Alby vs Dielf (DeathAlquemist) y Dragunov

Desgraciadamente, esquivó mi golpe y volvió a su forma humana. ¡Pero qué...! ¿Ahora empezaba a darnos la enhorabuena? ¿Qué se ha creído este tío? Nuestro enemigo volvió con uno de sus hechizos e invocó un pajarraco blanco, además de subirse a él.

Sobrevolando a bordo de su ave, probablemente estuviera planeando algo, mientras que Dielf hacía otra de sus magias. Me daba igual lo que hiciera, mientras no estorbara, así que no le presté mucho caso y me alejé un poco de él para vigilar desde distinta posición al adversario.

Me quedé estático a unos 5 metros del semisilfo, clavé la Unholy en la arena y preparé las dos manos para empezar a liarme a Impactos Líquidos... Mientras surcaba el aire, yo me mantenía atento ante cualquier otro imprevisto y, ya de paso, me dio tiempo a dar un breve respiro.

Mi ave esquivaba fácilmente los disparos acuáticos que me lanzaba aquel guerrero pero no significaba que a mí me hiciera mucha gracia, odiaba volar pero la situación obligaba a hacerlo. Mi invocación recibiendo mis órdenes alzo el vuelo hacia una altura superior a la que estábamos para que yo pudiera, calmadamente, realizar mi contraataque.

Los años de magia y entrenamiento habían dado sus frutos, ahora que era un maestro de la invocaciones había conseguido que mientras estuviera presente alguna no me dejara indefenso, podía realizar otros hechizos y hasta invocar a otra criatura, pero eso me agotaría. Era el momento de que la furia de la tormenta cayera sobre mis contrincantes, alcé mi báculo mientras mi montura se quedaba parada fuera del alcance de los ataques.

El cristal se iluminó y nubes de tormenta se empezaban a congregar sobre la torre, oscuras nubes ruidosas, luz, ruido, electricidad. Los rayos caían sobre la torre sin ninguna pauta, caían al azar pero siempre sobre la superficie de la torre, mientras tanto yo me agachaba para sentir el pelaje de mi invocación en mi torso desnudo.

“Corazón, dime por favor,
Es amor, y dame tu calor”

Tal y como esperaba de nuestro adversario, no se arriesgó a acercarse y lanzó un ataque bastante poderoso con rayos encima de la torre. Esto se estaba empezando a complicar más de la cuenta: mi magia se estaba empezando a agotar y encima estos rayos me dolían en los ojos de basilisco, ya que producían calor al caer; por último, si alguno de ellos nos caía encima recibiríamos serios daños. Actué deprisa y le grité a Dragunov: -Dragunov, lanza la Unholy al aire y yo la empaparé con agua, esto hará que sea un pararrayos muy potente y todos los rayos se dirigirán hacia donde la lances.- esto nos haría librarnos de los rayos antes de que nos matasen, pero yo empezaba a ver borroso por todo el calor que veía por los ojos del basilisco. Casi no podía distinguir donde se encontraba el enemigo, por lo que no podía planear un contraataque.

¡Rayos! Esa palabra era para describir la situación. Caían por doquier y temí que me alcanzase uno de ellos. En esa torre, había un día lluvioso y tormentoso.

Tomé consejo del semisilfo y, al agarrar la Unholy, la lancé hacia arriba con las fuerzas que pude reunir, mientras tanto Dielf le echaba agua, con el fin de que actuase de pararrayos. Así, los rayos se mantendrían ocupados con el espadón durante un rato.

Forcé la vista y vislumbré que el ave ya se había parado... Bueno, un último intento de golpe: coloqué las dos manos en posición, las junté... Sabía que un Impacto Líquido no llegaría a alcanzar esa distancia, ¿pero y si combinaba dos? Gastaría más, pero no lo dudé ni un segundo ahora que estaba nuestro enemigo detenido.

Inmediatamente después de pronunciar ''Aqua'', el chorro se transformó en un auténtico cañón, en dirección al pajarraco blanco.

Mi invocación no necesitaba de órdenes para esquivar los ataques pues como si se tratara de un animal de verdad, sus instintos le impulsaban apartarse de la trayectoria de aquel gran chorro de agua lanzado por el guerrero. Tuve que sujetarme fuertemente a mi montura para no caerme al realizar esta un giro hacia un lado, el tiempo de descanso se había acabado, las nubes empezaban a dispersarse obra mía pues de nada servían ya al comprobar que había creado un pararrayos con una espada y algo de agua.

Era el momento de pasar al ataque, una idea kamikaze seguía siendo una idea y me parecía la mejor opción, me ave recogió las alas dejándose caer en picado sobre mis adversarios, debía encontrar el centro, un punto en el que les separara la misma distancia. Como una flecha descendía mi ave mientras yo me preparaba para saltar en cualquier momento solo fijándome en el suelo. Y salté.

Rodé por la arena unas dos o tres veces junto a mi báculo mientras escuchaba a mi pájaro explotar en una potente luz entre mis dos adversarios, no les causaría más daño que una cegadora luz, no sufrirían ningún daño en su cuerpo menos en los ojos que quedarían cegados por unos momentos.

Estaba de espaldas a mis adversarios, rápidamente recogí mi báculo y levantándome, lo alcé con la mano izquierda y con un grito de guerra lo clavé en el suelo con tanta fuerza que se quedo recto sin necesidad de que lo sujetara mientras que a mí alrededor se generaba una semiesfera protectora.

Me deje caer sobre él suelo sentándome, empecé a jadear exhausto mientras palpaba el cinturón de mis pantalones, entonces lo encontré. Acerqué a mi cara una pócima con el cristal algo arañado por el combate, pero el liquido seguía en su interior, rápidamente destapé la poción y me la tomé, me venía muy bien una poción de magia.

Juntando mis piernas en posición de meditación y tocando mis dedos con las yemas de su pareja correspondiente de la otra mano cerré los ojos mientras el cristal de mi báculo brillaba y seguía suministrando energía a mi escudo.

-Ancestros de los Buscadores, maestros de la luz y el rayo, domadores de los lazos del Sol, yo os hago una petición, brindadme con vuestro conocimiento, un hechizo con el que vencer a mis adversarios, os lo ruego ancestros míos, ayudad a este joven líder-dije mientras empezaba a meditar, versos antiguos extraídos de los libros de los Buscadores, un descanso como aquel me ayudaría mientras empezaba a hacer efecto la pócima. Estaba protegido por un escudo semi-transparente.

La estrategia de mi adversario era un poco suicida, pero funcionó bastante, ya que nos dejó a ambos ciegos durante bastantes segundos, el tiempo suficiente para que nuestro adversario se protegiese dentro de un escudo a descansar y tomarse una poción de recuperación de magia. Gracias a mis ojos del basilisco, no me quedé todo lo ciego que me hubiese quedado con mis ojos normales, ya que solo me cegó el calor y no el fogonazo de luz. Ya casi no me quedaban energías y decidí que este era el momento para atacar. Mientras me restregaba los ojos le dije a Dragunov:
-Dragunov, si aun puedes saber donde esta el adversario, quiero que le ataques con todo, pero también...- me acerqué a él, y aunque aun le veía borroso, le toqué en el hombro y le agarré la mano, depositando en ella mi pluma. Nunca antes se la había dejado a alguien, pero era nuestra única oportunidad.-Toma, es mi pluma, intenta meterla dentro de el escudo con el que se esta protegiendo haciendo acopio de toda tu fuerza, si consigues que esta entre dentro aun tendremos posibilidad. Guíate por el sonido de su voz. Yo mientras descansaré y prepararé el hechizo.- dicho esto, deshice los ojos del basilisco y me senté concentrado con las piernas cruzadas, poniendo hasta la última pizca de energía mágica que me quedaba en preparar ese último ataque.

El estallido del pájaro nos dejó invidentes temporalmente. Dielf llegó a acercarse hasta mí mientras me daba la pluma diciéndome además que la intentase introducirla en el escudo que había formado. La tomé en señal de hacerle caso y fui hacia nuestro oponente, que en ese momento inició una especie de rezo. Me guié por su voz, afinando a tope el oído.

Al poco de llegar, mi mano palpó un escudo, de naturaleza mágica. Crucé los antebrazos y dije en voz baja: ''WarWings''. Tras eso, las seis garras-costillas impactaron en un punto no mayor al del tamaño de una manzana y un gran fragmento del escudo se rompió, debido a que la capa de mis costillas postizas tenían propiedades antimágicas mientras yo aproveché para apretar con todas mis ganas la pluma en dirección fijada a la procedencia de aquella singular voz, que parecía estar cerca.

- ¡A disfrutar! - grité mientras la pluma, al ser presionada, se corría salvajemente esparciendo tinta por todo lo que tenía frente a mí, pese a no verlo.

Una oración en vano pronunciada, pues sabía que no obtendría respuesta, pero me había permitido concentrarme y entablar comunión con mi magia durante un tiempo para prepararme, gracias a que mi escudo era semi transparente pude observar a mis adversarios. El semi-elfo parecía agotado, no duraría mucho, pero no lograba ver al guerrero, se había movido.

Mi cantico había hecho que mi báculo empezara a acumular energía y ligeros humos blancos emanaban del cristal, indicando que estaba listo para ser utilizado en el mejor rendimiento posible. En ese momento logré ver a mi otro adversario al notar una rotura en mi escudo, estaba perforándolo con unas extrañas extremidades huesudas. Debía actuar rápido, en su mano portaba la pluma de su compañero, pero contaba que tenía mi báculo a pocos centímetros así que instintivamente lo agarré y recordé un viejo hechizo que me habían enseñado.

Y el escudo estalló mientras que una onda expansiva en forma de esfera se extendía por el campo, había evitado que la tinta me mojara y el guerrero habría sufrido de lleno aquel empuje que se había intensificado al tener mi báculo rebosante de energía. Había levantado una humareda de arena y casi había cubierto todo el centro del campo con aquella explosión produciendo viento y humo.

Pero debía ser preciso y letal, no disponía de mucho tiempo, mi energía se desvanecería si con cada ataque tan poderoso como ese. Debía de deshacerme rápido de mis adversarios, el mestizo era el que parecía más vulnerable, así que corrí con todas mis fuerzas, báculo en mano mientras este parpadeaba con intensidad, atravesé el humo en busca de mi presa sabiendo donde la había visto por última vez. Di un giro mientras mi báculo también giraba en horizontal como si estuviera luchando con un enemigo invisible pero este lanzó una onda luminosa en forma de hoz.

Y dos, y tres, formando así una cruz de seis líneas. Terminé de conjurar para tomar un descanso y pasar a la ofensiva físicamente, me puse en posición defensiva sabiendo que en cualquier momento su compañero arremetería conmigo.

Esperaba que ese último ataque hubiese conseguido derrotar a nuestro adversario, o por lo menos llenarle de tinta, pero cuando vi a Dragunov salir disparado por los aires comprendí que no había sido así. Ya no tenía casi fuerzas, pero no podía rendirme ya que no quería que Dragunov se quedase solo contra él. Súbitamente, de la nube de polvo salieron seis ondas cortantes de luz, las cuales me pillaron completamente desprevenido. Me lancé al suelo para esquivarlas, pero la fuerza del viento que levantaron las tres primeras, me levantó casi dos palmos del suelo, por lo que logré esquivar la cuarta y la quinta, pero la sexta, que iba más baja me iba a golpear de lleno en el estómago. Me cubrí del golpe con ambos brazos, y noté como se realizaban un corte en ambos y una fuerza enorme me lanzaba contra una de las almenas de la torre. Aun así, mientras volaba por los aires, el tiempo pareció ralentizarse: me dí cuenta de que la fuerza de el golpe había sido mínima, y que a nuestro adversario aun le quedaba poder para continuar luchando contra nosotros. Sonreí mientras un hilito de sangre resbalaba de uno de mis labios. Él era fuerte, más de lo que había calculado. De repente escuché como un susurro en mi interior. Agudicé el oido, y escuché poco a poco una voz que decía: -Mátale..., ...Mátale......Mátale...¡MÁTALE!-
De repente me golpeé fuertemente contra la almena, escupiendo sangre, y la voz en mi interior se apagó...
-Tu... tu nombre... dimelo- dije justo antes de desmayarme mientras intentaba alargar mi brazo hacía el chico que aún peleaba contra Dragunov.

¡A este tío no había manera de atacarlo! Siempre se las arreglaba para evadirse. En fin, resultó que al romper aquella barrera, salí volando hacia atrás y, lo peor de todo, era que la tinta no le había alcanzado. Fui recobrando la vista poco a poco hasta poder observar.

Menos mal que pude usar las costillas postizas para frenarme. Advertí que dos se rompieron y solo tenía dos pares de garras-costillas. Contemplé con las pupilas contraídas cómo el semisilfo salía disparado a una de las paredes. Acto seguido, inicié la carga contra nuestro rival. Aún me quedaba mi espadón de toda la vida. Confiaba en él siempre.

A menos de tres metros, con el cuerpo más inclinado de lo normal, me impulsé hacia nuestro rival, que ya parecía preparado para mi ofensiva. Mientras las cuatro costillas se dirigían horizontalemente hacia él, mi espadón se descargaba en diagonal contra el hombro derecho de aquel individuo.

Había derrotado a uno de mis adversarios, mis ondas lo habían alcanzado y gracias a ello había sido lanzado contra una almenara para después quedar inconsciente, pero me hizo una pregunta que respondería con mucho gusto una vez finalizado la batalla.

Después de girarme un poco conseguí avistar a mi adversario que reanudaba su carga contra mí a un estando algo alejado, pude ver que le pasaba algo, parecía que las extremidades huesudas estaban afectadas por la explosión puesto que faltaban dos de sus seis extrañas partes.

Mi enemigo portaba un espadón y estaba dispuesta atacar seguramente con todo lo que tenia, y eso incluía a sus alas que parecían feroces. No podía entablar combate directo contra él, me destrozaría, la lucha cuerpo a cuerpo contra un guerrero contra él dejaba mucho que desear, debía atacar a distancia si quería ganar.

Entonces, mientras el guerrero corría hacia mí, observé mi báculo, era el momento de usar otra estrategia. Lo agarré con las dos manos como si fuera una lanza y la magia circuló por su punta solidificándose y estirándose formando una larga hoja en esta lanza improvisada, medía alrededor de un metro y medio y era justo lo que necesitaba.

En ese momento el guerrero se abalanzaba sobre mí y yo descargué con todas mis fuerzas un certero golpe con la punta de la hoja hacia mi rival, estaba seguro de que no se esperaba eso, la hoja se dirigía hacia su estomago mientras él estaba aun a un metro y algo.

Apenas pude ver de lo que me tenía reservado, pues una hoja iba directa a.. ¿mi estómago? Me hizo un buen corte, y habría sido peor de no ser porque me giré suavemente ladeando hacia la derecha como intentando eludir aquella fatalidad. Faltó poco para que me lo hubiera hincado en toda la carne.

Supe que no me daba tiempo a descargar, así que mis otras dos costillas se limitarían a herirlo. Una iba hacia su hombro izquierdo, mientras la otra buscaba el lado zurdo de la cadera. Y por si no fuera suficiente, lancé mi mano diestra con el puño cerrado hacia su careto...

Mi enemigo esquivó por los pelos mi ataque, produciéndole una herida en el costado mientras el descargaba sus huesudas extremidades sobre mi cuerpo, me golpeó el hombro y la cadera pero tuve tiempo a fragmentarme en cientos de luciérnagas antes de recibir su puñetazo. Revoloteé durante un rato hasta alejarme de él para volver a formar mi cuerpo uniendo todas las luces. Di un par de aplausos y lancé el báculo al duelo, estaba herido del hombro y me sangraba un poco.

-Si vamos a combatir físicamente, hagámoslo como nos han educado en los barrios bajos, a puñetazos, pero te sería demasiado fácil contra mí en esta forma, igualemos las cosas-dije mientras me transformaba de nuevo en un hombre lobo, esta vez no caí sobre mis cuatro patas, me mantenía sobre dos patas, era el momento de combatir.

Hice crujir mis dedos mientras me acercaba a mi adversario esperando que aceptara mi desafío, b ajo esta forma mis otras heridas no interferirían además de que tenía tanta fuerza como un guerrero, estaríamos igualados.

El éxito de mi ataque fue parcial. Conseguí agredirle, pero se escapó el muy mediante luciérnagas. Después, y al parecer, ya quiso un combate más limpio, un cuerpo a cuerpo. Las costillas se desvanecieron.

- ¿Tú te criaste en los barrios bajos? Permíteme dudarlo.

Contemplé con el ceño fruncido cómo soltaba la vara y se transformaba en licántropo. Cogí el espadón y lo hinqué en el suelo de la arena. Me quedaba poca energía para ejecutar habilidades, así que me decanté por la garra. Alcé el brazo derecho, con el puño cerrado, y pronuncié: ''IceClaw''. Mi mano y parte del antebrazo se convirtieron en una garra demoníaca congeladora. Mis ojos se clavaron en los de aquel lobo.

Separé las piernas y me preparé para esa cosa que se me venía encima. Esto se prolongaba demasiado y si no tomaba las medidas adecuadas, saldría perdiendo...

Mi contrincante dudó de que me hubiera criado en los barrios ajos a lo que le respondí con una ligera risa añadiendo- Puede que no me haya criado en los barrios bajos, pero siempre que tenia la ocasión me escabullía de los barrios altos para ver la vida de la gente más simple.

Al ver que mi contrincante se preparaba utilizando su poder creando una garra helada fruncí el ceño, le propuse un combate justo de igual a igual, pero parecía no estar conforme con eso por lo que el combate sería nulo. Así que caí sobre mis cuatro patas y empecé acorrer por el borde de la plataforma rodeando a mi adversario estando a una distancia prudencial.

Debía analizarlo más a fondo, sus extremidades esqueléticas eran afiladas y parecían más defensivas que ofensivas, de lo contrario, tendrían las puntas más afiladas. Aún no podía usar mi electricidad, debía de esperar a que se cargara de nuevo, pero tenía la ventaja de que este cuerpo estaba fresco, no había luchado durante mucho tiempo con esta forma por lo que aun tenía fuerzas.

Pero mi adversario parecía perderlas, eso sería una ventaja que podría decidir el resultado de esta disputa.

Empezó a correr por la arena como si persiguiera un hueso invisible. Mis ojos vigilaban constantemente sus movimientos, pero me giraba poco, lo suficiente para saber adónde iba. Yo estaba un poco más apartado del centro de la arena.

Miré abajo... Andá, si estaba ahí una de las Predators, y da igual si estaba afectada por la electricidad, pues la empuñadura actuaba como aislante. La agarré con la mano zurda, pues la derecha estaba poseída por la garra. No sabía si aquel lobo que correteaba se daría cuenta de ello, pero el filo se tornó ligeramente rojo. El Filo de Ignición sería un buen ataque a distancia, pues me permitiría lanzar ondas de fuegos.

Decidí esperar su ataque, además de darme un breve respiro. Dejé que la espada se cargase de algo de energía ígnea antes de maniobrar movimiento alguno. Quería estar atento a sus acciones y lanzar un ataque cuando las circunstancias fueran favorables...

Mi contrincante me observaba con la intención de prevenir cualquier ataque que lanzara sobre él, yo seguía corriendo, expectante del desarrollo de los acontecimientos, mi rival había recogido una de sus espadas que estaba en el suelo, eso me hizo recordar algo.

Aminoré el paso mientras lo seguía observando, aunque mi cabeza apuntaba hacia él, yo estaba buscando mi espada que había perdido cuando la lancé contra mi otro adversario. La localicé, justo detrás de mi contrincante a un par de metros de este.

Paré en seco y observé fijamente a el guerrero, pasaron un par de segundos hasta el momento en el que cargué contra él, pero hice algo que seguramente no se esperaría, antes de llegar hasta mi adversario, a dos metros y medio, salte por encima del luchador cayendo a sus espaldas mientras me acercaba a mi espada para volver a convertirme en el humano que era y recoger mi espada con el brazo izquierdo, centelleaba de la energía que había recogido todo este tiempo.

Me giré para observar la reacción de mi adversario mientras me ponía en posición defensiva.

Al fin, paró y me miró a los ojos: yo le respondí sin pestañear. Me preparé para cualquier otra cosa que pasase. De repente, observé que se lanzaba directo contra mí y yo ya estaba listo para recibirlo en mis brazos.

Su acción me dejó un poco raro, puesto que me había sorteado de un salto, además de volver a su forma humana y recoger esa espada. Mientras se ponía en posición defensiva, a mí me dio tiempo de retroceder. Mi mano izquierda empezó a sentir calor, pues la Predator estaba terminando de petarse de energía ígnea. Entre tanto, mi energía seguía decreciendo a causa de la garra congeladora, así que medité brevemente sobre dejar una pequeña reserva para alguna emergencia antes de que el modo Garra acabase con toda la energía restante.

Me había puesto casi en el lugar en el que el rival se había transformado por segunda vez en licántropo, así que su báculo estaba a unos pocos metros detrás de mí. Sin embargo, eso ahora era lo de menos.

Ese brillo de su espada me daba muy mala espina. Pero para no prolongarle demasiado el descanso a mi ''amigo'', inicié una de mis últimas acometidas contra él, con el arma lista para arrojar ondas semilunares de fuego...

Mi contrincante había abandonado el combate por algún asunto especial, por lo que oficialmente era el ganador, aunque no vencí como me hubiera gustado. Guardé mis armas donde siempre las llevaba, aun me quedaban cosas que hacer, mi antiguo adversario quería saber quién era, por este combate que me había ofrecido seria como saldar la deuda, había disfrutado especialmente.

Con un paso algo cansado y lento me acerqué hasta donde descansaba el cuerpo inconsciente de mi contrincante y realicé un sencillo hechizo curativo para volver a estar consciente.

Me arrodillé mientras lo miraba a los ojos y decía: Soy Alby, Alby Rocnus, Líder de los Buscadores de la Luz, un Maestro arcano de la luz y aficionado a reunir y aprender el conocimiento de todas las historias y leyendas.

Me levante sacudiéndome la arena y le tendí la mano para ayudarle a levantar, este combate me había permitido desoxidarme después de tantos años.

Noté una cálida sensación por todo el cuerpo, y lentamente abrí los ojos. Entonces el chico me dijo su nombre: Alby, Alby Rocnus, el líder de los Buscadores de la Luz. Jamás se me olvidaría este magnifico duelo, que aunque había perdido, había aprendido mucho, y tampoco olvidaría nunca ese nombre, de la persona que incluso después del duelo, me había sanado solo para hacerme el favor de decirme su nombre. Me tendió la mano, y yo le correspondí usandola de apoyo para levantarme. Observé que Dragunov no estaba, pero seguro que me lo volvía a encontrar otro día asi que no me preocupé demasiado. Miré al joven a los ojos y le dije: -Encantado de haberte conocido Alby, mi nombre es Dielf. He disfrutado mucho con este duelo y también he aprendido mucho, espero que algún día echemos la revancha.- le dije sonriendo. A continuación, aunque dolorido, caminé hacía mis cosas, las recogí y me marché lentamente de allí, con una sonrisa en la cara y un terrible dolor en el resto del cuerpo.