Una visita a la ciudad (Azogue)

Después de haber regresado de la academia, no venía sola. Sino que alguien me acompañaba. El había querido que lo trajera y a mi me daba lo mismo, fuera de la raza que fuera, de todas formas si algo ocurria no me pasaría a mi. Aterricé posandome suavemente sobre las nubes. Me sentía agusto regresando a mi hogar la verdad, pero no se lo que sentiría mi acompañante al verla por primera vez y siendo de la raza que era.

En ese momento recordé que aún llebaba el traje puesto, y no era que se dijese muy cómodo la verdad. Decidí ir a cambiarme, ya que con eso no podía caminar y no quería causar revuelo en la ciudad. Le dirijí unas palabras a mi acompañante.

-Esperáte un segundo, ahora vuelvo.

No intercambié más palabras y empecé a caminar hacia el lugar. Al cabo de pasados 5 minutos regresé a la entrada de la ciudad con mi vestido blanco de siempre puesto. Y le pregunté al visitante.

-Bueno, tuya a sido la idea de venir, ahora que estás aquí ¿a dónde quieres ir?

Lo único que me molestaba en el momento de irme con ella fue que llevaba la mierda de traje de la ceremonia. No me gustaba ir así, pero al menos la gente me vería formalico a tope. Pero lo que más me dejó asombrado fue el lugar al que decidí ir de visita... Bueno, al menos llevaba encima mi katana de toda la vida.

Hikari se tuvo que ausentarse un momento, mientras tanto yo contemplaba el supuesto lugar conocido como Aelenium. Era un lugar sagrado donde residían la mayoría de los seres angelicales. La blancura, la armonía y el sosiego reinaban en las pacíficas nubes.

Mi respiración pulmonar y pulso cardíaco se volvieron un poco anómalos. Mis ojos no paraban de mirar, pero mi cuerpo no cesaba de sentir en su interior pureza y luz. Era demasiado, demasiado para un ser demoníaco. La respiración se tornó entrecortada y acelerada. De repente una arcada me sorprendió. Me eché a un lado y vomité descontroladamente en el suelo, en lo que se podría llamar mi comentario inicial sobre Aelenium. Afortunadamente, no llegué a ensuciarme con la pota el traje y, poco después de retirarme de aquella apestosa mancha, Hikari llegó. Como respuesta, le dije:

- Quiero conocer más de las calles de esta ciudad.

Un pequeño paseo no vendría mal para refrescar el estómago.

Desde que había llegado a la entrada me estaba pareciendo oler un olor putrefacto y asqueroso. De verdad que no quería hallar con el foco de ese olor, pero mi curiosidad me pudo. Escuché la respuesta que me dió Azogue. Y le contesté tránquilamente.

-Como quieras demonio... por cierto... ¿tú sabes que es eso que huele tan mal?

Supuse que me daría la respuesta en dirección a Aelenium. Así que me encaminé rumbo a la calle principal, donde se alzaban los esdificios blancos y resplandecientes posados frágilmente sobre las nubes. El final de aquella calle daba a la plaza central, donde había vastantes ángeles rondando de un lado para otro en estado ocupado. Aquel día la ciudad estaba verdaderamente ajeteadra.

Hikari me preguntó por una peste proveniente de algún lado. Bien, podía restarle relevancia y pedir que continuáramos. Sin embargo, como no dejo las cosas sin acabar, cerré el puño y lo levanté a la altura de mi hombro, señalando con el dedo gordo hacia atrás:

- Esa peste tiene su origen en un cóctel procedente de un estómago demoníaco que no pudo controlarsre...

No hallé mejor modo de expresar mi pespectiva hacia Aelenium que potando, pero me guardé ese sarcástico comentario. Supuse que el ángel se mostraría molesta por que hubiera vomitado, pero eso a mí me daba totalmente igual. Yo ahora era un turista y el guía tendría que aguantarme al menos sólo para enseñarme el trayecto de visita. Metí manos en bolsillos y la seguí...

Y nuestra andada comenzó por la calle principal. Yo miraba de un lado a otro la arquitectura de sus moradores, sin comentar nada por ahora. En mi opinión, aparte de alzarse sobre las nubes, me parecía un lugar no demasiado interesante, así como sus gentes, pues los veía ahí ordinarios y monótonos, afrontando el día a día con la misma cara que ayer. Pero, claro, la opinión de un demonio sobre lo extranjero no contaba apenas. Me interesaba saber más sobre el interior de Aelenium, pues sólo lo estaba conociendo superficialmente.

Podo después, llegamos hasta la plaza central, según Hikari. Mis pupilas se contrayeron un poco al notar delante de mí la aglomeración de ángeles con sus auras puras y luminosas. Resoplé suavemente, pero no iba a vomitar, pues mi organismo se iba acostumbrando al armonioso ambiente que se cocía en el aire. Para no terminar nuestra pequeña conversación, comenté dirigiéndome hacia Hikari:

- No veo nada extraño. Parecen ordinarios como el que más.

A uno de los ángeles casi se le cae la cesta al verme de cerca, es decir, sentir mi aura, tan diferente a la suya como el día y la noche.

La verdad esque no me hacía mucha gracia que aquel demonio vomitara en las ciudades ajenas a las suyas, y además en mi ciudad. Pero lo ignoré.

Cuando llegamos a la plaza Azogue dijo un comentario, pero lo pasé por alto. Lo que si que no pasé por alto, esque a un ángel casi se le cae la cesta que llevaba al pasar al lado del demonio. Aunque me imaginaba que habría sentido el aura demoníaca de este y se habría extrañado. Seguidamente el ángel recogió su cesta y se marchó.

La biblioteca central de la ciudad se encontraba en aquella plaza, así que ángeles ocupados y volando de un lado a otro con pergaminos en la mano era bastante normal y monótomo.

Pasada ya la plaza llegamos al barrio comercial, donde se encontraban como no, todo tipo de tiendas.

No sabía si quien me acompañaba era un bondadoso ser angelical o una muda pared de frialdad. Hikari apenas me hacía caso y ni siquiera se molestaba en mirarme. Sí, era normal que a un invitado lo vieran así, como una maldita garrapata que debía ser librada lo más rápidamente posible del hospedador.

Pronto abandonamos la plaza central para abrirnos paso entre otra pila de ángeles situados. La mayoría me sorteaba, viéndome con los ojos como platos, pero había unos pocos que se mostraban más recios. Bueno, para no entorpecerles demasiado, y mientras Hikari caminaba a buen paso en línea recta, yo iba de una tienda a otra, curioseando las mercancías que ofrecían. Los vendedores me dirigían una mirada similar, la de la sorpresa por ver en Aelenium a un ser demoníaco. Sin embargo, no llegué a anhelar nada de lo que allí quisiera, simplemente estábamos de paseo.

Me dije a mí mismo que no causaría revuelo aquí, al menos, temporalmente, pero la tensión nació al poco. Estaba a punto de alcanzar a Hikari, cuando mi hombro chocó con uno de aquellos ángeles. Sin querer, lo aparté bruscamente de su trayectoria y me quedé tremedamente sorprendido con lo que me soltó:

- ¿Es que estás ciego, escoria demoníaca? - me gruñó. Nunca jamás imaginé que los seres angelicales llegasen a tal extremo...

Mi rostro de interesado, curioso e impaciente se desvaneció. Había adquirido un semblante pasivo y neutro. Saqué las manos de los bolsillos y mi cabeza se giró 90 grados, permitiéndome establecer la vista con el que me había llamado la atención:

- ¿Buscas problemas, blanquito?

En el caso de pelea, dejaría que el intimidador desenvainase primero su arma... posteriormente, lo reventaría a hostias...

Seguramente Azogue se habría quedado a ver las mercancías. Pero yo seguí caminando a la espera de que me siguiera. Notaba como los ángeles se paraban a mirar a Azogue de piedra, aunque claro, era normal, porque un deminio en Aelenium no era muy corriente que se dijera.

Seguí mi paso en línea recta, fime. Sabía que me estaba comportando con Azogue muy fríamente, pero me daba igual, solamente le mostraba la ciudad, además de que no tenía mucha práctica como guía turistica. Cuando mas me sumía en mis pensamientos fué en el momento que empezó una gran tensión.

Al parecer Azogue se había chocado contra un ángel y este le había echo un comentario provocativo. Me giré para llegar hasta ellos, y caminé pasivamente, como si no pasara nada. Me dirijí hacia el ángel.

-Sigue tu camino.- dicho esto me volví hacia Azogue.- Y tú procura comportarte también, me gustaría que no sacaras tu katana en esta ciudad en todo lo que vamos a estar aquí.

El ángel se fué dudando un momento, pero al minuto aceptó y se marchó murmurando algo entre dientes. Seguidamente yo también reanudé mi paso, sin esperar respuesta alguna del demonio.

Mi mirada permanecía inmutable cuando, de repente, Hikari acudió para evitar un futuro enfrentamiento. Mandó que el ángel con el que iba discutir se largase mientras que a mí me avisó diciendo que procurase no sacar la espada. Sólo cuando el ángel se dio la vuelta dubitativo, dejé de mirarle y simulé un gesto de asentimiento a lo que Hikari me dijo. Terminé por aguantarme, pero la próxima vez, las cosas no serían tan fáciles...

Conforme seguía al ángel las tiendas seguían apareciendo por doquier. ¡A saber dónde tenía pensado en llevarme! Mis manos, antes de volver a partir con ella, se metieron nuevamente en los bolsillos. Mientras iba caminando, la katana envainada hacía un ligero y acompasado movimiento. Como la veía más callada que una tumba, tomé el papel del encargado de reanudación de una conversación:

- ¿Qué gastronomía presenta Aelenium? ¿Nubes al vapor, alitas de pollo, quizás?

A ver si, con suerte, me invitaba a tomar los platos tradicionales de aquella región. Si ella no muestra interés por enseñarme cosas, la presión la haría yo. Ya sabía de sobra que un ángel no muestra el menor aprecio por un demonio...¡pero este demonio va a ser apreciado de alguna manera, por las buenas o por las malas, he dicho!

Confirme que Azogue se ponía en marcha detrás de mi por el ruido que hacía su katana. Numerosas tiendas seguían apareciendo, pero no les presté atención. Entonces fué cuando el demonio hizo un comentario bromista, al menos así me lo tomé yo. Aunque también pregunto por el plato típico de aquí. Mientras andaba le decía:

-Bueno, nuestra dieta no es diferente a cualquier otra, solo que por mi parte y por la mayoria de ángeles evitamos comer carne.

Seguí andando, hasta que para saciar más las dudas de aquel demonio, me metí en el primer restaurante que ví. Me senté en una silla de la barra y esperé a que Azogue se sentase.

¡Por el cordero degollado! ¿Que no les gustaba comer carne? ¡Con la de proteínas que tenían, chaval! Saber de su tipo de comida me mosqueó en poca medida, así que asentí a lo que me dijo y fui tras ella. Mientras que Hikari permanecía inmutable andando a paso acompasado, mis ojos vagaban por doquier, examinando todo y a todos.

Bueno, un pequeño detalle suyo fue invitarme a tomar un plato en uno de esos locales. Me alegré un poquillo, pero, por supuesto, no le iba a mostrar mi agradecimiento. Antes debía de catar la manduca que allí me pusieran. En cuanto el ángel se pilló su silla, yo llegué a cogerme otra y situarme en frente de ella.

Me froté las manos y aguardé en silencio a que llegase el tío de los pedidos, o quien sea. Mientras tanto, me fijé en el contenido de la mesa. El mantel era blanco, tanto como mi traje. En el centro del soporte de la mesa había un pequeño jarrón con florecillas. A mi mano derecha se situaban tenedor, cuchara y cuchillo, pero no logré precisar qué función tenía ese trapo blanco, más que pequeño que el mantel, que había a mi mano izquierda. Hikari tenía la misma cubertería que yo, pero, con el objetivo de aclarar dudas, cogí el pañuelo, lo levanté y, señalándolo con el dedo índice, pregunté al ángel:

- ¿Qué es esto?

Me había quedado mirando uno de los cuadros. En el se encontraba una mujer esbelta, bañandose en un estanque rodeado de árboles, estaba de espaldas al cuadro y completamente desnuda. El pintor le había puesto tras su espalda dos grandes alas negras.

Perdí mi concentración en aquel cuadro ante un comentario del demonio. Lo que me molestó bastante, ya que la pregunta era bastante tonta para mí. Entonces señalé el trapo blanco. En mi rostro se asomaba una mueca de sarcásmo.

-''Esto'' se llama servilleta, y sirve para limpiarse uno la boca después de comer o durante la comida.- añadí lo último ya que veía en el demonio un rostro de ''¿estás de broma?''.

Según el ángel, era una ''servilleta''. La miré con la vista fija, con unos reiterados parpadeos. Después, dejé a un lado esa cosa y comencé a echar un vistazo a la sala en la que nos encontrábamos. Había un puñado de cuadros, pero personalmente, no me agradaba el arte. Eso sólo servía para distraer...

El camarero, o como se llamase el tomador de pedidos en este sitio, no tardó mucho en llegar. A mí casi me miro con desdén, y se dirigió inicialmente a Hikari. En cuanto esta pidió qué tomar, sus miradas me buscaron a mí, el parias. Junté manos e hice coincidir índices, señalando a mi guía angelical:

- Tomaré lo mismo que ella - dije en un tono entre frío cirujano de hierro y amigo poco servil.

Por un momento, me dio la impresión de que los ángeles tenían máscaras en vez de rostros. O era por mí o eran superficiales de remate. Se lo mencioné a Hikari en forma de duda:

- ¿Es que no sois felices?

Y yo creyendo que los ángeles eran seres bondadosos, cariñosos, simpáticos, generosos, amables, serviciales... todo lo contrario a lo que yo pretendía ser. Normal que estén así porque esté yo, pero bastaba ver sus apagados caretos para sentir su vacío emocional.

Había venido para pedir nota el ángel que trabajaba de camarero. Inicialmente empezó por mí. Cuando terminé me fijé en que el ángel no se fiaba mucho de Azogue, aunque esto era normal.

Terminado ya de pedir seguí mirando los cuadros, con expresión perdida y melancólica. Cuando rompí mi concentración, lo había echo para prestar atención a una mesa que estaba un poco más allá, en la que a un ángel se le había caído el cubierto. Volví a fijar mi vista en el demonio.

-Pues claro que somos felices.- le contesté un poco aturdida, ya que no sabía a que venía esa descarada pregunta.

Vino el camarero con lo que habíamos pedido. Aunque yo apenas tenía hambre llegué a comerme la mitad de mi comida. Después de haber terminado de comer, almenos para mí ya que de mi comida quedaba la mitad, aparte el plato con la mano. Entonces se me pasó una pregunta por mente.

-¿Los demonios son felices?

No entendía porque la gente podía llegar a divertirse con el sufrimiento de los demás o con juegos sucios, y eso es lo que habían echo los demonios que había conocido hasta ahora. Por ese motivo venía la pregunta.

Tras esperar irreprimiblemente unos minutos que me parecieron larguísimos (y que Hikari aprovechó en comentar), finalmente el ángel trajo los platos. Tras servirnos, pasamos al ataque. Yo, al principio, miraba con cara rara la comida, pero luego de probarla, sabía bastante bien. Sí, podría engullir esto de una sola vez... A menos de la mitad de acabar mi plato, me di cuenta de que Hikari dejó el suyo sin terminar. La interrogué curiosamente:

- ¿Ya no comes? - al ver que apartaba el plato, alargué mi manaza para cogerlo. ¡Un demonio nunca desperdicia una comida! No pasé por alto su pregunta de los demonios:

- Un viejo conocido mío dijo que, nosotros, los ángeles corrompidos por Oscuro, nunca seremos felices. Nacimos con la condena de luchar contra la propia vida, sufriéndola y haciéndola sufrir a la vez - apenas mostraba el menor ápice de interés por esa tontería que me dijo el anciano demonio. Yo vivía a mi bola.

Sin embargo, quizá confundiera los conceptos ''felicidad'', ''placer'' y/o ''alegría'', así que me desentendí del tema para no causar más barullo filosófico y terminé de catar la comida. Casi se me olvidaba: cogí la ''servilleta'' y di un pequeño repaso por boca y barbilla. A continuación, le dije a Hikari:

- ¿Con qué os entretenéis los ángeles?

Tras apartar la comida el demonio la tomó salvajemente para empezar a engullirla. Mientras esperaba a que conestara maté mi tiempo observando la sala, pocas veces iba a un restaurante, no me gustaba comer con gente supongo. Volví a reincorporar mi vista en el demonio que poco le faltaba para terminar de comer. En esos segundos el demonio por fin respondió a mi pregunta. Al parecer en su ciudad tenían a demonios cultos de conocimiento, sin ofender fué algo sorprendente para mí, ya que, a lo largo de mi larga vida todos los demonios con lo que había tenido el ''placer'' de cruzarme habían sido seguidores de sangre y lucha.

El demonio finalizó de comer tras unos eternos minutos y remató su golpe limpiandose su boca con la servilleta. Después dirigió su vista hacia mí para hacerme una pregunta. Lo pensé unos momentos, pero al final le respondí.

-Los ángeles casi siempre estamos ocupados con nuestros asuntos, pero supongo que nos gusta bastante impregnarnos de conocimientos, aunque cada uno tenemos nuestros hobbies, el mio por ejemplo es leer.

Era una pregunta inusual, ya que los ángeles solíamos estar metidos en nuestras vidas y no irrumpiamos en otras, pero teníamos nuestras pequeñas aficiones para divertirnos o pasar pequeños ratos.

Hikari seguía observando sala cuando yo ya terminé el almuerzo, o lo que fuera. También sació mi sed de preguntas respondiendo a la última. ¡¿Leer?! Esa palabra, tan enigmática y lejos de mi alcance cual abismo insondable, me obligó a soltar un pequeño resoplido. En doscientos veintidós años de vida, jamás pasó por mi mano un libro de lectura. Lo único con lo que suplía esa carencia eran las Matemáticas, el lenguaje más preciso, en mi opinión.

Otra cosa que me dio a entender Hikari era que los ángeles eran muy cerrados, pues se empeñaban más en sus asuntos que meter mínimamente sus narices en los de los demás... Me quedé totalmente en silencio, mientras asimilaba lo que me dijo el ángel, con la misma frialdad y concisión que siempre. Me limité a decir, en tanto que apartaba los platos:

- Imagino que no sólo buscáis el conocimiento... He visto que te desenvolvías bien con el arco contra el semisilfo-vampiro, blanquita - constituía, desde mi punto de vista, una indirecta para pasar a mis temas preferidos: combates, armas, destrucción y guerra.

Confié en que me respondiera con algo decente y no bazofias como: ''Dios Blanco nos bendijo con tal y tal arma...''

Minutos después de que le dijera cual era mi afición el demonio resopló, supuse por su expresión que poco habría leído en su vida. Bueno, supongo que no todos son debotos a leer con gran afición como yo lo solía hacer. Tras haber dicho también los intereses de los demás ángeles, Azogue se quedó completamente callado. Me quedé mirando su expresión esperando a que dijera algo, hasta que por fin el silencio se rompió.

El demonio intentaba evadir más aquel tema exponiendo un comentario sobre como me había visto utilizar mi arco en combate. Capté la indirecta al momento, tomé aliento para hablar.

-Mi madre me enseñó de pequeña, también suelo prácticar algunas noches.- le contesté.

A mí también me había chocado sus tácticas de ataque, ya que al principio se renegó el uso de su katana y decidió hacer más utilidad de sus puños. De momento creo que me guardaría esa pregunta y le haría otra de distinta clase.

-Si no es inconveniente, después de salir de aquí me gustaría observar Delork-kas con mis propios ojos ¿podría ser?

''Hummm, destreza con arma a distancia aprendida por la familia... Interesante'', pensé. Nuestros estilos de lucha combinaban más diferencias que semejanzas: ella aprendió de uno de sus padres, mientras que yo tenía curtirme por mí mismo. Ella se instruyó aquí a base de entrenamientos nocturnos y lecciones de su familiar; yo, en cambio, me enfrentaba a toda alma viviente de Delork-Kas, sin apoyo ni ánimo de lecciones. En ella brillaba la férrea disciplina y el cuidado orden; yo eclipsaba con mi salvaje brutalidad y mi tremendo caos.

Jópe, esta ropa de caballerito moderno me estaba agobiando. Los pantalones escuetos, tener que ajustar la corbata y el maldito cinturón... Me prometí que sólo volvería a llevarlo en celebraciones importantes. Para lo demás, mi chaleco y mi pantalón de siempre. Al poco de esto, Hikari me preguntó con cierto toque de cortesía si podíamos echar un vistazo a mi ciudad. Me llevé las manos a la nuca y me apoyé en el respaldo de la silla y, esbozando una indiscreta sonrisa, le dije:

- Por supuesto que podemos, pero no te olvides de llevar... - ¡mierda! se me olvidó cómo se llamaba - ehmmm... serv..., sí, no te olvides de las servilletas.

Ningún demonio salvo yo de Delork-Kas conocía el término de ''servilleta''. Mis ojos recorrieron de nuevo la sala del restaurante en la que nos hallábamos. Ya de sopetón, le solté:

- ¿Ya está? ¿Así de aburrida es Aelenium?

No le iba a mostrar (aún) mi agradecimiento por la visita a esta población angelical, aunque en el fondo me interesó algo sobre sus vidas. No los veía muy beligerantes, pero quién sabe lo que se esconde tras esas simples alas...

En mi cara se dibujó una mediosonrisa al escuchar la respuesta a mi pregunta. Vacilé con lo último que dijo. Me intuía que solo las querría para enseñarselas a los demonios que rondaban por Delork-Kas y echarse algunas que otras risas sobre para que existían simples objetos. Me reí sarcásticamente en mi interior al imaginarlo.

Bueno, ¿habíamos terminado de comer no? pues entonces tocaba irse del restaurante. Llamé al camarero para pedirle el total y le dejé las monedas que le debía. Tras eso, me levanté de mi asiento con expresión sumisa y me dispuse a darme ya la vuelta, pero Azogue no había terminado de hablar. Lo miré a los ojos.

-¿Quieres ver algo más?.- le pregunté con tono sereno.

El razonamiento que yo entendía de Aelenium era que es una ciudad como otras más que con seres angelicales. Para mí no había más. A pesar de ser mi hogar no le encontraba nada interesante, seguramente se debiera a que me había criado en esta ciudad y estubiera acostumbrada a ella. Solo seguía instalandome en Aelenium por tres cosas: mi hogar, la biblioteca y el lugar que visitaba con mis padres cuando era pequeña. Puede que fuera más por lo último, ya que, es todo lo que extraño más cuando salgo de esta ciudad por algúnas semanas. De las otras cosas se trataba porque tengo mi casa aquí y la otra porque me siguen resultando interesantes los papiros pragnados de leyendas sobre Gold.

Bueno, ahora entraba en mis cálculos que hubiera pagado el total de la cuenta, o si no la juzgaría como tacaña. Bien, por la pregunta que me formuló, ahora podía proponer adónde ir de visita. Me acaricié la barbilla y miré por una de las ventanas. En general, todo esto que vi acerca de Aelenim era aburrido, pensé que habrían cosas más emocionantes, yo qué sé, palacios de grandes altura, torres de marfil, muchas escrituras por doquier, un enorme santuario para aquella devota gente, vamos, de TODO. Sin embargo, el asombro fue decreciendo: la estructura no difería mucho de la de la superficie de Gold y los ángeles eran... eran... ¡¡¡normales!!! Mi mente se revolvió violentamente al enunciar ese término que tan poco concordaba con ellos.

Posteriormente, una lucecita brilló en mi cabeza y me volví a ver a los ojos de Hikari. Seguro que se quedaría flipando cuando dijera esto:

- ¿Qué tal una vuelta por la biblioteca? - parpadeé dos veces ante su mirada.

No, no pretendía quemarla sino más bien algo distinto...

Mis ojos se abrieron de par en par. ¿La biblioteca? Era el último lugar que se me ocurriría pasarme por la cabeza sobre los lugares que Azogue querría ver. Aunque supongo que si la quería ver tendría un buen motivo bajo todo esto. La idea era un tanto graciosa si la miras por un lado: Un demonio al que no le gusta la lectura en una biblioteca sobre la ciudad de los ángeles. Volví a la normalidad de mi sobresalto.

-Como quieras.- no dije nada más.

Esperé a que se levantara del asiento para reemprender la marcha hacia la biblioteca. Observé como en su rostro había pequeñas muecas de... ¿aburrimiento? Bueno, de momento sólo le había enseñado las partes centrales de la ciudad, así que es normal que le pareciera aburrido, ya que todo lo que se encontraba por el centro de Aelenium eran lugares que la gente de Gold solía ver diariamente por sus ciudades o pueblos. De todas formas quedaban más cosas por ver.