Una nueva protegida (Alanna)

De nuevo salía el sol por el horizonte, alumbrando la ciudad de Erenh y colándose por las ventanas de mi dormitorio, sacándome de mis sueños de vigilia para que me enfrentase a una nueva jornada.
Con un gesto rápido, me deslicé fuera de mi lecho y me vestí con un vestido sencillo, y tras coger al fénix de mi padre del salón donde el ave descansaba, abandoné la residencia para pasear por la ciudad adormecida, mientras que el pájaro estiraba las alas.

Me gustaba pasear a esas horas, debido a que no me encontraba con nadie que me pidiera favores o intentase congraciarse conmigo. Odiaba que me tratasen de forma diferente a los demás solo por ser hija de quien era, mas era un precio a pagar que todos los Undomiel debíamos afrontar.

Mi familia acababa de desaparecer delante de mis ojos, y yo con mis 7 años no conseguía entender del todo lo que sucedía, solo se que después de ver la sangre del hombre salí corriendo llevaba un par de kilómetros recorridos cuando un hombre desconocido me cogió de la ropa y y me levantó del suelo, estaba a punto de gritarme, pero al parecer se echó para atrás al verme temblando y llorando con manchas de sangre en mi ropa y mi cara. me subió al caballo y me llevó al palacio que tantas veces había querido ir a ver junto a mis padres y hermanos y que ya jamás vería junto a ellos.

Al llegar una mujer un ama de llaves me metió en una tina de agua para quitarme las manchas, al sacarme de allí vio mi marca de nacimiento, me tapó, llamó rápidamente a alguien y una mujer, parecía importante, llegó al poco, vio mi marca y me guió hasta una enorme sala, yo parecía no tener más lágrimas, ya no lloraba ni temblaba solo estaba como muerta.

Al llegar me recibieron dos personas que me explicaron cosas que no recuerdo, pero se que me tranquilizaron.

Tras despejar mi mente con el frescor del alba, llamé al ave, que aún volaba en círculos, gozando seguramente de la libertad que le otorgaban sus alas. Le tenía envidia, él podía alejarse del mundanal ruido, evadiéndose hacia las nubes... ojalá yo también pudiese abandonar la ciudad y llevar una agradable vida en el bosque; mucho más relajada que la que hasta la fecha había llevado.

Con un suspiro resignado, regresé al palacio, donde seguramente ya me esperaba mi clásico desayuno a base de té y pastel de membrillo, junto con un criado esperando para informarme de los sucesos acontecidos a lo largo del reino, y de un trovador para amenizar mi desayuno con música.

Sin embargo, cuando llegué, había dos criados con una niña que parecía horrorizada, y eso sí, ni rastro de mi desayuno. No me encolericé, pues estaba claro que la pequeña tenía prioridad sobre la comida, y me acerqué a aquel pequeño grupo, dejando por el camino al fénix en su percha.

-Disculpad que el desayuno no esté listo, princesa...-comenzó un criado, pero lo hice callar con un suave gesto, mientras que miraba a la niña.
-¿Quién eres?-pregunté, alzando levemente las cejas. No se traía a cualquiera al palacio.

Me molestó un poco la actitud de la chica, y por desgracias o por suerte no tengo pelo en la lengua, y además como siempre he estado encerrada jamás he conocido a nadie fuera de mi familia para saber quien era en ese momento la chica que me hablaba con altanería o más bien curiosidad, como si fuese algún tipo de mono de feria:

- Soy la hija pequeña de la familia Delteria.

Dije levantando la cabeza orgullosa de ser quien soy.

Alcé levemente una ceja, un tanto sorprendida y molesta por la forma de hablarme de la niña. ¿Quién se había creído que era para hablarme de semejante forma, como si fuera una vulgar criada? Sin dudas, iba a tener que refrescarle un poco la memoria para que recordase que en este lugar yo no era una cualquiera.

-Muy bien, Alanna-dije llamándola por su nombre, pues aunque no la conocía de rostro, si tenía noticias de esa familia y conocía los nombres de todos sus miembros-Pues yo soy Arwen Undomiel, ¿te suena mi nombre?

Fui un poco fría, pero era necesario establecer mi poder, dejarle claro que, pese a mi aspecto delicado, era una princesa y una digna hija de mi padre.

Me pregunto con altanería si reconocía su nombre y yo ateniéndome a la realidad todavía con la cabeza en alto, le dije:

-Pues no, no me suena para nada, lo siento pero no se quien eres.

No pude evitar soltar una risita, mientras que los criados me miraban un tanto sorprendidos, no era normal que un Elfo no me reconociese. Sin duda iba a tener mucho que hacer con esa niña, pues parecía excesivamente mimada, como si consiguiese todo cuanto desease.

-Pues soy la hija del rey Elessar (off: me acabo de inventar el nombre); soy la princesa del reino Élfico. Y si no me crees, mira mi colgante-añadí mostrándoselo, pues era conocido en todo el reino que los miembros de la casa real llevaban un colgante de platino con forma de estrella. Además, si seguía afirmando no reconocerme, me encargaría de que los criados apoyasen mis palabras.

Me enseñó su colgante, el cual demostraba sus palabras.

-No era necesaria una prueba, pero gracias, aquí tienes mi prueba de que no miento tampoco.

Y le enseñé el colgante que tenía alrededor del cuello. El único objeto que me quedaba como recuerdo de mi familia que todavía tenía manchas de sangre, mis ojos se abrieron de forma desorbitada, me agaché me cogí la cabeza y grité presa del pánico, llorando de forma descontrolada. El miedo qe había intentado ocultar bajo una actitud que no era propia de mi salió a flote en cuanto vi la sangre que cubría el medallón.

La visión de la sangre en el colgante me hizo retroceder, espantada. Temía que alguna desgracia hubiera sucedido para que aquella niña apareciera en palacio sola y asustada. Algo no iba bien, eso estaba claro...
Intenté decir algo, pero me encontraba demasiado sorprendida, viendo la reacción de la niña. Sin dudas, debía de haber visto algo horrible para su corta edad.

-Princesa, ¿podemos ayudarla de alguna forma?-me preguntó una criada, pero la ignoré mientras que tomaba a la niña por los hombros con firmeza y la zarandeaba con brusquedad, para que se calmase. No me gustaba ser tan poco delicada con una criatura en semejante estado, pero para los nervios alterados aquella rudeza era lo más efectivo.

-Cálmate-dije usando un tono de voz sosegado y amable-Aquí no tienes que temer a nada. Dime, ¿qué ha sucedido?

Alcé los para ver a la chica que me zarandeaba, y me decía que me calmase con voz dulce, y como una reacción instintiva me abracé a ella, llorando como si fuese lo único seguro que conociese en ese momento.

Y de algún modo así era, había perdido a mi familia, había arrancado el brazo de una persona y no conocía nada del exterior porque había pasado toda mi vida encerrada en un cuarto. No podía hablar solo pude soltar palabras entre murmullos incoherentes:

-Papa, mama, hermanos, lo establos todo lleno de sangre.

Al decir eso mi voz se acabó de romper por completo y fui incapaz de hablar más.

Fruncí el ceño ante aquellas palabras, viendo como mis sospechas se veían confirmadas. Alguien debería haber matado a su familia, y no de forma poco cruenta, por lo que ella me estaba contando, abrazada a mí. Iba a tener que pasar tiempo con ella para que pudiera superar todo lo vivido, de eso no me cabía duda.

-¿Los establos llenos de sangre?-pregunté mientras que le secaba el rostro con mi manga-¿Cómo has podido llegar hasta aquí sin que te encontrasen? Sé que no te gusta hablar de eso, pero necesito saberlo...

- Pues,...-dije aún llorando mientras la princesa me secaba las lágrimas- el hombre me vio, pero yo estaba muy enfadada y no se que paso, de pronto algo hizo BUMMMM dentro de mi y todo se volvió blanco, cuando pude ver otra vez ese hombre no tenía brazo, pe-pero entonces la herido empezó a cerrarse y-y me asusté y empecé a correr, entonces me encontré a unos señores a caballo que me trajeron aquí. Se que no se me conoce, pero papa y mama me explicaron que no podía salir porque había gente mala que quería que nuestra familia no estuviese, y que por eso yo no podía saberse que había nacido, porque si algo les pasaba yo tenía que decir lo que había pasado a gente importante, me dijeron que ellos sabrían quien soy solo con mirar mi marca de nacimiento, que es, era como la de mis hermanas.

Hablaba de forma atropellada y llorando como si no se me acabasen las lágrimas.

-Eso es preocupante-repuse mientras me ponía en pie y fruncía el ceño de nuevo, un poco angustiada y asustada por lo sucedido-Y sin duda has debido de pasar mucho miedo... no consigo adivinar quien ha podido hacer algo así, pero pronto moveremos los hilos necesarios para saberlo. De momento, te quedarás con nosotros, aquí no te va a pasar nada.

La miré sorprendida y agradecida pero sin parar de llorar y le dije sin pensármelo dos veces:

-Muchas gracias, ahora mismo sería incapaz de volver a casa. Espero no ser una molestia. Si puedo hacer algo dímelo.

-No tienes que agradecerme nada-repuse, ahora volviendo a tomar un tono más serio-Es lo menos que podemos hacer por tu familia. Además, no me cabe duda de que haber sido la situación al contrario, me habrían acogido cuando hubiera aparecido en vuestra casa completamente asustada. Ahora lo que tienes que hacer es descansar, le pediré a un criado que te sirva algo de comer y luego podrás dormir, ¿te parece?

-Yo tampoco dudo que lo hubiesen hecho. Gracias por el ofrecimiento, lo cierto es que estoy cansada, pero prefiero no dormir, no se lo que me espera en sueños. Así que si puedo hacer algo para mantenerme ocupada, lo preferiría a tener que estar sola en una habitación. -levanté la vista cuando las lágrimas ya no rodaban por mis mejillas aunque seguían brillando en mis ojos, y después la volví a bajar, no podía decir eso mirando a la cara, era la primera vez que me sentía y me mostraba tan vulnerable- No quiero estar sola- dije en un susurro mientras una lágrima se escapaba de mis ojos, y las demás eran retenidas con una fuerza de voluntad de la que pensaba carecía.

Dejé escapar un leve suspiro, mientras que ignoraba los comentarios de los criados, que me sugerían esto o aquello para que la niña estuviera calmada. No es que me importase estar con ella, pero tenía cosas que hacer, y no podía dejar mis obligaciones desatendidas, por mucho que quisiese.

-Lo comprendo-repuse cruzando mis manos sobre mi regazo-Es normal que necesites compañía, pero me temo que yo no puedo quedarme contigo ahora mismo, pues tengo cosas que hacer...

Se me ocurrió una idea: normalmente a los niños les gustaban los animales, y en mi familia teníamos varios especímenes muy extraños.
-¿Qué tal si cuidas del fénix mientras yo no estoy?-le propuse-Es un animal muy cariñoso, y seguro que quiere jugar contigo. Cuando vuelvas, si quieres, comeré contigo y te ayudaré a instalarte.

Me quedé sorprendida, al parecer pensaba que quería que se quedase conmigo, y, bueno, en cierto modo así era, pero no quería molestar, sabía que en un palacio había muchas cosas que atender, así que comprendí perfectamente, me ofreció un plan alternativo, que acepte sin duda por la simple razón de estar entretenida, y no poder pensar, asentí con la cabeza y le dije:

-Si, muchas gracias, entiendo que estés ocupada y no quiero retrasar las cosas aquí.

Me despedí sin hacer reverencia, más que otra cosa porque se me olvidó, y cuando ya salía al jardín siguiendo a una criada, volví corriendo y plantándome delante de la princesa me incliné un poco y salí corriendo en busca del fenix, la mujer me guió hasta él y me acerqué con cuidado, no le quería asustar, cuando llegué a su lado le acaricié un poco el pico y soltó un sonido muy bonito y gracioso, una especie de graznido que sonaba a campanillas y entonces sonreí, algo que pensaba que no podría volver a hacer.

No pude evitar sonreír cuando vi como la niña salió corriendo en busca del ave. Había acertado con proponerle jugar con el fénix, al menos así se distraería hasta que yo hubiera terminado mis quehaceres.
Sin embargo, me sorprendió que regresase para hacerme una reverencia que antes había olvidado. Ese detalle me pareció tierno por su parte, pues a pesar de todo, no olvidaba quien era yo, a pesar de su estado alterado.

-Creo que esta niña va a ser una más en la familia-repuse antes de irme a la sala de recepciones. Tenía mis clásicas obligaciones reales que atender.

Mientras esperaba la criada que me había guiado ya se había marchado y yo me había quedado sola con la majestuosa ave, al verme sola otra vez, un lágrima resbaló por mi mejilla, y empecé a llorar intentando no hacer ruido, lo último que quería era que alguien me viese, me abracé al cuello del pájaro que al verme triste me enjugó las lágrimas con su pico, y me hizo cosquillas con su plumaje, lo que me hizo reír, me gustaba ese fénix, no solo por su actitud dulce y amable, también por sus alas, yo que siempre he estado encerrada más de una vez he soñado con volar, tener alas y desplegarlas, y subir, alto, muy alto, hasta tocar el cielo, pero mi familia llego al cielo antes que yo, borré ese pensamiento pesimista de mi cabeza, y mirando al pájaro que era como el doble de alto que yo sonreí, el animal me invitó a subirme con un movimiento de cabeza, me quedé sorprendida, pero sin pensármelo dos veces subí como pude, mi diminuto cuerpo a la espalda de un pájaro que me parecía enorme por ese entonces. No le tiré de las plumas ni le hice ningún rasguño, sería incapaz de hacer daño a un animal. simplemente disfruté de la suave textura de su plumaje algo incomoda, por la ropa que me habían dado, pero aún así era cálido, suave y amable, apoyé mi cabeza en su plumaje y acabé por dormirme allí arrullada por su canto y por la seguridad que desprendía la simple presencia del fénix.

La mañana transcurrió como siempre, con la misma rutina de cada día. Me resultaba chocante que en todo el reino Élfico nadie supiese la desgracia de aquella familia... la historia de Alanna no dejaba de darme vueltas en mi cabeza, olvidándome de vez en cuando donde me encontraba y cual era mi deber.

Cuando llegó el mediodía, pude al fin salir al jardín donde me habían dicho que la niña estaba jugando con el fénix, para verla dormida sobre el ave. No la quise despertar, debido a que necesitaría aquel sueño, y que le vendría bien descansar tras lo sucedido. Por eso, me la llevé en silencio a unos aposentos que le habían preparado, donde la dejé en el lecho, mientras que yo la vigilaba por si su sueño se veía alterado por alguna pesadilla, para calmarla en ese caso.

Estaba tan dormida que solo me di cuenta de que no estaba en el mismo lugar cuando me desperté de golpe por causa de unas pesadillas. Me levanté de golpe de una mullida cama respirando con dificultad, intentando tragar las lágrimas, lo conseguí durante unos pocos segundos para que luego me estallasen , no quería estar así, ojala ese hombre, bicho, cosa, jamás se hubiese acercado, si jamás... ¿si jamás que? tarde o temprano me habría quedado sola de todas formas, me llevaba siglos de diferencia con todos ellos. aunque me abría gustado que hubiesen tenido otro final, al menos ahora estaban en un lugar mejor, y sabían que mientras yo estuviese en el palacio estaría segura. Ellos estaban en paz, ¿por qué no podía estarlo yo? Por la ira que se retorcía en mis entrañas. Pero solo era una niña, ¿que podía hacer? Además, lo había dejado tan malherido que si sobrevivía se pasaría toda su vida de forma miserable, sin poder usar sus brazos. No soy rencorosa pero la muerte de mi familia era algo que no podía aceptar, hasta que lo hice. ;e levanté de la cama, abrí la ventana de la estancia y pegué un grito que subió a los cielos, fue liberador, me deshice de mi rabia, de mi ira, de mi frustración y de mi rencor, suspiré y sonreí llorando, puede que lo hubiese pasado mal, pero ahora lo que importaba era mirar hacia delante y hacer que mi familia desde donde estuviese se sintiese orgullosa de mi.

bajé del alfeizar de la ventana, aún llorando, pero liberada de la carga que sin saberlo me había impuesto a mi misma.

La reacción de la niña al despertarse fue un tanto sorprendente, no esperaba que gritase con esa rabia que estaba demostrando. Pero al mismo tiempo también era bueno para ella, pues de ese modo podía sacar todo lo que llevaba dentro y librarse de sus pesos, al menos por el momento.

Esperaba que el tiempo, que todo lo cura, sanase las heridas de su corazón; mientras tanto la mantendría entretenida para que no se recrease en los amargos recuerdos. Al parecer nuestra familia había ganado un nuevo miembro, y yo había ganado una hermana.