Misión: Rebeldes Peligrosos

El noble elfo te esperaba junto a dos de sus guardianes, cubiertos por una armadura de acero hechizado, de color plata y unas espadas gigantes con dibujos preciosos en su hoja, estaban inmóviles, su señor estaba vestido con una capa azul de terciopelo y unos trajes con bordeados de hilo dorado, cuando te ve esboza una gran sonrisa y hace una pequeña reverencia, luego te espera con las manos a la espalda a que te acerques a él para darte toda la información que sabe.

El elfo se mostró muy satisfecho al sentir la intriga en tu pregunta, entonces te respondió con algo de dureza en su rostro, parecía que le molestaba hablar sobre el tema:
"Unos malditos perros se han levantado en mi contra, y ahora están causandome problemas. Quiero que los aplastes, pero si no lo deseas tranquilo, capturalos y me encargaré de su castigo, lo unico que quiero en este momento es que despejes el camino. Puedes empezar cuando desees, pero cuanto antes mejor." Te dijo, luego se sentó en su trono y volvió a dirigirse a tí. "Y bien, ¿qué harás?"

El elfo te miró sonriente. "Vaya, ojalá todos los soldados hubieran sido como tú, quizás te pueda conseguir algun puesto, te cobraría bien. Pero bueno. Los rebeldes escaparon hacia los Picos de escarcha eterna, ten cuidado por el camino. Puede haber trampas. Un guardia te acompañará hasta un campamento "base" que hay allí, te estarán esperando los espías." Te dijo, acto seguido mando con un gesto a uno de sus guardias que se adelantara un paso. Este lo hizo y luego se inclinó a tus pies. "Por favor, seguidme. Le entregaré un caballo." Te dijo.

- Vamos, Rudi, creo que estamos llegando tarde - animé a mi grifo para que el viaje por aire fuera más rápido.

Mi mascota se limitaba a echarme un fugaz vistazo y a batir más fuerte las alas. En el trayecto, me dio tiempo para pensar acerca de esa tarea: acabar con unos flipados que se habían sublevado contra un señor elfo.

Tras varios minutos, llegué hasta el palacio donde residía el elfo. Antes de que Rudi tocase tierra, salté de él y aterricé sin caerme. Acto seguido, fui corriendo hasta el trono de aquel edificio.

Entré en el gran salón a paso ligero y me dirigí al elfo del trono. Con una pequeña reverencia empecé a hablar:

- Saludos, señor, perdone mi tardanza, pero me he enterado de tiene un contratiempo con respecto a unos insubordinados. Si es eso cierto, puedo serle de ayuda y encargarme de esos sujetos.

Esperé a ver la respuesta. Quizá aún estuviese a tiempo, pues hace nada vi a uno salir con un soldado de los suyos...

-¿Con que tu serás quien nos ayude con nuestro problema?- dijo haciendo una señal para que dos guardias trajeran una maleta. -Aquí tienes unas provisiones, creo que deberías llevarlas, será un largo viaje- se enderezó y apoyándose en su bastón se levantó. Los guardias te miraban intrigado y se oía algún susurro entre ellos que decían "Dudo que el solo pueda con todos".

-¡Silencio!- gritó dando un golpe con la punta del bastón al suelo. -Como ya sabrás tienes que encargarte de unos presuntuosos que se oponen ante mi, tu objetivo se encuentra algo lejos de aquí, exactamente en los Picos de la Escarcha Eterna. Puesto que ya sabes el lugar y el objetivo de tu misión puedes marchar- se volvió a sentar y dando otro golpe con su bastón abrieron el portón para que pudieras salir.

Me ofrecieron provisiones y todo. Esperaba que fueran productos cárnicos y altamente concentrados en proteínas. Acepté con gusto la oferta y em llevé el maletín. ¡A los picos de la Escarcha Eterna!

- ¡RUDIII! - con el alarido que solté, el grifo batió violentamente las alas, ascendiendo un par de palmos.

Raudo como el viento, di un brinco para montarme a los lomos de mi animalico y este se elevó unos 100 metros. Viré a Rudi en dirección oeste y ambos encaminamos el trayecto aéreo hacia el reino enano. Por ahora, todo iba como la seda.

Al principio, mi mascota iba a una velocidad endiablada, pero al entrar en el reino de los enanos, región montañosa y escarpada, decidí moderar el ritmo ya que el viento o alguna que otra sorpresa nos podrían jugar una mala pasada.

A lo lejos, divisé los picos de la Escarcha Eterna. Por cuestiones de seguridad, azuzé a mi grifo para que voláramos por alturas bajas. Ya quedaba poco para que llegara a la falda de uno de los picos...