Paseo Por El Desierto Rol Privado[Eärendil-DeathAlquemist-Dragunov-Alywen]

No sé por que giro del destino tomé aquel camino. Iba como siempre escribiendo para un nuevo libro, cuando de repente tomé un desvío, y como mi mente viajaba por un mundo intangible, vamos, que iba empanado escribiendo, y de repente me encontré en medio del desierto, con una sed que me moría y con la única sombra de mi sombrero, que al ser de un estilo pequeño, no era mucho. Además la falta de vegetación debilitaba mi parte de silfo. Guardé mi cuaderno, saqué mi varita y usando su poder bebí un poco de agua, mientras me desplazaba sin rumbo fijo en ese enorme desierto. Ya llevaba un buen rato caminando mirando al cielo, en busca de una nube, y medio muerto por la falta de vegetación, cuando de repente mis pies tropezaron con algo y caí de bruces sobre una especie de tela, debajo de la cual había un bulto duro que se movía y gritaba maldiciones. No puede escuchar mucho por que a los pocos segundos me desmayé.

La cantimplora estaba a la mitad y el calor era sofocante. El Desierto del Pesar era uno de los sitios más bonitos, en mi opinión. Las dunas podían acechar algún que otro peligro y la supervivencia en este tipo de lugar era lo primordial. Ir solo por aquí era un suicidio.

Me encontraba en mitad de la nada, dando unas vueltas por ahí porque me apetecía cambiar de aires. Estaba aburrido y deseaba encontrarme con algún viajero...viajero o bandido. Además, cuando era mercenario, dábamos vueltas por aquí y por allá, con la intención de averiguar ( además de saquear, matar y destruir) los enemigos de cada zona. Tras subir a una de las dunas que sobresalía que las demás a causa de su altura y por ser bastante empinada, se me ocurrió una descabellada idea. Portaba todas mis armas, por lo que dejé caer el espadón, puse mis pies en el filo y, desde la cima de la duna, me deslicé a una velocidad considerable.

Sin embargo, me tropecé perdiendo el control y bajé rodando la mitad de la ladera. Tras eso, reí un poco por mi falta de control en esto, pero me dije que lo volvería a intentar. Al poco de subir una de las dunas, distinguí una silueta...¿Quién sería?

¿Porqué estaba allí? Ah... sí ya lo recordaba... una apuesta de ver quién cruzaba más rápido el dichoso desierto, si es que no acababa muerto en el intento.
¿Por qué todas mis peleas tabernarias acababan en apuestas? Nadie me tomaba en serio nunca. Como viajaba al desierto decidí comprar fruta y abundante agua. Pero a saber por qué razón, no me sentía igual de cómoda que caminando por campos, bosques u otro tipo de senderos. Achaqué la falta de ánimo y de fuerzas al sofocante calor que no paraba de golpear en mi cabeza, y que había cubierto anteriormente con un pañuelo a modo de bandana. Ahora mismo me imaginaba como una pirata.
Mientras el sol caía lentamente y parecía disfrutar mientras yo sufría, pensé en lo que decían que se podían encontrar en los desiertos... oasis... zonas con agua y a veces algún árbol fruta.
"Mitos" pensé para mí, mientras miraba la alargada sombra de mi triste figura "esos no han estado en un desierto en su vida"
Para rematar, la espalda comenzó a dolerme de nuevo. Mientras caminaba y mi sombra se iba uniendo a las del entorno me masajeaba los hombros con la esperanza de encontrar algún consuelo.

Al cabo de un rato me desperté y vi una cara de un elfo que me miraba mosqueado.
- ¿Quién eres?, ¿me has salvado?.- le dije mientras notaba un leve mareo. Me incorporé esperando la respuesta. Me pareció oír un ruido de lejos, pero creía que era mi imaginación causado por el dolor de cabeza que me provocaba tanto calor. Observé que me encontraba dentro de una pequeña tienda, con un par de infusiones cerca. Pronto me di cuenta que que aquel extraño elfo me había salvado de la muerte segura.
-Supongo que si que me has salvado, muchas gracias, mi nombre es Dielf y soy un semisilfo.

Perseguí desde una cierta distancia a aquella figura. Pude advertir que llevaba pañuelo en la cabeza, por lo que o bien se estaba protegiendo del horripilante calor o bien quería mantenerse oculto. Sopesé las dos probabilidades al mismo tiempo y fui tras la silueta.

El continuo ruido de mis armas podría delatar mi posición, así que decidí conocer a a aquella personalidad. Me fui acercando poco a poco y, ya tras bajar la duna y ponerme a menos de 150 metros, alcé la voz:

- ¡Eh, peregrino! ¿Viajas o te has perdido? - le pregunté a sus espaldas, mis manos se mantenían relajadas, pero se disponían tensas interiormente cual cepo a punto de saltar sobre las armas. Dentro de nada averiguaría su respuesta...

Oí al principio una especie de tintineo pesado detrás de mí. Luego se convirtió en un sonido más cercano y ruidoso "armas" pensé y me llevé la mano a la empuñadura de la espada de manera instintiva. Era como si hubiera decidido a atacarme después de haberme perseguido de una forma muy poco sigilosa. La verdad es que el sonido en mi cabeza era mucho más sordo que lo que realmente sería, pero tenía los oídos casi taponados y me costó escuchar sus palabras. Oí algo de "perdido", puede que sólo fuera alguien que quisiera prestar ayuda. La verdad no tenía mucho sentido atracar a nadie en medio de un desierto siendo más fácil saquear los restos de los que cayeran, y seguramente caían más de tres cuartas partes de los que allí se adentraban. Retiré la mano de la espada, pero sujeté el arco, sin quitármelo. Nunca se sabía, y no me fiaba de nadie desde hacía mucho tiempo.
- ¿Qué?- dije gritando, y haciendo un esfuerzo por que mi voz no sonara fatigada- No te he oído.
Puestos aquí, me dispuse a aclarar una cuestión
- ¿Amigo o enemigo?- mejor dejar claro desde ahora si íbamos a luchar o no, no estaba de muy buen humor para andar con rodeos.

Me dijo que era un elfo de nosequé, que no llegué a entender por la situación en la que me encontraba. Me explicó que me había desmayado al toparme con su tienda, y también me preguntó el porque de mi situación en el desierto. Ni yo lo sabía, por que todo había sido un despiste por quedarme demasiado empanado, pero por supuesto que no le iba a decir eso, por que quería empezar con buen pie con la persona que me había salvado:
-Puueeees... estaba buscando aventuras para escribir mis libros...- improvisé de forma no muy creíble- ¿Y tu que haces por aquí, es raro ver a un elfo en el desierto?- añadí mientras volvía a coger mis cosas y me ponía a escribir el sentimiento de mareo que tenía en mi cuaderno.

La voz sonó... ¿femenina? No daba crédito a mis oídos, pero supuse que debía ser alguna aventurera. Se mostró hostil al principio, preparando espada y arco sucesivamente, para derivar en una simple pregunta para comprobar qué era lo que pretendía.

- Neutral - contesté. Aún no tenía ganas de mostrarle mis intenciones, pues al verla tan desconfiada, pensé en pagarle con la misma moneda...

La miré de arriba a abajo, parando mi vista en armas. ¿Un arco? No la veía muy bien dado que se había levantado un poco el viento, pero me fui acercando hasta poder vislumbrarla un poco mejor:

- ¿Qué haces aquí? Esto no es buen sitio para pasear sin compañía... - empecé mi agradable conversación, pero mis ojos vigilaban aquel arco, pues nada más tensarlo, echaría manos a las Predators...

¿Neutral? ¿Qué clase de respuesta era esa? Resoplé. Pero además no se conformó sólo con vacilarme, cosa que me había enervado un poco, si no que encima se había tomado la libertad de acercarse para preguntarme por qué no iba acompañada. No sabía qué me molestaba más, si la no- respuesta a mi pregunta o su osadía en venir sin ser llamado.
Le miré de abajo arriba y de arriba abajo, no tenía pinta de novato, y además iba bien armado. El calor me había puesto de muy mal humor, pero no estaba en condiciones de pelear contra nadie. Quité las manos del agarre del arco, aunque me mantuve bien alerta. Igual que él, aunque intentara disimularlo, pero hablar a una persona mientras miras sus armas no es de estar en calma precisamente.

- Pues... ando sola, porque nunca te puedes fiar de nadie- respondí- el por qué es cosa mía.

Quise darme la vuelta para seguir andando pero era demasiado peligroso.

- ¿Y tú?- le dije mirándole a los ojos - ¿estás perdido?

Me hubiera gustado sonar más convincente pero estaba muy agotada y puede que incluso hubiera sonado algo borde.

Umm genial, y encima había criaturas salvajes. Decidí, que con las pocas fuerzas que me quedaban, tenía que protegernos mientras dormíamos, por lo que salí un momento al exterior y, con mi varita y un poco de arena, creé un poco de barro, que metí entre tres piedras que encontré por los alrededores excavando un poco en la arena. Después, con ayuda de mi tinta y mi hechizo Blodau, hice crecer en ese barro una Observadora, que se conectó a mi nervio óptico. Volví al interior de la tienda, y le mientras me tumbaba, le di las buenas noches al elfo, aunque ya parecía dormido. Ahora mientras dormía, la Observadora vigilaría por mi, informándome al mínimo movimiento o figura extraña en su rango de visión.

No me quería decir nada, se mostraba esquiva cual digna dama de corte, aunque por fuera no lo pareciese. Quizá si fuéramos juntos, mejoraría la seguridad, al menos superficialmente. El anochecer se hacía eterno, o eso creí. Tras preguntar la joven, reí un poco:

- Ja ja ja, los hombres no nos perdemos, exploramos... Estoy aquí porque me apetece, hace tiempo que no daba vueltas por el Desierto del Pesar. Y fíjate tú por dónde, resulta que esto no estaba tan aburrido como antes. - mis ojos marrones se clavaron en los suyos.

Me aproximé hasta quedar a solo cuatro pasos delante de ella, pero no me molesté en detenerme, puesto que la pasé de largo y seguí en dirección al norte, guiándome por los restos de luz que el sol se llevaba consigo. Me pregunté qué es lo que haría... Confié en que la armadura y mis cuatro armas me protegieran de algún flechazo imprevisto.

Apenas me alejé de ella un puñado de pasos, cuando solté:

- ¿Te diriges a algún lugar norteño en particular?

Sonreí cuando dijo que los hombres no se perdían "eso es porque nunca se paran a pedir indicaciones" me dije.
Pasó delante mía y decidí seguirlo. La verdad, aunque no lo conociera no estaba demás protegerse las espaldas lo que durara el viaje o hasta que los pasos nos llevaran en direcciones opuestas- Pero su pregunta me sobresaltó. ¿Adónde iba? A la salida ¿Por dónde? Sólo Calsun lo sabía. Recordar que mi falta de sosiego era la culpable de muchos de mis absurdos viajes y apuestas me puso de peor humor si cabía, pero decidí contar hasta diez para sosegarme un poco. No quería más discusiones que pudieran acabar en más apuestas idiotas.

Finalmente respondí - sólo quiero salir de aquí- le dije lo más sincera que pude- con tal de no volver sobre mis pasos cualquier salida me vale- y es que ni siquiera concreté ningún punto para llegar y ganar la apuesta "Aly, tienes que usar más la cabeza" me dije a mi misma.

Alrededor de la media noche, Eärendil, salió de la tienda armado, y la Observadora me despertó monstrandomelo. Me levante lentamente, con un sueño que me caía, pero decidí agarrar mis cosas y salir a ayudarle, por si había problemas. Una vez equipado, salí de la tienda y desconectando la Observadora, ya que si no me mareaba por el exceso de visión, me dirigí hacía donde había ido el elfo y lo encontré escondido mirando desde una duna cercana a la tienda. Me coloqué sigilosamente al lado de él y observé que estaba mirando a dos desconocidos que cruzaban las dunas un poco mas adelante. Aunque no se veía mucho, me pareció distinguir a una figura conocida, por lo que entrecerré los ojos y afiné la vista. De repente lo vi bastante claro, me levanté de golpe, para sorpresa de Eärendil y salí corriendo hacia los desconocidos, y cuando me encontraba a unos 20 metros empecé a gritar: -¡¿Dragunooooov?!, ¿eres tuuuuuuu?!, ¡Tio, te veo hasta en la sopa!

Le di una breve explicación del reino humano, de Rosbasha y de sus alrededores. Las estrellas brillaban sobre nosotros y un pequeño viento levantaba arena, haciendo difícil ver en la lejanía. De vez en cuando, miraba de reojo a ella. Antes dijo que anhelaba salir de aquí, por lo que bien podríamos llegar a reino humano y que ella sola se guiase una vez estuviéramos allí.

Mientras subíamos una duna, vislumbré algo... Parecía una planta. Y en efecto, era una observadora. Mi cerebro enlazó la idea de la planta con alguien que conocía. Estaba claro, ¡el semisilfo estaba aquí! La sospecha se hizo realidad cuando oí su grito desde la otra inclinación de la duna.

El tío de las flores fue a recibirnos bastante sorprendido porque, según él, me veía hasta en la sopa. Alcé una mano en señal de saludo. Me giré hacia la joven:

- El mundo es un pañuelo...

La verdad es que me parecía bastante raro que un ser que estaba ligado a la naturaleza desde su mismo nacimiento estuviese en este tipo de áridos lugares...

Seguíamos caminando por el desierto, tenía tanta arena en los pies que yo creo que podría hacer un desierto si vaciaba las botas. Me fue explicando algo sobre el reino humano, nada que no conociera porque me había criado allí y había viajado con mis padres por varios pueblos y zonas ,y de hecho era bastante humana. Pero había información útil que podría servirme así que a pesar de mi cansancio me esforcé en prestar atención.
De repente mi acompañamte se paró. Yo me detuve a ver qué es lo que se había quedado mirando. Entorné la vista y distinguí una figura que bajaba corriendo de unas dunas y puse mi mano sobre el arco, estaba dispuesta a disparar si era necesario. Había dos posibiliadades, que no estuviera solo o que fuera un insensato. No había sacado el arco completamente cuando vi que el que me acompañaba levantaba la mano y saludaba y decía que el mundo era un pañuelo. Yo no me callé y acabé la frase con un:

- de mocos...- luego le pregunté, relajándome algo más- ¿quién es?

Aunque lo más importante era saber si eran una amenaza juntos o no.

La espalda no dejaba de dolerme, pero me aguanté las muecas y no quise dar la apariencia de tener ningún tipo de dolor así que tampoco me masajeé los hombros

Estaba feliz de haberme encontrado con Dragunov alli, por que era alguien con quien había compartido muchas aventuras. Pero me extrañé de que llevara una acompañante, ya que Dragunov no era mucho de ir con nadie, y menos con chicas. Ahora que me sentía con mas energías, empecé a dar vueltas alrededor de la chica, analizandola y escribiendo sobre ella en mi cuaderno. De repente me detuve a su espalda y vi que estaba tensa, probablemente por algun dolor extraño. Me extrañe, pero no dije nada.
-Bueno y ¿que haceis por aqui?¿tomar el sol?- bromeé.

Las presentaciones se iniciaron, pero yo dejé la mía a un lado, pues a lo mejor la joven ni se molestó en enterarse de lo primero que gritó mi amigo el florecillas, El elfo me sonaba...¡en efecto! fue el que me construyó mi chabola. Creo recordar que su nombre era Alderun... Sin dejar de mirar a ella, le dije abarcando con la mano:

- Este es Dielf, el semisilfo escritor.

Ante la bromista pregunta del tío de las plantas contesté brevemente:

- Quizá, pero yo ya me bronceé suficiente y voy a salir del desierto...

Esto seguía pareciéndome anormal: el cómo un elfo y un semisilfo estuvieran en un desierto muy pobre en vegetación. Me fijé en que habia una tienda de campaña y esperé a ver lo que tenían pensado los demás, bueno, más bien, aquella muchacha.

Aquel individuo comenzó a revolotear como una mariposa a mi alrededor y no pude evitar ir girándome a la vez que él iba observándome y tomando notas en un libro... un momento ¿por qué tomaba notas?

- Emmmm...- empecé a decir y miré al que me había estado acompañando y que me había presentado al tal Dielf- ¿Esto es normal? Me refiero a...¿lo hace siempre?

Estaba un poco extrañada, preferí no responder a la pregunta de tomar el sol, estaba claro que no. Al menos creo que mi cansancio era suficiente señal para no responder.

- ¿Nunca has visto una humana?- le pregunté en referencia a las posibles notas que pudiera estar tomando sobre mi. Me fijé en que también había otro hombre, bueno, elfo más bien que había bajado detrás del tal Dielf y que se había presentado como Eärendil, puede que le hubiéramos despertado porque no pudo aguantarse el bostezo y aunque nunca había estado ni visto elfos, no tenían fama de ser descorteses precisamente. Para formalizar la presentación dije

- Encantada, mi nombre es Alywe- luego eché una mirada a los tres y caí en la cuestión de que me faltaba un nombre - por cierto, ¿y tú quién eres?