Siempre había sentido curiosidad por conocer el lugar de donde procedía mi nombre. Aquel extraño país... en aquel extraño mundo.
Vestía ropas terrestres, algo incómodas, pero no estaban mal. llevaba algo llamado 'vaqueros' y una camisa negra algo pegada, con los botones cercanos al cuello desabrochados, ya que me agobiaba tenerlos abrochados. Para ocultar el color de mis ojos, en quel mundo donde era extraño, me puse unas 'gafas de sol' también negras. Mi largo pelo lo recogí en una coleta alta y usé como zapatos algo llamado 'tacones'. Eran incómodos, pero me encantaron en cuanto los vi.
Caminé por las calles de la capital, Tokio, mirando interesada a todas partes. Me sentía bien con aquella ropa y en aquel lugar. Tal vez mucha gente y mucho ruido, pero tenía su encanto.
Entré a varios comercios, atraída por los extraños objetos y los colores tan vivos. En Gold, a no ser en los bosques élficos, no había esos colores. Había tomado la precaución de hacerme con dinero terrestre, en concreto una moneda que era válida allí, así que me hice con unas cuantas cosas. A simple vista, era una terrestre más en un día de compras.
Cuando el sol decaía, entré a un bar, sedienta. No podía atacar a nadie allí, llamaría demasiado la atención. Eché un vistazo a la carta, para ver qué podía beber que fuera algo parecido, si es que había algo así. Finalmente, pedí un san francisco, lo mismo que los que estaban a mi lado. No estaba mal, dulce y me refrescó un poco. Acabé probando lo que escuchaba por mis espaldas, hasta que dí con una bebida algo fuerte. Tras un trasgo de ésta, tosí descontroladamente. Un hombre que estaba a unas sillas de mi se echó a reir y se acercó, preocupado.
-¿Estás bien, jovencita? -dijo, entre unas risas.
-No -respondí.- ¿Qué clase de bebida es ésta? ¿La de los suicidas o qué?
El hombre se echó a reir alegremente.
-Más o menos... oye, ¿tú no eres de por aquí, verdad?
-No creo que eso le importe.
-Oh... perdona, no quise importunarte.
-Nah... no pasa nada.
-Perdón por insistir, pero ¿qué te trae por Tokio?
-Turismo. ¿Acaso usted no es de aquí?
-No, soy de un pueblo de los alrededores. ¿Cómo lo has sabido?
-Intuición.
-Vaya, ya me gustaría haber tenido esa intuición en la Selectividad -volvió a echarse a reir. Hasta el momento no le había visto bien la cara, pero en aquel momento se quitó el sombrero y dejó al descubierto un rostro joven, y hasta cierto punto, atractivo.-Me llamo Ichiru ¿y tu, señorita?
-Shizuka.
-Ah, Shizuka... como mi abuela -sonrió.- No, es broma, pero me gusta ese nombre.
Conversamos un largo rato. con cada palabra que me dedicaba más me atraía.
-¿Por qué no muestras tus ojos?
-No se... no me gusta hacerlo.
-Vamos... seguro que son preciosos.
Me sentí halagada, y tras unos momentos de insistencia acabé cediendo. Ichiru abrió mucho los ojos, sorprendido.
-Bonito color.
-Gracias.
-No es muy común, la verdad...
-Yo en mi misma no soy común.
-Ya veo...
Terminé el vaso de agua que había pedido para bajar la bebida aquella y me dispuse a irme.
-Bueno, un placer. Debo irme.
-¿Ya?
-Sí.
-Bueno, pues... encantado de haberte conocido.
Dudé un instante.
-Igualmente -y por primera vez en mucho tiempo, sonreí. Él me devolvió la sonrisa, y eso me hizo dudar de si irme ya o no.
Él decidió por mi.
-Oye... antes de irte, ¿quieres que te enseñe ún poco el Tokio nocturno? Es bastante bonito.
Sonreí de nuevo.
-Sería un placer.
Salimos del bar y durante un par de horas recorrimos laa capital. Reí como nunca, y disfruté de la compañía de alguien como no lo había hecho en mucho tiempo. Pero debía volver. Me despedí cerca del portal, diciéndole que ya me tenía que ir. Él asintió, comprendiendo que ya no me podía retener más.
-Bueno... pues... buenas noches, Shizuka. Espero volverte a ver.
-Yo también.
Él me sonrió de nuevo, y lentamente, se fue. Me quedé mirando el lugar por el que se había ido, sin saber qué hacer. Pero aquel no era mi mundo. Me dirigí hacia el portal, cuando metí la mano en el bolsillo del pantalón, por puro impulso y encontré una servilleta de aquel bar en la que ponía 'realmente me alegro de haberte conocido'.
Sentí una cálida emoción en el pecho. Cerré los ojos, tratando de contener las lágrimas. 'Yo también' pensé.
Lentamente, atravesé el portal, de vuelta a Gold.