Noche de bodas (Nathan) +18

Nerviosa.

Sí, esa era la palabra que definía mi estado anímico en esos momentos. Estaba hecha un verdadero manojo de nervios, no podía parar en ningún sitio sin hacer cualquier tipo de gesto o movimiento.
Caminaba sin parar por mi dormitorio, esperando a que Nathan llegase... y sintiendo un pellizco en el pecho de ansiedad, debido al simple hecho de que sabía aproximadamente lo que iba a suceder en cuanto cruzase la puerta. Y, si había de ser sincera, al desconocer de primera mano lo que se esperaba de mi, acrecentaba mis nervios a más no poder.

Las criadas habían hecho un buen trabajo en la estancia: habían dejado todo lo que pudiéramos necesitar durante la noche; algo de comida, un poco de bebida...
Viendo que no podía hacer otra cosa, me dejé caer en un diván, sobre el cual me recliné, esperando paciente y nerviosa a un tiempo.

Sonreí levemente mientras que sentía como Nathan acariciaba mi piel. Lo cierto es que temblaba de pies a cabeza, aunque por suerte, al estar sentada, eso no se notaba mucho. Iba a tener que calmarme si quería que todo saliera bien aquella noche.

-¿Tú que crees?-repuse poniéndome en pie con deliberada lentitud y agradeciendo que mis piernas no temblasen-¿Acaso piensas que quiero pasar la noche de bodas sola?-añadí acercándome a escasos centímetros de él, para luego besarle en los labios-Eso sería algo deprimente.

Mi corazón latía deprisa, debido a mi nerviosismo y a las sensaciones que Nathan lograba despertar en mí. Nunca había imaginado que mi destino iba a estar unido al de un humano, lo cual me resultaba un tanto sorprendente: nadie pensaría que la princesa fuera a desposarse con un mortal. Sin embargo, allí estábamos, tras haber contraído matrimonio.

Con cierta curiosidad, alcé una mano y acaricié las puntas redondeadas de sus orejas, las cuales siempre me habían llamado la atención, acostumbrada a las orejas picudas de mi gente.

Mientras realizaba este gesto y respondía a su beso, me percaté de como, al mismo tiempo que me llevaba hasta la cama, se debatía con los lazos de mi vestido. Para ayudarle, me separé de él para luego, con calma, soltar los nudos, dejando que la prenda resbalase por mis hombros y cayese hasta el suelo, dejando que mi piel brillase a la luz de las velas. Estaba más nerviosa que antes, pues era la primera vez que me mostraba desnuda ante una persona del sexo opuesto.

Caí sobre el lecho sorprendida por aquel gesto un tanto brusco, como si hubiera perdido la cabeza cuando yo me deshice del vestido. No sabía que un hombre podía tener aquel estado solamente con ver el cuerpo desnudo de una mujer, aunque ciertamente tenía su lógica; pues tal y como él me había dicho, había estado esperando este momento bastante tiempo. Me habría gustado decrile algo similar, pero mi voz no respondía a mis deseos, por lo que estaba segura de que si, intentaba hablar, sería más muda que un pez.

Supuse que lo mejor era soltarse y disfrutar de lo que estaba sucediendo, y poco a poco ir perdiendo el miedo, por lo que conseguí que mis temblorosas manos lograran deshacerse de la camisa de él y recorrieran su torso, mientras que me deleitaba con el tacto de su piel. Aquel contacto era turbador, pero no dejaba de ser placentero; nunca había estado tan cerca de otra persona.

Le dejaba hacer, suponiendo que tendría mucha más experiencia que yo y que sabría dominar la situación. Me avergonzaba un poco ser tan inexperta, pero seguro que iría aprendiendo aquella noche.

Relajé la cabeza sobre los almohadones, mientras que mis ojos se cerraban, para de ese modo ser más consciente de las reacciones de mi cuerpo, las cuales me eran tan novedosas como sorprendentes. Nunca imaginé que un hombre pudiera tocar así a una mujer, de esa forma, haciendo que toda ella se viera estremecida por pequeñas punzadas de placer y al mismo tiempo de deseo. Era algo completamente turbador.

Pese a todo, no estaba preparada para lo que sentí cuando introdujo sus dedos en mi interior. Al principio fue como un pellizco intenso, que luego dejó paso a una serie de punzadas de placer que se extendían por todo mi cuerpo, provocándome leves gemidos que salían de lo más profundo de mi garganta.

-Yo también te quiero-jadeé con la respiración entrecortada-No pares-añadí, mientras suspiraba de placer.

Mis gemidos eran cada vez más fuerte, estimulados por sus hábiles dedos, que sabían tocar aquellos puntos que lograban que me retorciera de placer, mientras que mi mente prácticamente se quedaba en blanco. No actuaba como pensaba que haría, pues para mi sorpresa deseaba que aquel contacto fuese mucho más profundo.

Me encontraba terriblemente excitada por aquella forma de tocarme, de tal forma que muchas veces aquellos quejidos que brotaban de mi garganta ni siquiera me parecían míos. Así mismo podía sentir como Nathan se encontraba en un estado similar, pues el bulto de sus pantalones era bastante evidente.

Una súbita oleada de placer logró que arquease la espalda, mientras que de mis labios brotaba un pequeño grito. Jamás había sentido algo similar, por lo que la sorpresa y el gusto se mezclaban a partes iguales.
-Entonces no perdamos el tiempo-respondí a su comentario cuando hube recuperado el aliento, mientras que mis manos, actuando por cuenta propia, se dedicaban a deshacerse del cierre de su pantalón.

Sin duda no esperaba aquella reacción por su parte, y me produjo una cierta vergüenza, que me esforcé en superar. Jamás imaginé que alguien pudiera hacerme el amor con la boca, ni siquiera en mis más descabellados pensamientos. Pero pese a todo, estaba sucediéndome, y lo cierto era que no pensaba quejarme, pues estaba consiguiendo que toda yo me retorciese de placer, mientras que elevaba de forma inconsciente las caderas, con la esperanza de conseguir un toque más profundo.

Mientras, me las apañé, no sabía como debido a lo torpe que me sentía, para desabrochar el pantalón del Hombre y lograr deshacerme de la prenda, viendo mis ojos por primera vez el cuerpo de alguien del sexo opuesto.

Su comentario me hizo esbozar una leve sonrisa, mientras que enredaba mis manos en su pelo, como si así pudiese retenerle sobre mi cuerpo. Si había de ser sincera, me moría por que me tomase, a pesar de que temía un poco al posible dolor que me causara el ser desvirgada.

-Tómame ya-musité, y yo misma me sorprendí de aquellas palabras, pues estaba segura de que no las había dicho yo.

No iba a negar que en el momento en que sentí como iba a tomarme, una punzada de temor recorrió todo mi cuerpo, como reacción al supuesto dolo que seguramente sentía. Sabía de sobras que aquel primer contacto iba a ser doloroso, lo que esperaba era ser capaz de poder soportarlo sin quejarme, para no molestar o preocupar a Nathan. Sabía que una espada clavada en el hombro dolería mucho más que lo que estaba a punto de suceder.

Por si acaso, hice que mis manos, que descansaban junto a mi cabeza, ahora ya carentes del movimiento que anteriormente hubieran tenido, se aferrasen a un almohadón con notable fuerza. Estaba lista para lo que viniese, y muy segura de ser capaz de controlarme en el caso de que mi cuerpo reaccionase ante el dolor.

Cuando sentí como entraba en mí percibí una punzada dolorosa, pero que no me importó en lo más mínimo, debido a lo cerca que podía sentir a Nathan en esos momentos. El contacto de su cálida piel contra la mía me hacía olvidarme de todo lo demás y de desear tenerle más cerca si era posible.

-No te preocupes-musité, viendo que parecía un tanto cauto-Te deseo tanto que no me importa que duela.

Las sensaciones que mi cuerpo experimientaba eran novedosas y placenteras al mismo tiempo. Cuando la gente habñaba sobre aquello no le hacía justicia, pues estaba comprobando que las punzadas de gozo que sentía no se parecían en nada a la idea que mentalmente me había hecho.

En un momento dado sentí la imperiosa necesidad de besarle, y sin dudarlo, enredé mis manos en su pelo y lo atraje hacia mí, mordiendo sus labios con fiereza. Y en su boca no pude evitar soltar un gemido de placer, pues me turbaba sobremanera el sentirle dentro de mí y al mismo tiempo sentir su lengua en mi boca.

El aumento del ritmo me resultó levemente doloroso. A pesar de que estaba excitada y de que deseaba sentirle lo máximo posible, no podía olvidar que mi cuerpo acababa de ser tocado por primera vez. Pese a todo, me sobrepuse, no quería molestarle, viendo como necesitaba mi cuerpo en esos instantes.

Al poco tiempo el dolor fue remitiendo, hasta desaparecer por completo, dejando paso a un placer que no había sentido antes. En un momento dado, aquella sensación se redobló hasta alcanzar una intensidad que nunca habría imaginado, la cual me hizo gritar mientras que aferraba su cuerpo contra el mío.

Noté como mis ojos se empañaban con lágrimas de placer, mientras que todo mi cuerpo se retorcía, presa del disfrute. Ahora comprendía el motivo por el que la gente perdía la cabeza respecto a ese tema, yo misma me estaba volviendo loca... Nathan me estaba llevando a la locura, pero era una locura placentera, que yo abrazaría con mucho gusto.

Finalmente, llegué al clímax, notando como toda yo se entregaba por completo a Nathan... sabía de sobras que a partir de ese momento estaría completamente ligada a él, y que en el instante en que me faltase, enloquecería de dolor, del mismo modo que ahora enloquecía de placer.

No pude evitarlo, y grité su nombre, dejándome llevar por aquella sensación tan grata. Nos estarían oyendo en todo Erenh, pero me daba igual.

Cuando él terminó, sentí como mi cuerpo se relajaba, quedándose completamente laxo, mientras que mi respiración, agitada por lo sucedido, comenzaba a calmarse; mientras, mis manos acariciaban la espalda de Nathan, creando dibujos invisibles en ella. Recordé mi timidez inicial, y como poco a poco la había superado, para luego dejarme llevar por la que sin dudas había sido la experiencia más placentera de mi vida.

-No pasa nada-musité a su comentario, comprendía la urgencia con la que me había tomado, y era normal que no hubiera podido aguantar mucho más tiempo-Era compensible...

Clavé mis ojos en la luna que se veía por la ventana, dejando la mente en blanco, al mismo tiempo que abrazaba a Nathan sobre mi cuerpo. Me agradaba sentir su cálida piel contra la mía, y notar nuestros corazones latiendo casi al mismo ritmo.

Aquellos besos que fue dejando, camino de mis labios, me pillaron por sorpresa pero al mismo tiempo me encantaron, haciendo que mis labios esbozasen una leve sonrisa. Cuando finalmente nuestras bocas se encontraron, respondí a su beso, acariciando sus mejillas con ambas manos, mientras que de forma inconsciente, recostaba de nuevo la cabeza sobre la almohada, entrecerrando los ojos.

-Mi querido esposo...-musité, suspirando levemente.