Azogue vs Derivol

Aunque concebía ya de por de por sí a la vida como un permanente duelo, el otro día me apeteció echar una ojeada por aquel coliseo. Estaba atardeciendo y las sombras se estiraban e invadían el entorno. ''Un poco de acción antes de la cena no vendrá nada mal'', pensé mientras entraba por un gran portón.

Sus pasillos no eran tan vistosos, pero afortunadamente los diversos adornos (escudos, tapices...) suplían esa falta de riqueza. Me asomé desde las gradas para ver que había una arena circular y que, en ese momento, no había ni un alma. ¡Espera! A varios metros de mi lado derecho había alguien. Me giré para contemplarlo y analizarlo: su aura era... no era totalmente pura, lo que sí reconocí fue que una parte era demoníaca. La otra la encontraba un poco confusa, pero, suponiendo en un principio, diría que por su aspecto era un mestizo humano-demonio. Resaltaron sus ojos como dos rubíes. Supuse que a mí me enfilaría con la raza demoníaca. Da igual, ni me pregunté qué es lo que haría aquí...

No tuve reparos a la hora de llamarle la atención y ofrecerle mi propuesta de combate:

- ¡Eh, semidemonio! ¿Buscas un duelo individual?

No sabía que hacía allí, pero mis pasos me habían llevado hacía el coliseo. Lo miré de arriba a abajo mientras pensaba en los brutos gladiadores que se hacían daño y se desangraban por un puñado de monedas. Subí a las gradas, y me senté en ellas, mirando a la arena vacía. Vi los rastros de las peleas en la arena y pensé: -Bah, son peor que los animales. Pelean sin arte, sin estilo, solo intentado golpear al adversario con su enorme arma.-
Justo en ese momento, cuando ya me iba a ir, vi a otra persona cerca mío. Le miré de arriba a abajo, y mis ojos se clavaron en los suyos. En seguida ví que se trataba de un demonio, y por su aura seguramente se trataría de una variedad de hielo, pero... ¿Por qué tenía una forma tan humanoide?. Mientras le miraba, me llamó y me preguntó por un duelo individual. Mierda. No quería luchar contra nadie sin tener motivos, y menos en un duelo, pero una de las normas de Derlok-kas era que si un demonio retaba a otro, el que no aceptaba era considerado un cobarde el resto de su vida, y eso era muuucho tiempo. Yo, aunque era semi-demonio, mi madre era una súcubo y no quería deshonrar a las tradiciones de su raza. Me giré hacía el demonio, y alisandome las solapas del traje, clavé mis ojos, que se habían vuelto más claros y de un rojo más brillante, le dije: -¿Enserio?, bueno, supongo que no puedo rechazarlo...- diciendo esto, salté a la arena, mientras se hacía poco a poco de noche y me coloqué un uno de los extremos de la arena, esperando a mi adversario. Cuando ví que bajaba, le pregunté: -¿Y bien? ¿Quien eres?- dicho esto saqué mi baraja y empecé a removerlas.

¡Toma ya! Aceptó luchar contra mí. Me alegré parcialmente y me fijé en que ya bajaba a la arena. Veamos, un pequeño repaso antes de liarme: era un semidemonio, bien, de ahí pude sacar que tendría más fuerza y velocidad que un humano corriente. Llevaba al cinto un látigo, aún ignoré de qué estaba hecho. Respecto a su vestimenta, pues albergué unas pocas dudas. Esos ropajes le habrían costado un dineral, pero aún así, eso no tenía importancia. Por su modo de vestir, cavilé que se centraba más en su agilidad y en lanzar ataques bien dirigidos que en resistir y atacar a lo loco. Con esta gente, me andaba yo con más ojo...

Hice un pequeño calentamiento antes de descender por las escaleras y me ajusté bien el cinturón junto con la vaina portadora de la katana. El semidemonio de ojos rojos me interrogó por mi identidad. Me tocó responderle con un tono desinteresado y aparentemente calmado:

- Mi nombre no es de vital importancia, pero, por si te interesa, puedes llamarme Míster.

Alcé una ceja al advertir que comenzaba a barajar naipes. Sí, claro, precisamente en ese momento me iba a echar a una partida de póker, no te jode. Sin embargo, fruncí el ceño después, pues no sabía si pretendía jugar conmigo o que esos naipes fueran especiales... sí... a través de mis pupilas de ser demoníaco podía percibir nítidamente que no eran unas cartas normales...

Su respuesta me sorprendió, pero no gratamente. ¿Míster?¿Enserio?, parecía bastante prepotente, pero quizás podría usar eso en su contra. Parecía examinarme, tanto a mi como a mi baraja, por lo que parecía prudente. Bueno, era hora de empezar. Hice como que guardaba mi baraja en el bolsillo izquierdo, mientras agarraba el látigo con la derecha, pero dentro de mi bolsillo, una de las cartas se filtró a través de la tela, se desplazó impercirtiblemente hasta mi zapato. A continuación se colocó en la suela de mi zapato, activando su habilidad, tranformando mi suela izquierda en un material tremendamente elástico. Estiré el látigo contra el suelo, dejando una marca en la arena, y mirando a mi adversario le dije: -¿Mister? No te voy a llamar de esa forma, a menos que me demuestres que mereces tal titulo. De momento creo que con "garrulo" te sobra. - dije provocándole para ver si me atacaba.

La oscuridad del prematuro anochecer conquistaba lenta e inexorablemente al coliseo. En ella, no había más ruido que el de dos individuos disputándose en una inminente lucha.

Mi enemigo se encontraba en el otro extremo del escenario de liza, mientras que yo acabé de bajar escaleras y adopté mi pose de combate habitual. Lo que intentó en un principio fue ponerme del los nervios, pero yo no era tan rico de léxico como aquel tiparraco, por lo que me retracté a contestarle sin apenas variar mi acento normal:

- Lo que tú veas, estirado...

Desconocía el significado de la palabra ''garrulo'' y me limité a seguirle la corriente, como si de un chulo de rameras se tratase. En una pelea, poco me importaba lo mucho que me calumniaran, eso no era más que una estrategia de los vanidosos, que tentaba a perder el control y la prudencia. Dejando a un lado las tonterías de los semidemonios, me concentré en la pelea.

Antes vi que guardó las cartuchas y que había desenrollado su látigo. Como respuesta, fui andando a paso ligero hasta él, con las manos cerradas en puños... Habría que calcular el daño de su prolongada arma. ¿De qué modo? Pues sintiendo un buen latigazo, pero mejor me mantuve alerta por si hacía algún amago. Y respecto a las cartas, pues en un principio me tranquilicé al ver que las guardaba, pero quién sabe... Resumiendo, con el ojo avizor, fui hasta el sujeto de ojos carmesí a paso amenazador y con media sonrisa de desafío.

''Comprobemos de qué putrefacta pasta estás hecho'', pensé cuando ya quedaban menos de cuatro metros para llegar hasta mi objetivo.

Pareció no afectarle mi comentario, pero esto solo me hizo esbozar una sonrisa, casi con forma lubuna. Parece que al final si que iba a divertirme con este adversario. Entonces el demonio avanzó hacía mi, con paso firme, como si estuviese desafiandome. No parecía el típico bruto irritable, pero si que tenía poca paciencia, ya que venía hacía mi sin desenfundar el arma. Dejé que se acercase todo lo que quisiera, sin atacarle, pero alerta por si me hacía falta alejarme o esquivar. Me contuve, sosteniendole la mirada y aferrando con más fuerza mi látigo. Además metí la mano izquierda en el bolsillo, rozando las cartas con las puntas de los dedos.
-¿Qué pasa, te gusta el contacto cercano? - Dije cuando este ya se encontraba a menos de dos metros.

Dos metros y el semidemonio me lanzó otra interrogante. Bah, ya no tenía ganas de responderle. Confié en que mi silencio bastase para que el semidemonio se lo tomase como una afirmativa. Volviendo al tema, me sorprendió que no hubiera usado aún su látigo.

Y ya a eso de metro y medio me agaché levemente y di un impulso con el pié izquierdo para dirigir un puñetazo de diestra hacia su pecho. No era para calcular su resistencia, sino lo escurridizo que iba a ser. No debía olvidarme de sus cartas, pues probablemente pudieran hacerme la jugada padre. Mis pensamientos en el combate pasaban por la ofensiva de ese tipo: aún no aceptaba que sus únicos ataques fueran el cuerpo a cuerpo, el látigo y los naipes.

A lo mejor tendría ventaja en el caso de que el combate se alargara, pero lo primero es lo primero: descubrir y desbaratar los maquiavélicos trucos de este semidemonio...

El demonio siguió sin responder a mis provocaciones, pero dio paso a la acción con un puñetazo recto de diestras con dirección a mi pecho. Inmediatamente reaccioné, y pisando fuerte con mi pie izquierdo, la suela muy elástica me hizo rebotar hacía atrás, haciendo un mortal. En el mismo momento en el que daba la voltereta hacía atrás, saqué una carta del bolsillo y se la lancé entre los pies, y metiendose en el suelo, y hacíendo que este, debajo del demonio, se transformase en aire con unos 2 metros de profundidad. A continuación, mientras aterrizaba, esperé que el demonio callese al agujero, para devolverlo a la normalidad y encerrarle.

¿De verdad creyó que le iba a dejar así como así, viendo cómo se evadía de un simple golpe? ¡Pues no, señor! Con una notable agilidad, retrocedió para esquivar mi inicial ataque. A pesar de eso, el que tomó la iniciativa fui yo. Advertí que maniobraba algo en el aire, así que volqué mi estrategia en guerra sin cuartel y fui en pos de él, antes de que me fuera a lanzar algo.

Esta vez, sería un brinco con patada proveniente de la zurda. Si era bueno de reflejos, bien podría esquivarla o bien sujetarla si tenía las pelotas suficientes. Mi ataque se dirigía a su brazo derecho, armado del látigo.

Por detrás, noté que la magia desplegaba sus efectos, pero no llegué a medirlos. A ver qué más sorpresas me tenía reservado aquel bellaco...

Parece que esquivó mi truco con un simple ataque. Era bastante veloz, pero quizás su ataque me diese cierta ventaja. Usé mi látigo y exquivando la patada, le enrollé la pierna y le lancé hacía el agujero que había hecho anteriormente. A continuación bajé la mano hasta tocarme el pie y recogí de nuevo la carta de mi suela. A continuación aterricé en el suelo y deshaciendo el nudo del látigo de la pierna de Azogue, me coloqué a cierta distancía, con la espalda apoyada en la pared. Tenía que pensar una estrategia, y examiné el como reaccionaría a mi ataque.

El ataque degeneró en fracaso y fue aprovechado buenamente por el semidemonio. Su habilidad con el látigo era buena y podría mejorarse incluso más... La cuerda corrediza se enlazó en torno a mi pierna atacante y, aplicando fuerza, mi rival consiguió arrojarme hacia el vacío que había formado la carta. Aunque no sabía para qué le serviría meterme en un hoyo de nada. Pero, por ser precavido, decidí tomar medidas al respecto.

Aunque su esfuerzo fue mínimamente encomiable, no contó con la habilidad necesaria para meterme de lleno en el ''abujero''. Maniobrando con la mano zurda, llegué a asirme al borde del pequeño acantilado, además de apoyar el pié derecho en la pared. Sentí que se ablandaba el nudo que me apretaba la pierna izquierda. Para ello, mi mano agarró férreamente la cuerda del látigo. Ya lo tenía todo dispuesto: con un buen tirón, apliqué esfuerzo para subirme y salir del hoyo en el que el semidemonio pretendía hacerme caer. Con una sonrisa que mostraba mis blanquecinos dientes, le espeté:

- ¡¿Algo más, tahúr?!

Usó mi propio ataque para esquivarlo. No solo era rápido, sino también sabía aprovechar las oportunidades. Sonreí con la pregunta que me hizo, y deslicé una de las cartas en la pared en la que estaba apoyado. Mientras la carta se introducía a mis espaldas en la pared, me relajé, pegandome más a ella. Entonces la pared de detrás de mí se transformó en acuosa, y mientras me echaba hacía atrás sumergiendome en ella, le dije al demonio: -Pues ya veremos- Al acabar de decir la frase, me sumergí completamente en la pared, solidificando la parte de fuera. En el interior de la pared, deshice el hechizo de la carta del agujero, que volvió a la normalidad y usé otra de mis cartas para convertir en aire un trozo del interior de la pared para respirar. Allí empecé a desplazarme por el interior de las paredes de la arena, sin que se notase por fuera, ni mi presencia ni mi esencia, bloquedas completamente por la imperceptible magia de mis cartas. Desde allí podría pensar en un plan y analizar a mi adversario.

Mis ojos se estremecieron al ver que las cartas hacían otra de las suyas. Salí corriendo hasta él, pero ya era demasiado tarde. Fijo que ahora estaría maquinando algún ataque para pillarme desprevenido. Acaricié la pared con la palma de la mano: ''No siento el halo del semidemonio...'', cavilé intantáneamente. ¿Qué estaría haciendo allí dentro?

Giré ligeramente la cabeza al ver que la carta del hoyo había desaparecido. Habría que ir meditando algo: bien podía quedarme en medio de la arena a la espera de mi rival... o bien, podría estarme al acecho. La arena era un tenebroso escenario en forma circular, vadeado por paredes de 5 metros de altura, con 4 compuertas disponibles para entrar/salir. Las escasas nubes de la noche no impidieron que apareciera el cuarto menguante...

Con un potente salto, me elevé casi 3 metros y apliqué mi agilidad para escalar la pared hasta llegar a sujetarme al borde. Una vez ahí, caminé un par de pasos por el bordillo que hacía de frontera entre la arena y las gradas, y me di la vuelta en dirección a la arena. A continuación me senté de cuclillas y mi rostro se orientó ligeramente a la izquierda, observando la pared por la que había penetrado el semidemonio. Y ahí fue donde me quedé, acechando y dándome un breve respiro.

En teoría, supuse que si no notaba su aura, él tampoco lo haría con la mía, pues no veía nada de fácil eso de ''ver por las paredes''. Además, sospeché del gasto de energía mágica de mi desgreñado oponente...

En el interior de la pared me pasé alrededor de un minuto, ya que esto gastaba parte de mi energía mágica. Pensé en alguna estrategía, mientras me dirigía por debajo de la arena hasta el centro de esta. De repente una idea aparecío en mi cabeza, y decidí ponerla en práctica. Usé mis cartas para volver la superficie del centro de la arena acuosa, y salí de allí como si del agua se tratase. Enseguida localicé al demonio, que se encontraba esperandome en uno de los bordes de las paredes, y mirandole fijamente por si hacía algún movimiento raro, hice que una de las cartas que aun se encontraban debajo mio, se desplazase por debajo de la tierra hasta unos dos metros por delante mio. Mientras, bajé la mano hasta cerca del bolsillo, y saliendo rápidamente una carta del suelo y la otra de mi bolsillo, dió la impresión de que salían las dos cartas del suelo. A continuación las enseñé a mi adversiario como cebo para que se confiase. Tambié le dirigí la palabra: -Bien, acabemos con esto.-
Esperé atento su reacción mientras guardaba las cartas en el bolsillo y tensaba mi látigo.

No creí que fuera a aparecer en medio de la arena. Parece que al final, esas cartas sí que le eran muy útiles, incluso más que el látigo. Posteriormente, el semidemonio se puso a hacer más tejemanejes con sus malditos naipes. En cuanto a mí, aterricé sobre el suelo del escenario y desenvainé la katana, abarcándola con un gesto amplio. Sonreí sin mostrar los dientes y le dije a mi enemigo:

- Tienes razón, semidemonio. - el plan de la ofensiva escudriñaba por mi mente. Debía darle una muerte rápida... espera, para el carro, quería decir un golpe bien dirigido.

Los cuatro primeros pasos fueron tranquilos, ya al siguiente, cargué mi acometida corriendo a toda leche hacia él. A ver si acabábamos esto de una vez, pues debía tomar precauciones respecto a sus cartas, que fijo que llegarían a obstaculizarme o dañarme. El inicio de mi ofensiva, una vez iba con presteza, se inició cuando disparé con la mano izquierda un pequeño proyectil oscuro hacia la posición del semidemonio. Lo demás ya lo tenía más o menos predispuesto...

De repente el demonio bajó de su sitio en la pared. Sonreí imperceptiblemente y observé como se dirigía corriendo hacía mi. Un metro antes de llegar al área de mi carta, me disparó un proyectil de oscuridad, que no esquivé con mucha dificultad, ya que intuí algo así cuando le vi apuntarme con su mano izquierda. Lo esquivé con un pequeña voltereta, y justo en el instante en el que incorporé, el demonió entró en el area de mi carta. Era el momento: dos metros cuadrados de suelo alrededor y debajo del demonio, mutaron por mi carta, transformando un cubo de 2 metros de ancho, por dos de largo, por dos de profundidad debajo del demonio, en oxígeno concentrado, un compuesto extemadamente explosivo, que se activaba con cualquier pequeña llama. Mientras mi adversario caía en su interior, lancé una carta hacía uan de las paredes del agujero y transforme un trozo de esta en fuego, que quemar el oxígeno creó una explosión enorme que destrozó parte de la arena de combate, incluso llegó hasta mi la onda expansiva y me hizo caer de culo. Dudaba que el demonio hubiese salido inmune de ese ataque, aunque me habñia costado caro para mi energía magica, que se empezaba a resentir. Por si acaso me mantuve alerta.

¡Huy, qué tonto por mi parte llegar a caer en semejante agujero! Bueno más que caer, lo que hice involuntariamente fue precipitarme al hoyo de 2 metros de profundidad. Ahí conseguí aterrizar sin problemas, pero pero mi nariz se estremeció. Apestaba a oxígeno molecular que no veas... ¡Era una trampa!

Faltaba algo, fuego. El taconazo del pié izquierdo se oyó ligeramente en el momento en el que otra carta se apegaba a la pared del hoyo. Nada más aparecer la sombra circular a mis piés, el fogonazo fue bestial. Me hundía rápidamente, pero el efecto ígneo me afectó de cintura para arriba (quemaduras de 1º grado), pero sólo parcialmente. Me protegí el rostro cruzando los antebrazos a su altura. Y entonces ya estaba dentro del plano de las sombras, con la cuenta atrás: once segundos... diez...

La trampilla de fuego, la cual me dañó en grado medio, tardó poco en desvanecerse: nueve... ocho... siete... No tenía tiempo para quejarme, el combate estaba llegando a su trágico final.

''Bien, cabroncete, hora de cobrar...'', me dije mientras estaba circulando con la sombra por el suelo, abrigada por la oscuridad de la noche e imperceptible en esas condiciones. Para rematar, la magia oscura impedía notar mi presencia y mi esencia. Únicamente podría localizarme con luz luminosa, mientras que con sombras y/o de noche SHADOW PLAYER era prácticamente invisible.

Me situé detrás de él: seis segundos... Ahí hice acto de presencia, a la vez que la katana, orientada hacia su espalda, practicaba un limpio corte en diagonal ascendente.

Después de la explosión, yo estaba en el suelo, por culpa de la onda expansiva y de repente, escuché una especie de ruido cortante a mis espaldas. Todo lo rápido que pude me eché hacía adelante, pero era un poco tarde. ya que el ataque me había pillado completamente desprevenido. No esperaba que el demonio usase mi propio agujero y mi explosión para camuflar su técnica y atacarme por la espalda. Había sido un buen truco, y noté un corte en la parte de atrás de mi traje y en mi espalda, en dirección ascendente, que me provocó un buen tajo que probablemente me dejaría marca. Caí de bruces hacía el suelo, pero antes de llegar a este, coloqué las manos, ya que por mucho que me doliese, ya me había ensuciado suficiente el traje y no quería llenarme de polvo. A continuación me levanté y me giré hacía el demonio. Estaba en mis límites, y sería muy dificil concentrarme en mis hechizos con el atronador dolor que recorría mi espalda, por lo que le dije: -Demonio, la victoria es tuya, me rindo ya que no tengo más fuerzas para continuar.- Con un esfuerzo, e intentando superar el dolor de mi espalda, estiré la mano hacía él y entonces me di cuenta de que él tampoco había salido inmune del combate, tenía toda la parte de la cintura para arriba quemada por mi explosión. Le tendí la mano, en simbolo de amistad mientras añadía: -Me lo has hecho pasar dificil, demonio, ¿cuál es tu nombre?- mientras esperaba la contestación, deshice los hechizos y las cartas volvieron a mí. Agarré arena del suelo, y colocándo una carta sobre ella, le di las propiedades desinfectantes del agua oxigenada, y me la puse en la espalda dañada. También le ofrecí este ungüento al demonio, para que tratase sus quemaduras, sobre todo si no quería que le quedase cicatriz.

A pesar del dolor provocado por quemaduras, mi ataque surtió efecto y una gran línea se extendió por el lomo. Con su discurso, el combate dio final, ganando yo por darle esa pequeña sorpresa desde atrás. Sonreí superficialmente, y cuando se acercó a estrecharme la mano, me quedé asombrado. Y eso que la mayoría con la que me enfrentaba se largaba insultándome o huyendo. Bueno, como me lo puso canutas, decidí corresponderle, pero sólo por esta vez. Enfundé la katana y estreché su mano, además de decir:

- En Delork-Kas me llaman Míster, pero si no te gusta, me llamo Azogue.

Acepté asintiendo con la cabeza el brebaje que me regalaba el semidemonio. Antes de que dijera nada, le interrogué por su identidad diciéndole:

- Supongo que los semidemonios también tienen nombre...

Me respondió amablemente, algo que no esperaba de él, pero que me sorprendió gratamente. También aceptó el ungüento. Se llamaba Azogue, y me preguntó lo mismo con una pregunta indirecta: -Umm, creo que con llamarte Azogue ya esta bien. Mi nombre es Derivol, Derivol Van Herberst- le dije amablemente- El apellido es el de parte de madre, que era una súcubo, por si conoces a alguien con ese apellido en Derlok-Kas.- diciendo esto, acabé de untarme la herida y me fuí de allí despidiendome del demonio con un movimiento de mano. Pensé, que tal vez me gustaría tratar con él en un futuro, pero esta vez como aliados. Ahora... eso si... nunca le perdonaría haberme roto el traje... ahora tendría que ir de compras...

(Off Rol: Alby, cierra el tema y reparte recompensas XD graciiiaas)