La prueba parecía difícil, pero no iba a rendirme sin ni siquiera intentarlo, por lo que me dirigí hacía los exteriores del jardín de la Paz, dispuesto a encontrar dicho árbol y a superar la difícil prueba que me había sido impuesta. Una vez llegué a mi destino, me pasé un buen rato preguntando donde podía encontrar un extraño árbol que solo se encontrara allí. Al cabo de unas horas preguntando, di con un viajante que sabía donde se encontraba dicho árbol y que amablemente me guió hasta él. Una vez llegué, contemplé un hermoso árbol, cuyas hojas eran de color plateado y sus flores cambiaban de color dependiendo de la luz que les diese. Era precioso, ya entendía el porque de la norma de no dañarlo. Pero... ¿Cómo extraer la sabía sin hacer un corte al árbol?. Después de pensar durante horas en como extraer la sabia, por fin averigüé el único momento en el que la sabía salía del árbol: cuando la flor se abría. De repente, mirando hacía la copa del árbol ví que tan solo quedaba un flor sin abrir, y estaba empezando a abrirse ya, era ahora o nunca. Cogí unas hojas del suelo, y haciendo un cuenco con ellas, hice crecer alas de Wisul en mi espalda y me alcé hasta la altura del capullo justo cuando este se abrió, y una pequeña gota de sabia resbaló por su pétalo. La alcancé al vuelo, metiéndola en el improvisado cuenco. No me había costado mucho, pero si llego a llegar un segundo más tarde, habría tenido que esperar un año a que se volviese a producir la floración. Después de recoger la muestra, volví a la torre y le expliqué a ese tal Derivol, como había conseguido extraerla.