Nuestro oponente volvió a evadirse cual rata de alcantarilla. Y lo peor fue que el tornado hizo mella en mi compañero y en mí. Mis dos espadas se fueron volando literalmente, ya no podía aguantar tanto, mientras que le viento, fuego y unas pocas zarzas me hacían mierda.
Salí volando hacia uno de los paredones, choqué con él y al incorporarme tosí un par de veces. En fin, volví a cargar contra mi rival. Observé que Exodian lo había agarrado, así que tenía que aprovechar esa ocasión.
Rápidamente, me situé delante de él. Más o menos tenía anlizado a mi oponente. Era veloz y bastante ágil, por lo que rechacé la idea de usar los espadones. En su lugar, decidí hacerlo a la vieja usanza: ¡a puñetazos!
Lancé un conjunto de golpes dirigidos a cabeza e vientre del enemigo. Quizá la diestra no fuese demasiado efectiva, pero la zurda estaba prácticamente recibierta de armadura, por lo que sí le podría provocar agresiones severas.