Labores Lúgubres [semi-LIBRE; Abysso y Azogue]

Averiguando por la pequeña que había intentado atrapar hacía tres noches, en medio de mis consultas, encuestas, interrogatorios y... torturas, sólo llegué a enterarme por alguien poco confiable que su nombre (y encima "tal vez") era Aly ¡¿Qué clase de nombre era Aly!? ¿un apodo? pero bueno, era lo mejor que había conseguido antes de enterarme de la verdadera consternación:
Recuerdo que uno de los gamberros había escapado en aquél lío que terminó involucrando al espadachín Azoxeroth, no lo creía posible pero, su susto fue tal que por su seguridad contrató a un mercenario que me diera caza ¡¿Tan religioso era ese gamberro que por un demonio tanto barullo!? tal vez los demonios hicieron algo en su infancia ¿o no?

El anciano que interrogué (no sé si estaba de mi lado o no quería que lo consumiera en el desayuno) fue el que me confesó haber visto y oído a ese tal cazarrecompensas en mi búsqueda, y no sólo eso, alguien acusó a Azoxeroth de ser mi cómplice ¡Malditos campesinos sin una vida que andan chismorreando todo lo que sucede! por eso odiaba las zonas habitadas, prefería el bosque o lugares sin gentuza de bajo nivel existencial.

Con cuatro palomas le intenté informar a Azogue, de seguro alguna lo había hallado al Norte, Sur, Este, u Oeste; sí, él me dijo que en estos días andaría por estas zonas del Paso del Este, pero aunque avisé con tiempo ya se estaba tardando...
—Ya es medio día, no creo poder esperar más que tres horas más, o sea si esa sombra de rama llega hasta la roca fea— había empezado a divagar, debería haber aprovechado para meditar y relajarme, pero lo del mercenario me tenía perturbado.

Habían pasado poco más de tres días desde que conocí a ese avispado ser demoníaco, Abysso. Al final, no llegamos a interceptar a la niña esa, y por ello nos separamos. Quería saber más de sus artes de tergiversador y pensé en darle una visita, pero me encontré con que apenas se le veía por Delork-Kas. Resignado, seguí en la superficie.

En esta ocasión, llevaba una tiza y una pizarra de menudo tamaño y me encontraba ubicado en Paso del Este (hasta se lo mencioné al demonio pálido), examinando un cadáver de bandido que yo mismo había matado con mis propias manos. Era lo primero que se me ocurrió hacer una vez que me había separado de Abysso. Contemplaba el estado de putrefacción a la vez que comprobaba temperatura de su cuerpo difunto y aproximaba el del ambiente.

Tras montonazo de cálculos tediosos y mortales hasta aburrirse, aplicando derivadas a muerte, saqué ciertas conclusiones, meditando: '' Hummm, técnicamente hablando, la velocidad del enfriamiento del cuerpo de este bandido en el aire es proporcional a la diferencia entre la temperatura de su cadáver y la temperatura del aire ambiental... '' Pero en realidad, no llegué a formular ninguna teoría... Siglos después, un listillo conocido como Isaac Newton plasmaría mi hipótesis, denominándola la ley de Newton sobre el enfriamiento de los cuerpos y aplicándose a la criminología...

Bueno, daba igual, yo estaba absorto en mis pensamientos cuando algo se posó en mi hombro izquierdo. ¡Era una apestosa paloma! De un manotazo le arrancaría la cabeza, de no ser porque vi que llevaba un pequeño papel en su patita de pollo asmático. Ignoraba quién era su dueño (era una autética mierda el ser disléxico), pero decidí averiguarlo. Dejé a un lado el tema del cadáver del bandido y me puse en el camino por donde viajaban peregrinos y otras gentes. La paloma se quedó casi estática y yo no hice mucho caso a eso y fui a buscar a algún buen lector. Para su desgracia, un viajero se topó conmigo. Iba a echarse a un lado cuando me puse en medio:

- Oye, tío, no sé leer, descíframe esta carta.

- ¿Y por qué lo iba a hacer? - me cortó, tajante, pero un poco cauteloso.

- Señor - me llevé la diestra a la empuñadura de la katana - se está jugando mucho, ¿sabe?

Acojonado perdido, recogió con no poco temblor la cartilla y empezó a leerla en un tono alto y claro, pero un poco vacilante. Mi oreja se agudizó con el objetivo de captar toda la información posible.

¡Abysso en problemas! Y, al parecer, yo también... No dije nada, me limité a coger el papel y comérmelo. Sabía a calcetín mojado, buargh. Pero ahí no acababa todo:

- Bien, ya puedo marcharme - me volví a interponer en su camino, con la mirada sombría, y él se amedrentó mostrando su cara de pánico - ¿¡Qué haces!? ¡Déjame ya!

Me fijé en que echaba mano de una daga, pero fui más presto y le arremetí un golpe en el hígado que le noqueó parcialmente. Cayó al suelo y me pillé su arma. La paloma seguía quietecita en mi hombro izquierdo. Con la mirada neutra, dije:

- Nadie más que yo y Abysso deben saber esto.

Mi presa se batió inútilmente en el suelo. Ya le tenía fuertemente agarrado. Con otro puñetazo, volví a dejarle medio atontado. Y ahora, llegó el momento: con la mano zurda, agarré su lengua y tiré rectamente hacia fuera, mientras tanto la derecha acechaba por su boca. El corte de cirujano brutal brotó sangre de su cavidad bucal, como si fuera un pequeño torrente rojo. Me levanté mientras veía en sus ojos el terror y el dolor. Le tiré mi tiza y mi pizarra, murmurando:

- Toma, para que puedas comunicarte.

Se fue huyendo, salpicando unas gotas de sangre por el suelo. Mi mano, al poco de sostener la lengua, la dejó caer y a continuación la aplasté con el pié.

Poco después, me puse en camino hacia donde indicaba la carta leída. Estaba un poco mosqueado, no por cercenar una lengua, sino porque la jodida paloma seguía posada en mi hombro. Como se cague, la parto por la mitad...

Finalmente, llegué hasta donde Abysso, pero un poco tarde. Advirtió mi presencia y alcé la mano para saludarle Si era demonio, supuse que entendería el idioma demoníaco, por lo que probé a hablar con él así:

- Hey, Abysso, cuéntame qué demonios está pasando... Ve al grano, tío - dije en demoníaco. La paloma seguía asentada en mi hombro izquierdo, picoteándose nerviosamente su grisácea ala emplumada...

Hacía seis años que no hablaba en esa lengua infernal con acento chthonico, me salía gutural y poco tartárico pero igual entendía al espadachín que había llegado justo cuando pensaba irme: estupendo. Esta vez nos saludamos con Azoxeroth tomándonos por el antebrazo y enseguida al grano con los detalles...
—Yo definitivamente tenía en mente que nuestro próximo encuentro debía ser para cervezas y entretenimientos, pero no, desean nuestras cabezas como trofeo tal cual te lo mandé en la nota: quedan vivos dos buscapleitos, uno de ellos fue el que escapó aquella noche que me diste una mano con los Caza-demonios, junto a su sobrante camarada han invertido oro en un mercenario que nos entregue vivos o muertos, supongo por los chismes que muertos...— escupí la información sin titubear (en lengua demoníaca), sin decorar palabras con escenografía gestual, se lo dije con seriedad aunque ver al emplumado en su hombro me hacía gracia; no comuniqué más que eso pues ni el nombre del que nos acechaba sabía, ni sus maneras de rastrearnos ¡o qué tanto de vida nos quedaba!

—...Supuse que si nos cazaba de a uno tendríamos menos chances, pero siendo dos lobos hambrientos sería más difícil para él asesinar, nuestras muertes serán más divertidas, ¿qué opinas de todo ésto?
Finalizado mi parloteo escuché al viento despeinar la arboleda sincrónico a ese segundo de silencio en el que le pedí veredicto al sangre pura, las hojas danzaron frente a mi mirada anhelante la que no podía disfrazar, no ante este demonio, con él no había que aparentar, a lo peor mi eterna ausencia en Delork'kas me mostraba el por-qué de mi ilusoria soledad.

Tras el saludo inicial, Abysso pasó a exponerme con más detalle la locura que se estaba cociendo por aquí. Todavía recordaba lo ocurrido tres noches atrás y de eso era lo que estaba hablando, de que uno de esos rudos individuos consiguió huir y solicitó la ayuda a un mercenario. ¿Mercenario? ¿No eran guerreros que vendían el servicio de sus armas? Sonreí cuando mencionó que nos quería muertos...

Apenas hacía caso del ave, pues me centré en las palabras de Abysso. Tras oír su última idea, mi sonrisa seguía abierta. Junté las manos, cubriendo con una un puño cerrado y, mientras crujía los nudillos, comenté:

- Bien se puede decir que los lobos hambrientos cazan mejor en manada. Habrá que tomar medidas respecto de esto... ¿Propones algo? - seguía hablando en demoníaco, pero no por mucho tiempo, ya que todo indicaba que la acción predominaría sobre el diálogo.

Si fuera por mí, en vez de buscarme ellos, los buscaría yo personalmente, invirtiendo los papeles del juego del gato y el ratón. La idea de Abysso de aliarnos para hacer un frente a un enemigo común no me desagradaba, antes al contrario, nuestra seguridad sería ''más mejor''. ¡Y la maldita paloma! En el momento menos esperado, defecaría la muy...

Con los brazos cruzados, esperé a ver lo que me contestaba Abysso, con cierto toque de expectación y impaciencia.

—Vaya, vaya, este hermano está más ansioso que yo— pensé al verle sus gestos. Como era espadachín supuse que él sabría dónde empezar, pero sí que quería diversión no apta para todo público y, sí, por eso yo tendría el honor de dar el primer paso al decidir; aconteció que atormenté lo suficiente a los campesinos de siempre del lado Este de la gran ciudad: por la mocosa bastante y casi nada por el mercenario, así que como obviamente querían librarse de mí ya el asesino a sueldo ha de haberse preparado por esa zona...

—Pues verás, se me ocurre, que como no conocemos la apariencia del cazarrecompensas y de seguro él ya nos vio hasta en sus sueños, y, sólo tenemos como primera pista al Caza-demonios Khoro, el que escapó aquella vez en la que sí le ví la cara barbuda y cero cabellera... sí, tendríamos que empezar por él, pero, como eso tardaría mucho: crear discordia por estos caminos atraerá a nuestro asesino, estamos al Este, así que no puede estar muy lejos— desarrollé analíticamente ese plan confiado de las habilidades del espadachín e ignorando lo que pudiere ofrecer el mercenario. Además hoy caminaban unos religiosos desde el Jardín de la Paz de los elfos hasta Telenius, no tardarían en pasar por donde estábamos nosotros (como se guiaban por los astros siempre eran puntuales con sus rituales), cuando te metías con ese tipo de devotos no había quien no se enterase... le comenté de ello mientras lo invitaba a servirse el exquisito vino de barril que le usurpé a unos mercaderes para mientras dialogáramos sobre nuestro cercano funeral, asimismo aún era mediodía y los cadáveres no olían tan mal así que tomarse unas copas para esperarlos era sensato.

El intercambio con Azoxeroth no podía ser menos que productivo, estaba devolviéndome un poco de eso infernal que había perdido de tanta convivencia con humanos, aún recuerdo cuando hasta hacía un año sentía remordimientos y ese tipo de cosas que suelen asediarme a cada tanto. Igualmente informarle entre copas sobre mis habilidades era útil para sincronizar formas de ataque sin estorbarnos a la hora de la verdad.

Desarrolló un pequeño plan con el que descubrir in fraganti al individuo contratado por Khoro para asesinarnos. Estuve atento cuando mencionó a los feligreses. Al parecer, ellos iban a ser el cebo que atrajera a nuestro cazador. La paloma, como quien no quiere la cosa, me imitaba, mostrándose inmutable y con la vista fija en Abysso. Tras su discurso, asentí en tono aprobatorio.

Ah, y eso no fue todo, pues el demonio tuvo el privilegio de asaltar a unos que cargaban vino. Acepté sin dudas su ofrecimiento, cogí un vaso, me situé cerca del barril y me pillé un poco de vino. No mucho, poco más de la mitad. Tenía que estar más o menos sobrio para las circunstancias requeridas. Apenas reparé en los cadáveres, pues quería disfrutar este pequeño capricho alcohólico. Di un corto trago mientras Abysso abordaba el tema de sus habilidades. En cuanto terminó, me tocó a mí el turno de la palabra, pero esta vez, ya en lengua humana:

- Yo me centro en el cuerpo a cuerpo, aunque también tengo a mano un poco de magia oscura - di otro trago, haciendo pausa y volví a hablar - Tus habilidades a media distancia podrían ser útiles, tío. Mientras yo siembro el caos y baño la tierra en sangre, tú podrías estar acechando, preparándote para la llegada del mercenario contratado. Así, si surge algún imprevisto, puedes manejar la situación a tu antojo.

No sé ni por qué lo decía, por ello, me reservaba en muchas ocasiones a estar como una tumba. De un modo u otro, estaba confiando en él, en un demonio... Pero, en fin, quien no arriesga, no gana. Además, me había invitado a vino y su contenido no estaba envenenado.

Mientras parloteábamos sobre este asunto, yo vigilaba el horizonte hacia donde estaba ubicado el Jardín de la Paz. Ya de paso, se me ocurrió decir, señalando al pajarraco postrado en mi hombro izquierdo:

- A propósito, Abysso, ¿por qué no me deja en paz esta paloma?

—Ese animal entendió muy literal las órdenes de encontrarte que le dí, tenía tres cosas para sistematizarle en su cráneo emplumado y en las tres le metí que te encontrara, ha de estar traumada— le respondí riendo por tal situación, desde que había llegado con la paloma era un asunto que quería desahogarme a carcajadas.

Parecía ser que en combate no acarrearíamos disparates, él se manejaba cuerpo a cuerpo y yo a la distancia, aunque tendría que cubrirle la espalda al menos no me preocuparía por mi defensa; si esos religiosos no llegaban pronto estaríamos muy borrachos para perseguirlos y lo único aniquilado sería el barril de vino... por suerte ya hablábamos en lengua básica de Gold, me sentía un afónico retardado intentando hablar bien el lenguaje de mi raza.

El tiempo comenzó a pasar, y el mediodía se volvió tarde, me había equivocado con el horario de los fervorosos fieles practicantes de esa fé pro Luz y Celestialidad... Tal vez como era muy demonio el alcohol no le afectaba tanto pero,... pe-pero yo l-la verdad que comenzaba a balancearme... no tenía la culpa, el piso se movía antes de que mis pasos se afirmaran en él, hacía cuatro años que no tomaba alcohol, sólo iba a la taberna para apostar y estafar: por eszzo siempre sszzzobrio y... y ahora...
—O-Oye Azogóxerothero... yo creo que no voy a sembrar una gota más de ete jugo de uvas podque me paszzé, y no me guta pas'zarme porque tengo que aparentar ser serio ¿sabes? mira mi apariencia, a todos les digo que soy un Lord y...— le decía escupiéndole la cara sin intención a cada zeta mal colocada, ni me daba cuenta porque a penas distinguía cual de los tres Azogue era el que me estaba prestando atención...
—...es difícil eszztar serio taaantas horas a cada insz'tante viejo, ¿sabes? yo... yo y una chica que...— y sin poder concluir nada sólido me puse a llorar buscando recostar mi frente en su hombro pese a la paloma que picotearía los bichitos que posiblemente se subieron mientras me distraje divagando.

Yo sólo tomé ese vaso, sin llegar a sentir mucho efecto, pero a Abysso la cosa se le fue de la mano. Era cuestión de tiempo que el barril quedase prácticamente vacío de contenido, pues mi aliado demoníaco comenzó a sentir los efectos inmediatos del alcohol.

Arrastraba las palabras al hablar y apenas conseguía coordinar temas, desviándose cada dos por tres. Yo aguantaba pasivamene sus escupitajos como podía, pues suponía que el efecto en nuestro organismo demoníaco pasaba rápido, mas no me esperé que rompiera a llorar y que llegara a desmoronarse cual supuesto fracasado. La paloma, asustada, salió volando, pero lo que hizo fue apartarse, echar una pequeña cagarruta y luego posarse levemente en mi cabeza. ¡Será descarada! Mi vista, ajena al aspecto de Abysso, se centraba en el horizonte, intentando localizar a los feligreses deseados.

Le agarré de los hombros y le sacudí poco más de dos segundos para espabilar sus neuronas. Al lado de uno de los mercaderes había una vasija que no estaba rota. Me la pillé y comprobé que en su interior llevaba agua. Sin previo aviso, parte del agua del recipiente saltó sobre cabeza y torso superior de Abysso. Con un tono más o menos tranquilo, le dije:

- Tío, estás hasta las trancas. Aterriza un poco y cuéntame qué pasa con esa chica.

Aunque mantenía vigilado el horizonte, mi oído se apeó a lo que Abysso iría a decir, fuese coherente o no. Ahora que estaba embriagado mi aliado, el mercenario podría fulminarlo con un simple corte en el cuello... Tendría que andarme con ojo.

—E'era una hermoszza donzzcella humana que me cautivó y vivía en una torre con su madre bruja, pero su madre era enemiga de mi madre bruja y, me reconoció y no me dejó estar con su hija pero yo...— en eso me empecé a dormir muy patético, sentado quedé roncando...

Azogue me despierta bruscamente:
—¡Abysso, están aquí!— exclamó desenfundando su espada con prontitud y me avispó con tal diligencia que la vivacidad me sumergió en adrenalina.
Era la pequeña Aly acompañada por tres canes enormes y el cazarrecompensas, pero ella no tenía el grato y suave rostro que conocía, era una sonrisa haciendo eco vengativo de oreja a oreja, y decorada de esos ojos vacíos fue la parálisis de mi accionar; soltó los perros gigantes a tanto Azogue seccionando el viento hizo chillar su plateada hoja tajando el torso del negruzco hasta teñirse de tripas su sádica sonrisa.

La niña se me lanzó a velocidad dejándole las mascotas a mi camarada y burlarlando mis descargas psíquicas paso a paso, ahogó la distancia entre su patada y mi pecho obligándome a aterrizar contra un árbol, aturdido vi como los perros destrozaban a Azogue mientras él moría a carcajadas de placer...
—¿Los recuerdas?— me dijo la mocosa con su cara monstruosa y me mostró a todos los aldeanos que acosé muchas veces, aparecían de la nada con picas, palas y antorchas, ella retorció su cuerpo en el aire y en cuatro patas se lanzó de cabezazo a mi cara, el impacto me expulsó hasta una fosa profunda la cual todos empezaron a llenar de tierra conmigo vivo adentro ...
—¡¡Nooooooooh!!

Con un soplido rápido vi como ese mundo surreal tan real se desvanecía transformándose en el Paso del Este, Azogue y unos cadáveres de mercaderes; abrí los ojos de inmediato y mi corazón bombeaba acelerado, a juzgar por la sombra de las rocas no había dormido ni cinco minutos aunque parecieron horas...
—¿Me podrías decir qué rayos pasó?— le pregunté al colega Azoxeroth otra vez en mesura, además observé con seriedad el pequeño barril de vino y, claro, Azogue tal vez anduvo tomando y muy tocado por la bebida sin querer me debe haber derribado.

Por suerte me despertaba, aunque no recordaba nada desde que le serví vino al demonio puro hasta ahí, sabía el horario aún gracias a las sombras a mi alrededor; justo a lo lejos casi apagados se podían oír los cánticos de esos religiosos que esperábamos, ellos siempre iban y venían a pie.

Tras hablarme de ella, se quedó amodorrado y cayó en un breve sueño. A juzgar por sus amagos mientras dormitaba, diría que vivía una auténtica pesadilla. En teoría, pensé en rociarle con más agua, pero tenía por norma no despertar a los demonios, por costumbres familiares. Aún recordé la otra vez cuando estaba de incursión con Uroborox, el mayor, y se me ocurrió despertarlo. Casi me inunda en llamas el muy cabronazo... Con la situación tan marcada por la creciente emoción, hacía caso omiso de la paloma de mi cocorota.

No pasaron ni media docena de minutos cuando Abysso recobró la cordura. ¡Y lo hizo en buena hora! La gente religiosa se perfilaba en la lejanía y debíamos actuar a tiempo. Ante la pregunta de Abysso, decidí ser breve y conciso:

- Eh, Abysso, ¡despierta de una vez!. Has sufrido un microsueño y los devotos-señuelos están aproximándose. Espabila y prepárate.

Con el ave subida a mi cabeza, me dirigí hacia el camino por el que circulaba aquella gente religiosa. El atardecer se iba a hacer largo y odioso. Supuse que Abysso ya tendría hecha su iniciativa para atenerse a la situación, una vez el mercenario hiciera su aparición. Mientras que la estrategia la manejaría él, yo me encargaría del trabajo sucio...

Parecía ser que el alcohol se asimiló más raudo con la pesadilla, aún y todo el dolor de cabeza perduraba con un poco de mareo: y claro, ingerir sorbos tan extensos en pocos minutos con la poca costumbre, no habría otro resultado.

Azogue además de escuchar la cantata de los creyentes como yo, se puso en marcha, lo seguí y parecía ser que el objetivo estaba claro: yo los distraía con mi cháchara y él remataba...
—Recuerda que debemos dejar al menos a dos con vida— aclaré antes de ponernos en posición.

Yo en el medio de la senda los esperaría para hacer mi parte, si las cosas meritaban filo sabía que el espadachín no dudaría en disfrutar. Aunque demoraron en llegar hasta a mí con esos pasos calmados al ritmo del coro inmaculado de sus gargantas pude ser paciente y me ayudó a sofocar una pizca de mi mareo; al verlos ya de cerca noté que no eran sólo gente de fé sino también guardianes de todo lo Celestial: aunque no supieran combatir serían un problema sus métodos anti-demonios...
—Buenas tardes estimados hombres de bien, soy Sir Abysso de Erenh e interrumpir su paso lamento ahora mismo, me disculpo ante ustedes pero necesito de su ayuda luminosa— me presenté en esa manera frenándoles la ceremonia.

—¡Hermanos míos! ¡No os dejéis engañar por las bífidas palabras de este ser fraudulento! Demonio es y nada benigno se puede intercambiar con él— contestó el que los guiaba mirándome a mí al decirle a sus pares, parecía ser que para ellos era más fácil identificarme, aunque con mi apariencia nadie debería confundirse ni en disminuidos términos. Los demás empezaron a proferir sus oraciones y plegarias a lo que tuve que saltearme los engaños para pasar al plato principal:
—Como gusten damas y caballeros, mi mensaje es simple ¡Den la señal de atroz profanación y llamen mucho la atención al llegar a su monasterio!— expresé con violencia generando dos esferas psíquicas Orbis Impigrum para arrojarles a los primeros en la fila... y vaya, resultó ser que sus Oraciones de Luz habían aplacado mi ataque como si una brisa los tocara.

El primero enseguida después de mi ataque me golpeó suavemente con un objeto sagrado lleno de símbolos y bastó ese ridículo impacto para impelerme hasta atrás; sin dudas tendría que usar mi Daga Chthonica, ese empujón fue la señal para Azogue quien era el elemento sorpresa, lástima para el señuelo (yo y mi oratoria) haber sido el que les obligara a mostrar sus habilidades. Si antes me sentía mareado y con jaqueca, ahora estaba atontado a medias.

¡Luces, cámaras, acción! Nuestra actuación dio comienzo con la entrada de Abysso, mientras yo permanecía fuera de la escena. Para su desgracia, aquella gente, que, por cierto, estaba muy metida en su papel, no era tan fácil de engatusar por su sublime don del habla. Se abría una violenta escena en la que Abysso se liaba con esos individuos. Al ver que tenía problemas, el ''héroe'' debía entrar a jugar con ellos. Pero lo hizo por sorpresa, para cobrarse una víctima.

Utilicé SHADOW PLAYER para deslizarme rápidamente hasta situarme detrás de ellos. La mitad sintió mi presencia, pero para uno fue demasiado tarde, pues ya me había situado detrás suya, para retorcerle el cuello. Algunos se estremecieron y me insultaron, pero yo a ellos oídos sordos cual asesino sin corazón. Ya de paso, retrocedí un poco para comenzar la pelea en serio, pues había que ir con cautela con esos remedios purificadores:

- ¡Juguemos!

Esto no iba a ser una pelea, ¡sino una carnicería! Por supuesto, debía moderar mi naturaleza demoníaca y dejar vivos, como dijo, a dos religiosos como máximo.

Advertí que uno de ellos sacaba de su capa una botella... ¡fijo que de agua bendita! Entre tanto, lo demás blandían sus ''armas'' contra nosotros, los infernales. No me gustaba jugar con fuego, pero no había más remedio si procedíamos con el plan. En cuanto destapó el corcho, no dudé en dispararle un proyectil oscuro para desestabilizar su equilibrio, además de dañarlo un poco. Uno de ellos, el más gallito, vociferaba:

- ¡Impías criaturas! ¡Volved al infierno, del que nunca debisteis de salir, engendros corrompidos!

Me hacía hasta gracia el modo por el que hablaban. Bueno, centrándose en el combate, preparé mi posición defensiva para cualquier sorpresa por parte de estos cutres payasos. A ver qué tal quedaba un combate entre dos demonios contra unos fanáticos de su supuesto dios...

Para mi suerte Azogue se abalanzó con vigor en su brío, los desorientó lo necesario como para que no me abatieran en un intento; ya de pie y con daga en mano arrojé mis extremidades psíquicas para arremeter entre sus filas, con sus manos tatuadas deshacían y bloqueaban mis tentativas, sus brazos encadenados en pulseras celestiales eran corrosivos para mi acometida a distancia.

—¡¿Cómo te llevan Azoxeroth!?— me animé a preguntar en medio del enfrentamiento.

Como estrategia, a tanto que lanzaba mis tentáculos primarios se me ocurrió enviar los secundarios por abajo de la tierra, y vaya gloriosa idea que los tomó por sorpresa desestabilizando a los de en medio hasta romper la prolijidad de sus preces: ello quitaba potencia en sus trucos y firmeza, recién lo descubría.
—¡Hermanos! ¡Comiencen con la divina imprecación, Conjuro Final!

El mentor de esos seguidores de Luz había dado orden de hacer algo que no entendí bien, de seguro usarían por desesperación su arma secreta, su ataque final; algo han de haber notado en la combinación de auras que generábamos Azogue y yo. Casi por miedo centré todos mis apéndices mentales en una de las tres mujeres que componían el grupo de fieles, fue para arrastrarla lejos de sus hermanos y usarla de rehén; tenía menos fuerza física que yo y por eso sus agitados intentos por liberarse no eran nada bajo mis brazos, era su nivel de vibraciones espirituales el que me estaba zarandeando la voluntad, aún cuando la manoseaba indebidamente se mantenía consistente en tenacidad.

- ¡Todo bajo control! - se me olvidaba algo. ¡Ah, sí! La paloma no estaba en mi hombro o cabeza. Supuse que ya se había asustado cuando realicé SHADOW PLAYER. Bueno, pues que le fuera bien...

Los felif¡greses estaban cada vez más nerviosos, pues estaban luchando a dos bandas. Uno de ellos, el cabecilla en mi opinión, mandó hacer un conjuro final. Abysso actuó a velocidad del viento y agarró a una tía para usarla en contra de esta gentecilla. Entre tanto, yo discutía con uno que tenía una reliquia sagrada. No me impresionó mucho, pero retrocedí al poco de que me golpeara en el antebrazo. Me toqué ahí y sentí dolor, además de pequeño edema: '' Estos cachivaches sagrados me hacen mierda. Debo acabar con ellos inmediatamente, o al menos, desarmarlos. '', medité un segundillo. Aunque su apariencia fuera totalmente inofensiva, sus armas ontra nosotros daban problemas. El previo atacante volvía a la carga. Esta vez, lo esquivé lateralmente y la katana brilló en el aire, haciendo su aparición a la vez que segaba la muñeca del infeliz sujeto. El chorreo de sangre y el alarido saturó más el nervisismo ajeno y obligó a los demás a juntarse, aguardando a la manifestación del hechizo final. No llegué a matarlo, sino que imité a Abysso y lo tomé como escudo humano, o como rehén... Lo que sea...

Lo más extraño era que empezaba a sentir incomodidad, una especie de calambre pasajero. ¿Sería cosa de los primeros efectos de ese conjuro? ¡Cómo odiaba la magia! Pensé en que el método más adecuado era interrumpir sus acciones.

- ¡Debemos acabar con ellos, tío!

Una pequeña esfera luminosa crecía sobre los invocadores al instante que Azogue solicitaba una conclusión a nuestro favor, era difícil concederle al espadachín tal petición cuando estos sujetos aguantaban de todo lo que se me ocurría.
—Azoxeroth tiene razón pero resisten mis ataques chthonicos, ¿cómo voy a acercármeles si ni siquiera soy de...?— pensé a penas y la respuesta emergió por sí sola...
—¡Eso es!— manifesté con volumen animoso, estiré mis tentáculos hasta sujetar los troncos de dos árboles que nos rodeaban, mi fuerza no daba para jalarlos hasta encima de los rivales y por ello añadí —¡Viejo, acuchilla por la base uno de esos árboles que intento atraer!

Si uno de esos troncos caía sobre la esfera de Luz ya casi formada de seguro ella estallaría sobre sus cabezas, y como estaban muy concentrados en terminarla generando un aura que me impedía acercarme... entonces era buena idea; mi carne de demonio no podía tocarlos, pero había otros materiales que se podían usar para aplastar tales insectos.

Su magia comenzó a crear una gran esfera luminosa, dispuesta a fulminarnos como si fuéramos moscas. Podía sentir cómo estremecía mi corrupta alma. De nada me servía el rehén, así que le degollé sin miramiento alguno. Los calambres iniciales se sustituyeron por leves quemaduras y taquicardias. Literalmente, nos iban a fuckear. Mientras Abysso maniobraba con sus tentáculos, me pidió que cortara el tronco para usarlo en contra del conjunto de religiosos. El cabecilla, concentrando su energía, volvió a dar el coñazo con su charla:

- ¡Cabrones paganos! ¡Hoy seréis desterrados de la faz de la tierra! ¡Ni las cenizas quedarán de vuestra odiosa y pecaminosa existencia, malditos hijos de...!

- Blah blah blah - le corté mofándome de sus estúpidas ilusiones. Sin dudar ni un instante, salí corriendo hacia el árbol que estaba siendo sujetado por uno de los tentáculos de Abysso.

El tronco no parecía muy ancho, pero no quería fallar el corte, así que enarbolé la katana con ambas manos y la coloqué en posición horizontal. ''Veamos cómo ando de fuerza...'', cavilé. Con un impulso, la hoja de mi arma se abalanzó fríamente sobre la corteza del árbol, mientras yo desplazaba las articulaciones de los codos, arreciaba los hombros e inclinaba ligeramente las muñecas. El tajo fue limpio, crujiendo toscamente y separando el tronco de las raíces que lo retenían. De una de las cosas que podía permitirme presumir, era la de tener una fuerza suficiente como para partir por la mitad cinco guías telefónicas de una sola vez, pero claro, estas no existían por estos tiempos tan oscuros y mediocres...

- ¡Duro con ellos, Abysso! - grité mientras me volvía a colocar en frente de ellos para percibir cómo lo haría mi aliado demoníaco.

¡Y qué suerte la mía de que él tuviere katana! esas inmundicias siempre fueron la soberanía del mundo del filo, era difícil encontrar ese tipo de armas blancas por los lugares por los que frecuentaba ¿Tanto me habré perdido al nunca visitar Delork'kas?

El tronco se derrumbaba y con mis psico-extremidades lo guié entero hasta por encima de los adeptos, el impacto de tan pesado árbol sobre la cegadora esfera fulgente culminó en una rara explosión flamante que estalló los cráneos de casi todos los devotos de no ser por los que se calcinaron la cara; el cabecilla se escudó entre los discípulos y se salvó de quedar ciego, sordo, o sin cabeza, más no se libró de nosotros dos que ahora tendría que encararnos solito él.

—¡Ya liquiden esta barbarie! ¡Terminen conmigo de una vez!— expresó en tono de rendición, parecía ser que el estruendoroso reventón le había sacudido la rígida fé como de un susto, ¿o eran los alaridos de sus pares?
—Te propongo algo fiel seguidor de la Luz, si quieres vengar a los tuyos o redimir lo sucedido pues, ¡corre al pueblo! Llórales a todos esta brutal fiereza, te aseguro que habrá un individuo agradecido de hallarnos ¡Hazlo o esta sobreviviente pagará junto a los moribundos que aún tienen fuerzas para agonizar en el suelo!— declaré inflexible y despótico bajo tan imperiosas palabras guturadas sin tolerancia.
Mi rehén quiso insistirle en no obedecer compromisos con demonios pero, él inoculado por la compasión no pudo negarse: como una niña corrió hasta el caballo del difunto mercader al que le robé el barril de vino, a buena celeridad despegó a consumar mi petición.

—Bueno Azoxeroth, supongo que por la noche recibiremos a nuestro verdugo ¿no? Tal vez tengas un plan de cómo recibirlo en esta fiesta sorpresa— dije fatigado virando exhausto mi atención a mi colega para ver que anduvo haciendo mientras yo daba la actuación verbal, sí, aún muchos estaban con vida entre nosotros y, yo tan consumido por el combate apenas podía sujetar a la sacerdotisa aprendiz que seguía intrépida procurando escapar de mi atosigamiento represivo.
—¡Vosotros monstruos desalmados no os escapareis de lo benigno y justo, al final padecerán la aflicción de sus preferencias! ¡Yo lo juro y los condeno bajo mi advertencia!

—Esta mujer no debería tener voz, es una urraca fastidiosa.

El aplastamiento por parte del árbol fue todo un exitazo. Además de interrumpir el hechizo de la gran bola blanca y luminosa, la maniobra de Abysso dejó lista de papeles a buena parte de los componentes que formaban el conjunto fanático. Tan sólo sobrevivió el caudillo de la banda y la chillona rehén del demonio.

Limpié la sangre de la hoja sobre la túnica del pobre al que había asesinado antes, pero súbitamente, sentí que alguien o algo se acercaba por atrás mía. Me giré y la sorpresa fue mayúscula. ¡Era la pesada de la paloma, que volvió a colocarse en mi hombro izquierdo! Resoplé pesadamente y envainé katana. Acto seguido, me volví para acercarme hasta el dúo. Contemplé que el cabecilla se largaba con una montura equina, desesperado por ayuda, y Abysso ya me preguntaba por planes. A esto le contesté con aparente calma:

- ''Pos'' habrá que ir preparándose para la venida del mercenario y compañía. Va a ser una noche larga e intensa y deberíamos... - la mujer seguía dale que te pego con su cotorreo. No me contuve a tanto, chasqueé la lengua, volví la cara hacia ella y ladré - ¡Que te calles, coño! - me miró con una cara de pocos amigos, mas yo no le hice caso a eso.

Para que no nos delatara y no supiera de nuestras tretas, volví a hablar en demoníaco hacia Abysso:

- Las posibilidades se barajan a nuestra elección, demonio. Lo primero que tenemos podría ser una ofensiva directa, sin ningún plan, pero conllevaría riesgo al no saber de los trucos del mercenario. Lo segundo que acaba de ocurrírseme es que tú te ocultes y me dejes combatir con el mercenario, para despúes darle una desagradable sorpresa. El riesgo entonces se volcaría en mi persona. Y el tercer estacazo podría ser un ataque sorpresa entre tú y yo... usando de anzuelo a esta putilla - le toqué el cabello a la tía, que me miraba con ojos desorbitados y carcomidos por el miedo.

- ¡Vuestras ofensas no quedarán en el olvido! ¡Impúdicos monstruos! - la amedrenté con mi mirada neutra y abismal.

Sin previo aviso, me fui a donde estaba el comerciante muerto, mientras dejé meditar a Abysso sobre lo que le acabé de decir. Había unas pocas cosas desparramadas, y para mi suerte, encontré una cuerda de escasos metros de longitud y un pañuelo mugriento. Volví hasta ellos con los objetos y dije en lengua humana:

- Abysso, suéltala - la agarré de la mano - Vas a ser buena y...

Su manotazo con la otra mano me pilló de improviso en mi mejilla izquierda, la que no tenía la mandíbula vestigial. Ella resultó ser muy rebelde y tenía un carácter de estos de los que me gustaban.

- ¡Dichosa ramera!

Intentó inútilmente zafarse de mi mano, pero no contaba con la fuerza de mis demoníacos músculos de bestia de estepa gélida. Literalmente, la arrastré hasta uno de los árboles, apegándola al tronco. Se revolvía a la deseperada, pero Abysso hizo acto de presencia y la agarró por hombros, reteniéndola férreamente. Gimió casi como a punto de chillar. Mientras tanto, la cuerda que previamente cogí se enrollaba en torno a su torso y brazos, por debajo de las tetas. Tras esto, ya iba a chillar, pero yo tenía trapo en mano y no tardé nada en amordazarla, para que se estuviese calladica...

Suspiré aliviado y resoplé a ver lo que Abysso fuera a decirme... Primera parte terminada, ahora tocaba lidiar con la segunda ronda.

—Yo sigo en estado de fatiga por desgastarme con mis habilidades en combate indirecto con estos ex religiosos que ya son cadáveres, por esta vez no participaré— contesté al devolver la mirada a Azogue, pues claro que me había quedado pensando en las opciones que me dijo, no pretendí mirar cómo la gozaba a esa petulante deslenguada; además yo era más detallista y entusiasta cuando abusaba en esa forma de una mujer, este tipo iba al grano en lo que respecta a torturar psicológicamente... y por suerte para la crédula ingenua.

—...Además ya analicé las opciones que mencionaste, si nos aprontamos mucho estaremos en posición y esperando y esperando ¡en esa posición...! En cambio si nos relajamos por esta zona, tal vez en los alrededores de estos varios cadáveres y fiambres, cuando lleguen a ojear tales despojos nos daremos cuenta y atacaremos ¡Hasta podemos jugar con los cuerpos y hacer una obra de arte para cuando lleguen! a lo mejor nosotros podemos mimetizarnos en dicha escultura y darles una sorpresa aún mayor: y en eso ya de paso mataríamos el tiempo simulando ser artistas— reflexioné con esa opinión en lengua infernal mientras al proferirla agarraba los muertos y moribundos como títeres bailando con ellos, en tal profanación hasta dejándolos en poses ridículas también (todo sea por parecer gracioso alguna vez, pues Azogue lo era y no me quedaría atrás con mis gestos de seriedad a los que me había acostumbrado mostrar).

La noche llegaba a tanto hacíamos lo nuestro, mis energías estaban regeneradas y de sobra, lo único que nos podía arruinar era la bocona que teníamos por rehén... Dada mísera molestia, antes de vulnerarla sexualmente tenía que asegurar el trabajo en dúo:
—Abre grande— enuncié con cinismo; mis psico-apéndices sombríos forzaron su quijada dejándole la boca abierta sin alternativas... creé un orbe mental en mi mano (de los que causan agudo dolor) y empujando agresivamente la obligué a tragarlo, la implosión se formuló en su garganta desbaratando sus cuerdas vocales en punzante aflicción... Tal vez me propasé, tal vez ella no volvería a hablar nunca más ni siquiera emitir voz, ¡pero bueno! así nos era más útil y además suculenta; sus lágrimas de amargura lavaron su hermoso rostro, la tristeza apagó su mirada y aún colgando de la gruesa rama dejó de luchar para zafarse.
—Es una escena muy triste— pensé mientras la acariciaba sin intención de burlarme pese a que eso era lo que parecía obviamente —...y así de apesadumbrada situación y todo, la estoy por violar de formas que ella no puede imaginar, qué tajante, por suerte no soy tú joven aprendiz de Luz.

Tras terminar el combate con los religiosos y haber aprisionado a la muchacha, cada uno mochuelo a su olivo. Yo me fui a ver si quedaba algo de vino, pero mi ánimo se trunco al ver que Abysso ya había fundido la última gota. Entre tanto, Abysso hacía asuntos propios de un verdadero demonio. Antes me comentó algo sobre mis tentivas de ataques.

Ahora él estaba torturando a la joven devota, mentras yo estaba tumbado, con las piernas extendidas sobre suelo y espalda apoyada en un árbol. A pesar de nuestra naturaleza, yo me sentía poco demonio. No practicaba la violación ni el sodomía, tampoco el mal abyecto. ¿Era, por ello, menos demonio? Estaba a la altura de los combates, pero en lo demás era menos atrevido... Me dije que debía ser por culpa del incidente con aaquel ángel, hace setenta años...

Cogí el peine de marfil y me limité a repasarme el cabello, mientras mi aliado hacía lo inimaginable con aquella humana.

La religiosa no había aguantado más tanta tortura y mordiéndose la lengua comenzó a perecer de desangrado frente a mis ojos, no sabía sanar algo así entonces logró arruinar mis tormentos con esa táctica suicida; su sucia sonrisa se despidió bajo carraspeos carmesí tiñendo mi cara de su deceso, mi pérfido roce culminó antes que su vida: la dejé irse en paz al más allá, la verdad porque ya era un desastre y hasta me daba repulsión.

La luna irradiaba con avidez esa noche haciendo un orfeón de luz con las estrellas, dos canes muy grandes se podían escuchar no muy lejos, era fácil intuir... —Azoxeroth... ¿escuchas eso? es el sonido de raros lupinos, tal vez el olor de los cadáveres ayude un poco pero, prepárate, de seguro es el mercenario— musité con la sensatez que solía mostrarle a los no-demonios,estimaba esos sonidos así porque dos risas de fondo delataban la dirección en la que venían, dos risas semejantes a las de aquellos tipos que encontramos en la taberna con la muchacha pícara que agredí sin razones muy despiadado. Una tercera voz les ordenaba cautela, el silente bosque revelaba bastante de lo que sucedía a la lejanía, por suerte hasta con viento a favor; esto de seguro sería un encuentro directo, los canes derruían el efecto sorpresa ¡era obvio que lo harían! ¿Pero y si no era el mercenario? ¡No, no, demasiada casualidad! ... ¡Hora de la verdad!

Me había quedado en una especie de sueño ligero. En él, me veía a mi ''yo''anterior, el de la verdadera forma demoníaca y de repente la vista se oscureció y observaba que estaba subiendo una cima, mientras que por mi vientre habían un horrendo y deforme agujero. Por mi boca circulaban arroyos sangrientos. No llegué a la cima y podía ver a lo lejos cómo mi verdugo blanco se aproximaba hasta mí. Después, a causa del dolor y la grave herida, me vi obligado a estar tumbado en e suelo, con la vista orientada al cielo.

Una sombra llegó y dejé que el mago me matara, pero no era él, sino un demonio mayor de nombre Azalorak. Me tomó con mabas manos y nos hundimos en un anillo de teleporte que se formó recientemente. Mi vista se difuminaba. Apenas podía sentir, hablar, oír, mover. Para cuandopude incorporarme, mis ojos se contrayeron hasta formar dos diminutos puntos cuando mi nueva apariencia se reflejó en aquel espejo...

No lo llamaba pesadilla, sino amargo recuerdo. Las ganas por volverme a encontrar con aquel mago blanco jamás decrecieron en los últimos setenta y dos años en los que llevaba este cuerpo. Bueno, al menos, las aptitudes físicas permanecían intactas y, al pesar menos, me movía con gran presteza. Abysso me despertó del mal recuerdo, advirtiéndome de la llegada de los perros. Ya nos habían fastidiado el plan sorpresa. ¡Malditos cánidos sarnosos! También, nopté que había voces humanas. El mercenario y su gente estaría a muy cerca. Tras incorporar, me separé varias zancadas de Abysso y forcé las vista para materializar sus figuras, próximas a nuestra posición. Me pregunté por sus métodos de combate: en principio, tendrían armas, pero quién sabe qué más instrumentos se hubieran pillado...

- Bien, je je, buena suerte - le dije en humano mientras adoptaba la pose de combate. La katana saldría en el momento menos esperado, para desgracia de aquellos desgraciados.

—¡Vaya, vaya!— dijo saboreando sus palabras el grasoso que huyó aquella noche que conocí a Azogue, y traicioné a la pequeña.
—Así que fue ese albino el que causó tantos problemas ¿no, Khoro?— agregó el participante número II sosteniendo con dos cuerdas gordas los cachorros supra-desarrollados.
—No se dejen engañar...— interviene una voz por detrás de los gorilas barbudos —...el de la katana es la piedra en el zapato— expone dándose a conocer el asesino a sueldo, no sé si para bajarme el ánimo lo dijo o intentando ponerme en envidioso, la cosa es que su sombrero de copa y largas ropas le daban un aire de profesional que daba impresión: parecía ser que debajo de esos abrigos tenía más armas que la herrería de Azogue.

—Tú has de ser el cazarrecompensas, de seguro... ha no ser que un desfile de modas se halla desviado del camino a Rosbasha— ignorando al dúo de grasientos me centré en el galán con pañuelo que los lideraba; tal vez medía dos metros y un poco más el desgraciado, por lo visible no sólo manejaba esa gran espada enfundada sino que sabía usar látigo y quién sabe cuánta basura a distancia escondía también.
—Así que te han contado de mí ¿eh? creí que el que cazaba era yo pero, bueno, los campesinos son tan cobardes que vomitan información a cualquiera que parezca vil o canalla, aún gallinas como tú son persuasivas.
—¡Ya me aburre la charla! ¡Matad-matad mis niños!— dijo el musculoso con calvicie soltando a los canes en dirección a nosotros y sin permiso del bocaza lenguaraz, así que me mantuve detrás de Azogue para apoyar a mediana distancia con mis habilidades.

Conté a tres flipados y dos perracos de buena talla. Al fin, llegó el esperado combate. Mientras intercambiaban palabras, examinaba a los enemigos: estaba el tal Khoro dirigiendo a los perros, un segundo sujeto un tanto raro y uno con un interesante sombrero se hizo pasar por el mercenario contratado. ''Los veo entusiasmadísimos...'', pensé. Del que más desconfiaba era del mercenario de largos ropajes, pues su altura superaba a todo el conjunto.

En cuanto terminó la agradable charla de intimidación, los perros fueron despojados de su retención y corrieron hasta mí. Mi vista se volvió neutral y la boca estaba cerrada, mostrando un semblante serio, frío y aparentemente taimado. Abysso se puso detrás d emí, mentras que la paloma volvió a desaparecer en los alrededores.

Uno de los perros se me abalanzó instintivamente, al cual yo contesté desenvainando katana y realizando una estocada, en su gran bocaza llena de salivazos. La punta se hincó parsimoniosamente en la cabeza del animal, sobresaliendo por la nuca, y la sangre saltó en forma de chorro incipiente. ¡Aún faltaba el otro perro!

Este estaba ya justo a mi lado, dispuesto a morderme la cadera. Para ello, interpuse el brazo y sus toscos y fuertes dientes se incrustaron en mi antebrazo izquierdo. Su mandíbula hizo esfuerzo y la sangre comenzó a perfilarse a simple vista. Al perro lo concebía como una agresiva masa cárnica, así que, sin pensármelo dos veces, lo imité. Le mordí en el hocico, con tal fuerza que arranqué su negra y curiosa nariz. Mientras que soltaba la katana para dejar caer al perro muerto por el arma, el perro hacía lo mismo con mi antebrazo. ¿De verdad tenía la ilusión de que le iba a dejar en paz? Mi brazo herido agarró su mandíbula inferior, mientras que el derecho pillaba la superior. Con los ojos contagiados por el clímax del dolor y la sensación de pelea tensa, murmuré:

- Veamos cuanta resistencia me das...

Sin vacilar, inicié a aplicar esfuerzo en sentidos diferentes. El perro pataleaba en el aire, mientras que la distancia entre sus dientes superiores e inferiores crecía. Mis manos ya temblaban en los últimos momentos. Repentinamente, un crujido y un poco de sangre se notaron por la cobertura de la boca. Con el esfuerzo final, arranqué salvajemente la mandíbula inferior de la cabeza, en lo que podría llamarme como un rudimentario carnicero. Tiré el cadáver del perro al suelo desabridamente y escupí el hocico, que aún llevaba en la boca. Cerré la mano izquierda en un puño y miré con una amplia sonrisa a mis captores. Por el antebrazo se trazaban unas sendas líneas rojizas, simulando ser tatuajes:

- ¿El siguiente? - aproveché para recoger la katana del la primera víctima.

—Un aplauso, un aplauso, al menos así ahora sé de lo que estas hecho tú, espadachín; ésto será genial, así que ustedes dos vayan por el pálido que no quiero que interrumpa mi uno-a-uno con este presumido.— declaró petulante con su gran sonrisa el muy mercenario, desenfundó su gran espada elevándola como si fuera un simple cuchillo.

—Me haré cargo de los descerebrados con hacha, no te dejes asesinar viejo, enseguida vuelvo— me adelanté a Azogue y me hice a un lado luego de decirle tales palabras, mi daga penetró el cráneo de Khoro sin aviso quedándome sólo su compañero el cual ni se inmuta, ni el alarido del viento siendo cortado por mi arma lo había estremecido; este tipo no conocía el miedo a la muerte.
—Ahora que no tienes tu daga, quiero que hagas esa mágia en mi contra, con la que venciste a mis camaradas, no tendré piedad contigo demonio pálido, más te vale que des todo.— me precisó con seriedad escupiéndo un gargajo amarillento al suelo; con hacha sobre su hombro empezó a dar los pasos hacia donde yo estaba, llegó el santiamén de hacer las cosas al modo de Azogue aunque no estaba acostumbrado. Este gorila no me dejaría llegar a mi daga, ni podría girarme al mercenario pues estaría sobre mí hasta la muerte: eso era notorio en su gesto de piedra...
—¡Soy Gorgório Vansell'Tarr! ¡Siente mi filo!— gritó el asesino levantando ataque ante Azogue, abrió el combate para los cuatro y la adrenalina inundó mi respiración.