me sonaba con mas claridad, y me parecía que ya lo había oído en algún sitio...

-Encantada- repetí- gracias por el ofrecimiento, me vendría bien algo de ayuda.

Subí a la planta de arriba y abrí las ventanas de las habitaciones para volver a bajar al poco y sentarme en una silla.

-¿Y qué te ha traído hasta aquí?- le pregunté con una sonrisa- Ah, espera, voy a ver si sigue en pie el huerto y si hay algo de comer en la cocina, ¿vienes?- le pregunté levantándome y aún sonriendo.

Hoy decidí dar una vuelta por ahí. Las calles estaban pacíficas, pero aún así mi espadón colgaba de mi espalda. Estuvo mirando ciertas armerías y varios puestos de venta, pero me desvié poco después.

Sucedió que, tras una pequeña caminata, el estómago despertó de su letargo y me gritaba a rugidos algo que llevarse a la boca. Por supuesto, le hice caso y tenía enfrente mí una acogedora posada. Vi una ventana abrirse, por lo que deduje que ya no estaban cerrados.

Llegué a la puerta y la abrí sin reparos, al tiempo que decía en voz alta y clara:

- ¿Hola?

Después de haberle ayudado a Alanna a abrir las ventanas y me dijo que iba a ir a comprobar el huerto, asi que decidí seguirla. También me preguntó el porqué había acabado allí. una vez habíamos llegado al huerto, me iba a poner a poner a explicárselo, cuando de repente escuché una voz que venía del interior.
-Me ha parecido oír que hay alguien en la puerta, ¿quieres que vaya yo o vas tu?. - le dije amablemente con una sonrisa.

-Como prefieras,- dije mirando por la ventana- si quieres vamos los dos, el huerto está en pie y en perfecto estado y la alacena tiene lo bastante para una semana. ¿Vamos?- pregunté sonriente avanzando hacia la puerta de la cocina.

Al salir un hombre musculoso nos esperaba en la puerta, solamente lo había visto una vez anteriormente. Me acerqué y le saludé:

-Hola-sonreí- ¿Dragunov verdad?

Por la puerta de la cocina salió una elfa. Era, si no recuerdo mal, Alanna. La conocí en unos de mis encargos por Llanura de Fuego. Con una pequeña sonrisa, respondí:

- Buenas, Alanna, acabo de venir para...

El organismo respondió antes que yo emitiendo un pequeño rugido el estómago. Alanna no estaría sola porque detrás de ella se oían más pasos de otra persona, o de otro elfo.

Seguí a Alanna hacia la puerta, un poco por detrás de ella. Tenía curiosidad en saber quién más pasaría unos días con nosotros en la posada. Esperaba que fuese alguien con quien poder charlar tranquilamente y pasear por el campo, y recé para que no fuera uno de esos mercenarios brutos y polvorientos que siempre tienen ganas de pelea... Avancé un poco mas cuando me pareció escuchar que Alanna estaba hablando con el nuevo inquilino. No escuché su nombre, pero conforme me acercaba a la puerta, escuché su voz mas claramente. Me resultaba familiar... avancé un poco mas deprisa y cuando llegué y le vi exclamé un sonoro:
-¿¡Dragunov?!, ¿que haces tu por aquí?, no creía que nos fueramos a volver a ver tan pronto.

Me sorprendí con la reacción de Dielf y pregunté:

-¿Os conocíais de antes?- luego escuché el rugir de tripa de Drag y me reí un poco- mejor hablamos mientras comemos ¿os parece? -Dije mientras me dirigía a la cocina para ver que se podía hacer para comer.

¡Ah, debe ser a causa del destino, que no deja de perseguirme! Detrás de Alanna, no vi nada más y nada menos que aquel semisilfo escritor de historias. La verdad es que me sorprendí bastante al verle de nuevo. Alanna fue a la cocina a preparar algo. Correspondí a las palabras de Dielf con esto:

- Yo tampoco esperaba eso. Entré aquí por que tenía hambre, je je - aproveché la ausencia de la elfa y pregunté cabeceando a la dirección en la que se había ido Alanna - ¿es tu novia, tío?

No me importaba preguntarlo, pero eso fue lo único ''interesante'' que se me ocurrió para entablar conversación con Dielf. Las tripas seguían quejándose, pero con menos alboroto.

Después de verme y saludarme con Dragunov, y mientras Alanna estaba en la cocina, este me hizo la extraña pregunta de si ella era mi novia, a lo que respondí rapidamente:
-No, que va, si nos acabamos de conocer..., aunque su nombre me suena de algo...- le respondí tranquilamente.-Pero bueno, sentémonos ¿no? - le dije mientras me sentaba en una mesa cercana. - Cuéntame que te ha traído por aquí- Inicié la conversación mientras le mostraba una sonrisa. Estaba feliz de haberme reencontrado con él. Pero en ese momento me acordé de que Alanna estaba en la cocina.
-Alanna, ¿quieres que te ayudemos con algo?- dije levantando un poco la voz para que me oyese.

Los dejé hablando y me fui a la cocina, saqué cosas de la alacena, me subí a una silla para coger unas hoyas pero seguía sin llegar por lo que me puse de puntillas, aun me costaba llegar, cuando estaba por conseguir acercar una de las sartenes un grito me distrajo en mi concentración, di un golpe a todas las hoyas y caí de culo al suelo desde la silla dando un grito:

-KIAAAAA!!!!

Todo lo de dentro del armarito calló al suelo a mi alrededor dejándome sin habla del susto y haciéndome daño en los oídos por el exceso alboroto y el fuerte ruido que habían causado, demasiado para los sensibles oídos de un elfo.

-aish, aish, aish. -me quejé desde el suelo tocándome el sitio donde me había dado, no llegué a contestar la pregunta que me habían hecho.

Empezaría una agradable y monñotona conversación entre Dielf y yo si no hubiéramos escuchado un grito y, después, el de Alanna y un golpe. Entre lo dos nos incorporamos, el semisilfo pasó primero por la puerta hacia la cocina y yo le seguí a toda pastilla. Algo había pasado.

Nos plantamos frente para para ver lo que pasaba. Para mí, que fue una sencilla caída debida a un grito ajeno. Pero, ¿de dónde provino ese otro grito?

Después de escuchar el grito de Alanna me dirigí corriendo a la cocina, donde me la encontré tirada en el suelo y rodeada de ollas. Le tendí la mano: -Oye, ¿estas bien?- le pregunté preocupado. Dragunov llegó justo detrás mio, pero ponía una cara un poco extraña, como si estuviese pensando en algo. Supuse que no era nada, y le dije a Alanna:- Lo siento si ha sido culpa mía por asustarte.

- No importa- sonreí cogiéndole la mano y levantándome- al menos ya tengo las cazuelas más a mano- bromee, mientras empezaba a recoger utensilios- si que me vendría bien que me ayudaseis, y más ahora, no os importa ¿verdad?- pregunté.

Dejé una hoya en la encimera y seguí recogiendo.

Comencé a recoger las ollas de dos en dos y a colocarlas en las distintas repisas, estanterías, mesas o donde Alanna me dijese. Menos mal que la situación no llegó más lejos. De un lado a otro miré por si había, pero los otros dos ya recogían las últimas cazuelas del suelo.

En cuanto terminamos, me quedé apoyado en la pared para ver lo siguiente que hacíamos. Tenía hambre y, si era preciso, ayudaría a Alanna en la cocina con tal de llevarme algo a la boca lo más rápidamente posible. Que yo, si no como adecuadamente, no soy persona. Lo último me hizo hasta gracia, pues hace menos de una semana me había hibridado...

Dragunov y yo ayudamos a recoger todo, y cuando la cocina ya estaba impecable, escuché una especie de rugido. Me pareció que eran las tripas de Dragunov, por lo que decidí que las conversaciones debían esperar hasta la sobremesa. Volví a echar un vistazo a Alanna, y me di que se había hecho mas daño de lo que parecía a simple vista. Asi que me armé de valor y dije: - Alanna, Dragunov, id a sentaros, yo prepararé la comida. En ese momento un recuerdo llegó a mi mente y añadí:
- Ah, y gracias otra vez por el cuaderno Alanna, lo de hacer la comida es mi forma de compensarte por eso, es lo mínimo que puedo hacer. Ahora ves y comprueba si te has hecho mucho daño. Dicho esto, les eché de la cocina a empujones sin darles tiempo a replicar nada. Acto seguido me puse a mirar que ingredientes había y empecé a cocinar.

Me vi obligada a salir de la cocina, no estaba segura de dejarlo solo cocinando, no después de ver el arte de Piro en la cocina, aun así me senté en un sofá mullido que había en un lado del cuarto y usé un poco de magia para tratarme el moretón que empezaba a salirme, luego sonreí a Dragunov y dije:

-No es que no me fía, pero si le ayudamos comeremos antes, ¿te parece?-le ofrecí levantándome.

Entré en la cocina medio a hurtadillas y empecé a poner la mesa y le dije:

- Si buscas las cucharas, están en el cajón de abajo.

Esto se eternizaba y, tras un breve rato, Alanna fue a auxiliar discretamente en la cocina a Dielf, pues el tío de las flores apenas sí sabría dónde estaban las cucharas y demás utensilios de cocina...

Quizá podría ir a ayudarles, pero qué pintaría yo allí. Decidí poner el oído atento, por si me llamaban precisando ayuda. Mientras tanto, me alejé un poco para no entorpecer y caí suavemente al suelo y comencé con las flexiones:

'' Una, dos, tres, cuatro,... '', contaba mentalmente, en un ritmo acompasado y sosegado.

Ya había conseguido echarles de la cocina y en cuanto encontrara los cubiertos podría ponerme a la obra en una de las cosas que mejor se me daban en el mundo: la cocina. Mientras rebuscaba en los cajones, detrás mio escuché una voz que me indicaba donde se encontraban las cucharas. Abrí el cajón y, tal y como esperaba, todos los cubiertos estaban allí, eso y las ollas eran todo lo que necesitaba, ya que la comida ya la había localizado. Entonces me giré y vi que Alanna estaba acabando de poner la mesa. Sonreí. De verdad que era muy amable, incluso cuando le había dicho que yo lo haría, ella venía a ayudarme. Pero eso no me convenció. Mi madre me enseñó que la cocina es de uno, y que los demás solo pueden hacer que te salga peor. Además quería sorprenderles, y no tenía sentido si veían como lo hacía, asi que amablemente le dije: -Gracias por la ayuda, pero de verdad que puedo hacerlo solo, no tardaré casi nada, por favor, ¿puedes esperar fuera? Es que no me gusta que me miren mientras cocino.- Una vez dicho esto, la invité a salir de la cocina. En cuanto salió, empezó el show. Agarré los cuchillos e hice algunos malabares con ellos, mientras con una pierna abría la puerta de la despensa y clavaba ambos en un gran trozo de jabalí, después preparé el fuego, las ollas, la verdura... Pronto estaría todo acabado. La verdad es que siempre había disfrutado cocinando.

Off Rol: Cronológicamente ocurre después de mi visita a Erenh, ergo también ocurre después del Contrato de Sangre (es decir, que ya nos conocíamos, Drag e.e xDD)

Llevaba un tiempo en Erenh, durmiendo en las afueras y siempre comiendo poco, lo justo, era lo máximo que podía tener. Al cabo de unos días mi suerte cambió, una mañana que estaba por un pequeño bosque a las afueras de la ciudad, vi un carruaje de aspecto adinerado. Decidí atracarlo y terminé llevándome un buen botín, aunque no todo, seguro que al elfo dueño de todo aquello no le iba a hacer falta.
Seguía indeciso por proseguir mi viaje, así que preferí seguir en la capital un tiempo más; esta vez se acabó el dormir en la calle. Pregunté por una posada tranquila, no quería estar con demasiada gente, y me hablaron de una posada algo retirada de la ciudad.
Decidí poner rumbo allí.

Fui caminando hasta la posada y en cuanto la avisté en la lejanía suspiré aliviado. -Pues sí que estaba lejos, sí...- pensé. Estaba bastante fatigado, lo de viajar a pié se está quedando obsoleto, debería conseguir algún medio de transporte lo antes posible.
Oía ruido en el interior, así que debía de haber gente. Abrí la puerta lentamente y esperé a ver a alguien para saludar, pero no había nadie en el vestíbulo. Estaba empapado en sudor. Me pasé la manga por la frente para limpiarme el sudor y avancé un poco, hasta llegar a ver un cuarto. Había un hombre haciendo flexiones en el suelo; me resultaba familiar.

-¿Hola?- le dije desde el vestíbulo. Me fui acercando hasta colocarme muy cerca de la puerta. -¿Está abierto o espero fuera?- pregunté indeciso.

Salí de la cocina dejándolo hacer y lo primero que vi fue a Drag haciendo flexiones, extrañada pero sin hacer un solo comentario me fui a sentar en una de las mesas pero una voz conocida me hizo girarme y vi a Dante en la puerta, estaba algo sudado y parecía cansado, pero eso no evitó que corriese para darle un abrazo:

-Hola.- le dije aun abrazándolo- no pensaba que nos veríamos tan pronto, que bien.- dejé de abrazarle y lo guié hasta uno de los sillones- ¿qué te trae por aquí?- le pregunté, feliz de volver a verle.

'' Noventa y ocho, noventa y nueve,... '' seguía contando mentalmente.

De repente, por la puerta oí venir a alguien. Para cuando me incorporé, Alanna ya lo estaba conduciendo hasta una de las sillas. Alcé una ceja, era Dante, el tipo con el que hicimos aquel encargo del orco. Supuse que vendría aquí por tener hambre o por cobijarse, pues no le había visto desde que nos despedimos en el Paso del Este.

Levanté un poco la mano, hasta la altura de mi cuello, para saludarle y comencé a trabajarme los tríceps. Pensé en ir a echar un ojo a la cocina, a ver si el semisilfo estaba preparando algo, pero terminé por quedarme con el dúo Alanna-Dante. Antes vi que ella le abrazaba: '' Parece que se conocen de hace buen tiempo '', cavilé.

Entre tanto, mientras los demás cocinaban o hablaban, yo volvía a contar con la mente: '' Uno, dos, tres, cuatro,...''

Ya estaba toda la comida entre fogones, y yo estaba manejando hábilmente un par de cacerolas rellenas de verduras, cuando escuché una voz nueva que venía de la puerta de la posada. Pensé que debía de ser un nuevo cliente, por lo que alcé la voz y pregunté:
-Hey, el nuevo. ¿Qué quieres de comer?- Mientras esperaba la respuesta, saqué mi pluma del bolsillo y me preparé para darle un poco de personalidad a la comida.